Opinión
Ver día anteriorLunes 26 de abril de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Nueva ley de medios
S

e ha repetido: sin maíz no hay país. Otros han dicho: sin cultura y educación no hay nación. Ahora enfocamos el papel decisivo que juegan los medios masivos de comunicación como formadores de opinión pública y, más profundamente, como aspecto absolutamente esencial de la educación y la cultura de la amplia sociedad.

En este campo, como sabe la mayoría de compatriotas, México se encuentra en la miseria, en un plano de gran vergüenza. La calidad de nuestras comunicaciones, me refiero sobre todo a la sustancia de la comunicación masiva que recibimos, en prácticamente todas las materias y las 24 horas del día, resulta un tremendo agravio para la inteligencia, el buen gusto e inclusive la moral de los receptores. Por supuesto que no es la excepción ni el único país: los medios de comunicación y su contenido (el mensajero y el mensaje: Marshall McLuhan, y en sus propios términos: el medio es el mensaje) han sido devorados por las leyes del mercado, por el negocio y el afán de lucro, por los números pintados de negro que suponen una acumulación impresionante de riqueza que es escándalo público. Inteligencia, buen gusto y moral barridos del horizonte humano por los medios masivos de comunicación y sus incontenibles afanes de ganancia.

Vivimos la oposición entre una aldea global y una aldea tribal (otra vez MacLuhan), ahora entendida esta última (originada por los medios electrónicos) en su sentido de miseria espiritual, degradación e ignorancia. Y lo anterior, porque somos capaces de imaginar (soñando un poco) lo que sería una sociedad que recibiera en un sentido verdaderamente constructivo, en lo educativo y cultural profundo, las posibilidades abiertas por las recientes revoluciones científica y tecnológica. Causa pena tanto desperdicio y tanta basura que llega a nuestros hogares (con las debidas excepciones), y la abismal distancia entre el potencial existente y la realidad lamentable que vivimos.

Cuando en México se habla del duopolio de la Tv, y más exactamente de un monopolio que se amplía brutalmente (ya contiene además a los cableros de la República), hablamos exactamente de esta situación dramática, que se ha resbalado y dejado arrastrar por ignorancia y/o corrupción rampante, de todos lados, sin que se excluya a los gobiernos que se han sucedido durante décadas.

Uno de los actos más venales fue por ejemplo la privatización de Canal 13 y anexos que ahora forman Tv Azteca, con el ridículo pretexto de que no resultaba indispensable para el gobierno porque de todos modos Televisa difundiría los hechos que le importaban y los defendería llegado el caso.

En perspectiva, no sólo cortedad de miras y aldeanismo, sino seguramente afán de embolsarse algunos millonejos extras. Por eso no deja de resultar admirable que un conjunto de circunstancias ponga en situación de corregir, al menos en parte, el pasado y actual desastre, al haberse unido integrantes de los principales partidos políticos de México y presentar la iniciativa de una nueva Ley Federal de Telecomunicaciones y de Contenidos Audiovisuales, encabezados por el diputado del PAN Javier Corral, que se propone resolver, en la mejor perspectiva, muchas de las más notorias aberraciones en las más recientes décadas, que son también causa indudable de la descomposición de la República.

La convergencia de legisladores de prácticamente todos los partidos, y también el vergonzoso hecho de la llamada ley Televisa que se aprobó en 2006 como en un albazo, y que posteriormente fue declarada inconstitucional por la Suprema Corte en un buen número de aspectos, entre otros por los privilegios ilegales que concedía al duopolio, son algunas de las causas de esta nueva iniciativa.

No hay lugar para hablar de los abundantes aspectos positivos que entraña: fomentar la competencia, la diversidad entre los prestadores de servicio, apoyar fuertemente a la educación, a la salud, a la cultura y a la seguridad pública, fortalecer el derecho a la libre expresión de las ideas, ampliar la cobertura de los medios a la población de escasos recursos y a los pueblos indígenas, garantizar el derecho de réplica ciudadana, etcétera. Se establece la rectoría del Estado en materia del espectro radioeléctrico y las posiciones de órbitas satelitales asignadas al país, siendo tal dominio inalienable e imprescriptible. El Estado podrá permitir su aprovechamiento y explotación bajo las modalidades que establece esta ley.

La iniciativa en cuestión contiene una excepcional promesa de futuro que no puede desaprovecharse. Por supuesto, existen ya observaciones válidas que los legisladores deberán tomar en cuenta: como muy importante señalaré la de Porfirio Muñoz Ledo, quien ve la necesidad de refomar al mismo tiempo varios artículos constitucionales que darían a la nueva ley, y a los medios masivos de comunicación, una fundamentación y un alcance mucho más sólido que el actual, incluso con la nueva ley. Y otras que proponen profundizar la participación ciudadana en el manejo de los medios (contenidos y otorgamiento de permisos), no a través de un órgano descentralizado del poder Ejecutivo, como propone la iniciativa, sino de un organismo plenamente autónomo. En todo caso hay enormes avances, pero ojalá los legisladores sean más radicales, como ya han sido en otros países (por ejemplo en Argentina).

Recordemos todavía la frase de Karl Popper: o el Estado regula efectivamente a las televisoras o éstas aniquilarán nuestras democracias.