Opinión
Ver día anteriorMiércoles 5 de mayo de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Isocronías

El arte o la vida (cotidiana)

E

n mis talleres con frecuencia se habla de lo incomprensible que para otros es que uno, alguien, cualquiera, se dedique al arte.

Vía telefónica, en conversación llanamente de amigos, Yahir Durán, músico maestro de niños, me comenta que una de las madres (espero interpretar correctamente) casi lo regañó porque sólo se dedica a la música: “Usted ya no es solo, tiene una familia, dos hijos… Ya debe cambiar”.

Cuando, hablando de hijos, el menor de los míos decidió precisamente estudiar música, en la que nada malo es –aparte de que en efecto hace, y nada mal, otras cosas– alguna de las compañeras de trabajo (una dependencia de la Secretaría de Educación Pública) de mi esposa, se sorprendió: ¿Y lo vas a dejar?

En mi caso, que me la he pasado de la Ceca a la Meca haciendo trabajo tallerístico, labor nada fácil, nunca falta quien diga: Te diviertes, ¿eh?

El arte es diversión, no vocación, ganas de perder sabrosamente el tiempo, cosa de irresponsables, de gente que no quiere –o no sabe o no puede o no se esfuerza por– ganarse la vida como se debe. Y el entorno no suele serle favorable a quien al arte decide abocarse. “¿Cuándo piensas dejar tu hobby?”, fue pregunta escuchada –soportada, mejor dicho– por alguien a quien su novia, para entonces y no de poco tiempo ya su esposa (justo la emisora), había conocido como cantante en un concierto.

Se casan contigo (o se enamoran de ti) por lo que eres, y luego por eso mismo te odian es broma que suelto de vez en cuando ante los diversos grupos de hombres y mujeres que conforman lo que denomino, denominamos, el taller. Pero pueden cambiarse esos verbos por uno más sencillo y llanamente decir: En principio te aprecian por cómo eres; después eso mismo les disgustará. No sólo es cuestión de parejas, sino, como ya señalamos, de entorno, un entorno que para los demás puede resultar –resulta– familiar en tanto que para el artista no deja de tener su ¿no sé qué? de hostigante, de hostil.

Leer y escribir no siempre (o algo dudosamente) se toman como trabajo. La siguiente es muestra de una serie de anécdotas similares: Llega alguien a la puerta de una casa en Monterrey, concretamente en La Fama, y le pregunta a una niña: ¿Estará tu papá (escritor, periodista)? Sí está. ¿No estará ocupado? No, está leyendo (o escribiendo). Pase.

Nomás no me pidas una cosa, que sea serio, advirtió Bertolt Brecht a alguna de sus enamoradas. Esa no seriedad, que no es lo mismo que falta de seriedad, es, se diría, consustancial al arte. Pero otra vez arrasamos con el espacio. Ya seguiremos.