Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 2 de mayo de 2010 Num: 791

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

No hay Juan sino Juanes
LUIS GARCÍA MONTERO

Nombrar con nombre imposible
DANIEL FREIDEMBERG

Los fantasmas con un sollozo mudo
EDUARDO HURTADO

Juan Gelman o “Los hielos de la furia”
VÍCTOR RODRÍGUEZ NÚÑEZ

Don Juan Gelman
ENZIA VERDUCHI

Juan Gelman: palabra de hombre
JOSÉ ÁNGEL LEYVA

Juan Gelman, su poética
JUAN MANUEL ROCA

Un poeta metido en el baile
JORGE BOCCANERA

Tres poemas inéditos de Juan Gelman

Juan Gelman: del poeta, de la tragedia y la esperanza
JUAN RAMÓN DE LA FUENTE

La Vibración del poema
RICARDO VENEGAS entrevista con MARIO CALDERÓN

Leer

Columnas:
La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Poema
HJALMAR FLAX

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]

 

Juan Gelman o
“Los hielos de la furia”


Foto: Cristina Rodríguez/ archivo La Jornada

Víctor Rodríguez Núñez

La publicación en 1993 de Salarios del impío marca el inicio de la etapa más reciente del quehacer de Juan Gelman. Este libro, escrito en diferentes espacios (París, Ginebra, Ciudad de México, Nueva York) y por largo tiempo (entre 1984 y 1992), no es, a pesar de su indiscutible calidad de ruptura, el inicio de ese cambio. El rompimiento comienza en realidad con dibaxu, libro escrito, sin que el autor nos haya indicado dónde, entre 1983 y 1985, aunque publicado en 1994. Como media sólo un año entre ambas ediciones, y teniendo en cuenta las veleidades del mundo editorial, quizás no sea atribuible al autor esa secuencia de aparición –aunque al cabo la haya aceptado, como lo demuestra la recopilación de 1998, Salarios del impío y otros poemas. Lo cierto es que la gestación de la actual poética gelmaniana puede ubicarse entre 1983 y 1984.

A la entrada de dibaxu encontramos el único prólogo que Juan Gelman ha escrito para uno de sus libros de poesía. En este raro Escolio informa que concibió el texto “en sefardí” –con la precisión de que es “de origen judío, pero no sefardí”–, y que algo se perdió en su propia traducción al castellano. Además, señala la continuidad con su obra anterior, al ver estos poemas como “el desemboque de Citas y Comentarios, dos libros que compuse en pleno exilio, en 1978 y 1979, y cuyos textos dialogan con el castellano del siglo XVI”. Y más notable aún, revela las causas: “Como si la soledad extrema del exilio me empujara a buscar raíces en la lengua, las más profundas y exiliadas de la lengua.” Y las consecuencias: “La sintaxis sefardí me devolvió un candor perdido y sus diminutivos, una ternura de otros tiempos que está viva y, por eso, llena de consuelo.”

El contenido de dibaxu tiene muchas capas y, en el fondo, un núcleo de amor con carga positiva. El sujeto poético de Gelman busca, en su enfrentamiento “con el espanto del pensar”, un estado “sin temor/ sin olvido”. Se da cuenta de que “no [tiene] más que ojos con hambre”, una intelección del mundo que saciar, ante “la noche [que] es polvo de este exilio”. Conmueve su desamparo: “soy un niño roto/ tiemblo en la noche/ que cae de mí”;  “soy un ciego sentado/ en el atrio de mi deseo”. Sin embargo, en su llanto no hay lágrimas: “pondré mi espanto lejos/ debajo del pasado”. Como sostiene Carlos Monsiváis, “de la ausencia de gestos melodramáticos se nutre el vigor de Gelman”. Su persona lírica sabe que “lo amado crea lo que se amará”; y que “en tu candor/ sale el mundo del mundo”. El amor es una fuerza creadora: “amarte es esto:/ una palabra que está por decir”.

Pero en dibaxu el cambio se da sobre todo en la forma. Y no sólo porque haya sido escrito en una lengua antigua, minoritaria, oprimida. Y no sólo porque las preguntas, que entrecruzan la lírica de Gelman desde Relaciones (1973), se atenúen y aparezcan en apenas cinco de los veintinueve poemas. En el Escolio el autor mismo lo pone en evidencia: “Quizás este libro apenas sea una reflexión sobre el lenguaje desde su lugar más calcinado, la poesía.” Y en consecuencia, para el sujeto poético el poder de enunciación es ilimitado: “di besos y los besos despertarán”. Es un poder que viene del otro: “tu silencio/ despierta/ los gritos/ del mundo”. Una vez más: “partiendo de tu lado/ descubro/ el nuevo mundo/ de tu lado”. En la alteridad del amor está la posibilidad del conocimiento: “eres/ mi única palabra/ no sé/ tu nombre”. La poesía es diálogo, confluencia: “alguien que leyó estos versos/ preguntó […]/ le dije que callara/ […] que escribiera estos versos”.

