Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 25 de abril de 2010 Num: 790

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Avances de un bestiario
MIGUEL MALDONADO

El sobreviviente
TEÓFILOS D. FRANGÓPOULOS

Los dos rostros de Colombia
MARCO ANTONIO CAMPOS

El esfuerzo transfigurador como palanca del cambio
CELIA ÁLVAREZ entrevista con DAMIÁN ALCÁZAR

Gepetto o el anhelo de ser padre
RAFAEL BARAJAS EL FISGÓN

Edwidge Danticat
TANIA MOLINA RAMÍREZ

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Columnas:
Jornada de Poesía
JUAN DOMINGO ARGÜELLES

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

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NAIEF YEHYA

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GERMAINE GÓMEZ HARO

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El esfuerzo transfigurador
como palanca del cambio

Celia Álvarez
entrevista con Damián Alcázar

Buero Vallejo narra en su obra Misión para el pueblo desierto un episodio de la Guerra civil en el que “Damián”, motivado por su amor hacia una dama, intenta rescatar un cuadro de El Greco. Igual que otros personajes del dramaturgo español que sueñan con la transformación de los individuos, “Damián” simboliza la utopía de la salvación por el arte, que insufla esperanza en la propia capacidad para configurar ideales.

Damián Alcázar sabe de esto: el arte histriónico lo salvó de la rabia que lo impelió a lanzarse a la guerrilla. Hombre de hablar mesurado, talante afable y pensamiento profundo, sus vivencias forjaron un objetivo coherente y decidió entregarse al esfuerzo transfigurador como palanca del cambio. Es su modo de vivir.

Tenía tres meses cuando su familia se trasladó de Jiquilpan a Guadalajara. Dos años después vio su primera película, en una parroquia donde exhibían filmes infantiles los sábados. “Ahí fue donde se me inoculó ese hermoso fenómeno de los sueños que es el cine”, asegura. La familia Alcázar residió cinco años en Jalisco y después comenzó a viajar constantemente. Los repetidos cambios de casa y escuela hicieron que Damián conociera “la excitante situación del desarraigo”. Vivir con su abuela materna en un poblado paupérrimo de Tlaxcala le permitió “conocer de cerca y ver con mirada objetiva la realidad de los campesinos y de los indígenas, los hombres y mujeres más pobres de nuestro país”. Ahí despertó su conciencia social.


En la película española Héctor, bajo la dirección de Gracia Querejeta

En quinto grado aprendió a escudarse de la realidad. En la biblioteca de la escuela pública a la que asistía, Los viajes de Gulliver, La isla del tesoro, Los tres mosqueteros y Robin Hood le dieron alas a su imaginación. “Desde entonces me pareció más grato vivir la ficción que la realidad… hasta que fui papá”, señala Damián, quien le inculca a su veinteañero hijo Emiliano el gusto por la lectura y el amor por la vida.

En Ciudad de México terminó la secundaria; después, envalentonado por los sucesos del '68, decidió que no valía la pena estudiar y empezó a trabajar en varias fábricas. “Me hacía sentir muy bien ser un eficaz y esforzado trabajador, pero me hacía sentir muy mal ver las miserables condiciones de los obreros. Viví de cerca la explotación desalmada a la que están sometidos los trabajadores. Pensar en el ridículo salario que les pagan, que nunca sube, y en lo caro de la canasta básica, que nunca baja, me hace reforzar las convicciones con las que crecí”, enfatiza.

Sostiene que el teatro lo salvó de lanzarse a la guerrilla. Al integrarse por primera vez a un grupo teatral, supo qué era lo que estaba buscando: “El encuentro con el teatro me sedujo, retomé la preparatoria y cursé la carrera de actuación en Bellas Artes.” Al terminar decidió estudiar ruso para continuar en la Unión Soviética su instrucción como actor, y de manera simultánea tomó clases en el Centro Universitario de Teatro.

“Tuve la suerte de que mi último maestro en Bellas Artes, Raúl Zermeño, dirigía la Facultad de Teatro de la Universidad Veracruzana; él me cuestionó sobre mi intención de ir a un país lejano y tratar de estudiar, en una lengua desconocida, algo tan profundo y personal como la actuación”, recuerda. Lo invitó a entrar a la Facultad de Teatro de la UV, donde dedicaba doce horas diarias al estudio teórico y entrenamiento como actor, y después le ofreció integrarse a una nueva compañía universitaria; así fundó, con otros catorce jóvenes actores, el Foro Teatral Veracruzano, donde trabajó cinco años.


Como Juan Pérez en Un Mundo Maravilloso

Retornó a Ciudad de México porque quería trabajar en el cine. Comenzó haciendo cortometrajes con alumnos del CCC y del CUEC. Luego vivió otra fuerte etapa de entrenamiento actoral, con Luis de Tavira, en el Centro de Experimentación Teatral del INBA; allí estuvo cuatro años, participando en cursos, talleres, ensayos y funciones. En los ochenta emprendió otra búsqueda y le tocó ser uno de los iniciadores del “nuevo cine mexicano”, trabajando en La ciudad al desnudo, de Gabriel Retes; La leyenda de una máscara, de José Buil; Bandidos, de Luis Estrada; La mujer del puerto, de Arturo Ripstein; Lolo, de Francisco Athié; Ladrón de sábado, de José Luis García Agraz, y Dos crímenes, de Roberto Sneider. Hoy su trayectoria acumula un centenar de filmes.

–¿Qué es una buena película, Damián?

–Independientemente del tema, porque ahí nos meteríamos con ideologías y valores, creo que es aquella que tiene buen ritmo en su realización, un tema interesante, una buena fotografía y muy buenas actuaciones.

–¿Cuáles son tus preferidas?

–Son como cincuenta. Mejor te digo cuáles son algunos de mis directores favoritos: Kurosawa, Fellini, Bergman, los hermanos Cohen, Scorsese, Herzog, Cazals, Del Toro y Estrada, aunque suene a guayabazo, porque he participado en cinco películas suyas.

–Por cierto, has hecho una dupla magistral con Luis Estrada…

–Esa dupla me ha dado las mejores satisfacciones como actor comprometido con mi tiempo y con mi país. Luis hace un cine necesario y requerido por el mexicano. Es un creador sólido y consciente de nuestra realidad. Como director, es inteligente y divertido, y un extraordinario compañero de trabajo. Estoy seguro de que su cine será uno de los más importantes para los mexicanos de todos los tiempos.

–¿Con cuáles directores te gustaría trabajar y con quiénes repetirías?

–Me gustaría trabajar con Jorge Fons, Guillermo del Toro, los hermanos Cohen y David Lynch. Y volvería a trabajar con Luis Estrada, Felipe Cazals, Sebastián Cordero, Carlos Bolado, Carlos Carrera, Andrew Adamson, Bruce Beresford y John Sayles.


Caracterizado para 40 grados, el infierno, dirección de Luis Estrada

–¿Qué consideras lo mejor de tu oficio?

–Que te da la oportunidad de decir cosas que los demás necesitan decir, le das voz a los que no la tienen, y además te permite conocer y mostrar su mundo, un mundo que la mayoría desconocemos: el del ciudadano anónimo, el campesino, el policía, el presidiario, el trabajador, el luchador social, la madre soltera y su problemática, etcétera.

–¿Cuál es tu objetivo central como actor?

–Retratar al hombre en el mundo al que le estamos dando vida por medio del cine. Ya sea ficción o realidad, siempre me esfuerzo por darle la complejidad necesaria para que el público pueda de verdad identificarse.

–¿A qué actores y actrices admiras?

–A Robert De Niro, Erland Josephson, Max Von Sydow, Sean Penn, Steve Buccini, Meryl Streep, Ana Ofelia Murguía, Julieta Egurrola, Jane Fonda, Claudio Obregón, Ernesto Gómez Cruz, Salvador Sánchez, Angelina Peláez, Carlos Cobos, Jorge Zárate, Daniel Giménez Cacho, y a los compañeros que me sorprenden con su trabajo: Silverio Palacios, Joaquín Cossío, Dagoberto Gama, Ximena Ayala, Giovanna Zacarías.

–Hablemos del cine de antes y el de ahora.