Salarios del impío tiene un exergo de Eurípides que revela la clave de su contenido: “El salario que un impío merece” no es “la muerte rápida” sino morir “exiliado, errante”. Así, nos enfrentamos al mismo dolor, personal y colectivo, pero pensado dos veces: “la lengua del dolido jadea de amores indecibles”. Se trata de una inusual poesía de la contemplación activa: “un día vi la luz llena de manchas, ésas que el ojo inventa para negar al sol”. La intervención no siempre es exitosa: “inventaba un país con tanto amor que estalló en el invento”. Pero no hay pesimismo: “un jilguerito dice buenos días en plena destrucción”. Más claro: “ya todo es nacimiento”. Una poesía que desafía el individualismo: “alma que sólo ves un animal herido al fondo del espejo: cesa ya de jadear”. Una lírica material y dialéctica donde “[l]a palabra gira” y “escribe sus contrarios en el fuego”.

La novedad de Salarios del impío es tajante y, por tanto, alcanza la forma: es una colección de poemas en prosa, breves en su mayoría. Vale aclarar que, en la obra de Gelman, el poema en prosa se manifiesta desde el inaugural Violín y otras cuestiones, a través delibros de diferentes etapas como Cólera buey (1965) y Eso (1984). Incluso, bajo la lluvia ajena (notas al pie de una derrota) (1983) contiene sólo poemas en prosa. Pero allí predomina un lenguaje directo: “vinieron dictaduras militares, gobiernos civiles y nuevas dictaduras militares, me quitaron los libros, el pan, el hijo, desesperaron a mi madre, me echaron del país, asesinaron a mis hermanitos, a mis compañeros los torturaron…”. En Salarios del impío hay, sin dudas, mayor densidad tropológica. Además, las preguntas aparecen sólo en cinco de los treinta y tres poemas y, a diferencia de dibaxu, las barras desaparecen y se usan las mayúsculas y los signos de puntuación.

En 1997 Juan Gelman publica Incompletamente, libro donde se vuelve a presentar la voluntad renovadora. Fue escrito en México, entre 1993 y 1995, después de publicados dibaxu y Salarios del impío, cuando el cambio se ha hecho público. Es un discurso donde, sobre todos los instrumentos, “suena el violín abstracto”. La especulación tiene raíces, sin dudas, en “las ruinas del momento”. Es una dialéctica del dolor: “se deshoja la idea mientras el/ espanto se distrae”. Se mantiene el alerta contra “la olvidación”, se siguen “¡apretando los huesitos prestados!” A la entrada del libro se encuentra un proverbio tomado de la tradición judeo-española: “Los vivos no pueden fazer el offizio de los muertos.” Por tanto, los muertos son insustituibles, realizan una labor, son activos. El sufrimiento produce esta poesía que, sabiamente, no se limita a la expresión del sufrimiento.

En la nueva poética de Gelman, el intelecto predomina sobre el sentimiento. En términos de Monsiváis, el “poeta ferozmente político” se complementa con el “indagador metafísico”. Pero no se trata, otra vez, de una actitud contemplativa tradicional: “el desconsuelo activo piensa/ en lo que nunca fue/ fantasma/ de lo que va a venir”. Para el sujeto poético de Incompletamente nada importa “sino la oscuridad común/ los oros/ desconocidos/ el centro que está/ afuera/ la duda/ como un barrio lento”. No se privilegia la razón que, en algún lugar, “amasa su ceguera”, y se actúa “con lucidez de loco”. En cambio el sueño, “su demasiado ver”, ocupa un lugar destacado.

En efecto, como sostiene Eduardo Milán, Juan Gelman, que “ha dudado prácticamente de todo, no ha dudado nunca de la poesía”. El hablante lírico de Incompletamente quiere, en última instancia, revivir por medio de la palabra, “que entrega lo perdido”. Pero no como una opción individual sino social, ya que “lo tuyo no es lo que sos”. El hablante lírico es consciente de que, en “su claro delirio/ con los ojos abiertos/ canta/ incompletamente”. A la poesía, que significativamente en términos de clase se le llama “¡panadera!”, le es reconocida una función esencial: “¡brillás para que nadie sufra!”  Se mantiene, a toda costa, la esperanza: “calienta lo perdido/ y la gloria nocturna de dar/ lo no tenido a todo amor”. Gracias a las artes y oficios de nuestro poeta, “está desnuda/ rompe su/ sombra en contemplaciones/ ya conoce/ los hielos de la furia”.

También en su forma Incompletamente es otro punto de giro en la poética de Juan Gelman. Como en libros anteriores, los poemas carecen de título, no se usan las mayúsculas, y salvo los signos de interrogación y de exclamación, se renuncia a la puntuación, cuya función ocupan las barras. El cambio radica en que, de los sesenta y seis poemas, una inmensa mayoría, cincuenta y uno, tiene catorce versos, agrupados en dos estrofas de cuatro y dos de tres. La asociación con el soneto resulta inevitable y la ausencia de rima y la métrica libre hace más evidente que estamos ante una apropiación revolucionaria de la estrofa tradicional. Nuevamente se manifiesta esa “dimensión de búsqueda expresiva que no cede ni se concede a sí misma ningún descanso” de que habla Milán. Y los libros siguientes de nuestro juvenil octogenario: Valer la pena (2001), País que fue será (2004), Mundar (2007) y de atrásalante en su porfía (2009), confirman esta esencial rebeldía, esta lección de libertad.