–La llamada “época dorada” fue un gran momento para el cine mexicano; hubo una gran producción, películas buenas y malas. Durante la segunda guerra mundial, los gringos, pinches idiotas que les gusta la guerra, no estaban produciendo cine, así que invertían en el nuestro. Surgió una verdadera industria, produciéndose miles de películas y conformando grandes especialistas, entre actores, directores, productores, guionistas, distribuidores y exhibidores. Se acaba la guerra y los estadunidenses empiezan a producir “su” cine; los temas: el american way of life y los héroes que liberan al mundo del terror nazi o japonés. Y esa ideología del blanco matando a los “malos”: indios, alemanes, orientales o marcianos, era también de exportación. Las reglas del mercado económico, la política y su ideología en general, siempre han sido exportadas a todo el continente, por las buenas o por las malas. Recuérdense los “tratados internacionales” con los gringos. La “puntilla” para el cine nacional fue ese último “tratado”, ponderado por los politiquillos y defendido por los negociantes sin escrúpulos: el de libre comercio, que hundió la economía, el campo, la industria y el pequeño comercio. Se acabaron la tiendita de la esquina, la farmacia, el almacén de ropa, la tlapalería y la frutería de don ciudadano mexicano, y se favoreció a Oxxo, Wall Mart, Chedraui, Soriana, Comercial Mexicana. No se pueden producir automóviles porque se firmó un “acuerdo” con ellos, y tampoco respaldar la producción cinematográfica, por un tratado con ellos... Y “ellos” incluye a los responsables de la economía, a los que elaboran las reglas del mercado y las leyes: diputados, senadores, funcionarios de Hacienda, jueces de la “suprema corta de justicia” y el quesque presidente de México. El talento de los cineastas y la capacidad de trabajo de los mexicanos, ahí están, pero no son “aprovechables”. ¡Y háganle como quieran!, dirían los que se lavan las manos.


En una escena de la película colombiana Satanás (Perfil de un asesino), dirigida por Andi Baiz, 2007

–¿Por qué no se produce más cine de calidad?

–Veamos: convences a un señor de que invierta en tu proyecto. La historia y los actores son buenos, el fotógrafo tiene premios internacionales… Se filma la película y es buena, pero no puede competir en cartelera porque los exhibidores tienen un trato con los distribuidores y privilegian la producción de Hollywood. Ponen tu película en una que otra sala, en pésimos horarios, y la sacan en tres semanas porque no es buen negocio: ¡no lo es por su desventaja frente a las reglas del mercado! El señor que puso el dinero sería un idiota si lo intentara de nuevo. ¿Suena triste el panorama? ¡Lo es!

–¿Existe una buena dosis de talento en los actores nacionales?

–Muchísimo. Pero los grandes actores no tienen cabida en la televisión: sólo algunos trabajan en historias anodinas, protagonizadas por “bellos y bellas”, la mayoría sin talento. El teatro sufre idéntico abandono por parte de los responsables de la Cultura. Y los actores talentosos sufren el mismo fenómeno: a poca producción, poco trabajo.

–Si pudieras elegir, ¿volverías a ser actor, o a qué te dedicarías?

–Sí volvería a ser actor. Si no lo fuera, creo que sería naturalista, animalero. Uno de mis sueños es poder alguna vez criar a diferentes animales, desde insectos comestibles hasta especies mexicanas en peligro de extinción.

–¿Qué se siente ser una “estrella” de cine?

–No puedo concebirme como “estrella”: soy un actor que se esfuerza por hacer bien su trabajo. Parafraseando a un personaje de Lola, de María Novaro: “No soy famoso, ni lo quiero ser, porque los famosos se echan a perder.” Me gusta la vida y la disfruto.

–¿Qué sientes cuando los fans te piden fotografías, autógrafos?

–Me siento querido. En la calle me han dicho las mejores cosas sobre mi persona, mi trabajo y convicciones. A la gente le debo absoluto respeto, por eso elijo qué decirles con mi trabajo.


Lord Sopespian en la segunda parte de Las crónicas de Narnia

–¿Te vamos a ver pronto en teatro, en televisión?

–Volveré al teatro en cuanto sea posible. En televisión, difícilmente hay una producción que valga la pena. Me interesa decirle cosas inteligentes al público, y tal parece que la televisión se empeña en decir pendejadas, salvo honrosas excepciones.

–¿Te consideras un idealista?

–Sí. Creo que las guerras no ennoblecen a nadie; que el hambre se podría erradicar, que no deberían existir las fronteras, que la mujer tiene los mismos derechos y obligaciones que el hombre, que el agua del mar se puede hacer potable, que los desiertos pueden dar frutos, que a los niños no se les debe castigar y mucho menos pegarles.

–¿Qué te escandaliza?

–El cinismo con que los políticos engañan al ciudadano, el poder digno de gangsters con el que defienden y solapan el daño moral y económico que hacen sus compañeros al ciudadano medio y al país, escudándose en el fuero y en la complicidad que implica ser de la misma calaña. Y todas las pésimas decisiones que, lejos de engrandecer a México, lo empobrecen más y más.

–¿Cuáles son tus planes inmediatos?

–El estreno de cuatro películas mexicanas: Bala mordida, De la infancia, Chicogrande y El infierno, y tres sudamericanas: Del amor y otros demonios, García y El último comandante; una audición para una cinta estadunidense; la filmación de la ópera prima de Kenya Márquez, Fecha de caducidad, y viajar a Bolivia para filmar Carga sellada.