Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 11 de abril de 2010 Num: 788

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

El último cierre
FEBRONIO ZATARAIN

En los días soleados de invierno
SPIROS KATSIMIS

George Steiner: otra visita al castillo de Barba Azul
ANDREAS KURZ

René Magritte Presentación
MIGUEL ÁNGEL MUÑOZ

El paso de la realidad a la poesía y al misterio
JACQUES MEURIS

El Surrealismo y Magritte
GUILLERMO SOLANA

El surrealismo a pleno sol
RENÉ MAGRITTE

El terremoto de Chile: qué y cómo
LAURA GARCÍA

Un pensador errante
RAÚL OLVERA MIJARES entrevista con EDUARDO SUBIRATS

Columnas:
Prosa-ismos
ORLANDO ORTIZ

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

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Orlando Ortiz

¿Anticipación o coincidencia?

Es bastante comentada la facultad de algunos escritores para predecir el futuro o anticipar lo que ocurrirá en años por venir. Julio Verne es el más sorprendente de ellos. ¿Un viaje a la luna, cuando la aeronáutica estaba en pañales? Debía estar enfermo de algo bastante malo. Más todavía cuando también contaba la historia de un tipo que vivía y se desplazaba por el fondo del mar, sin ser pez. Tenían que ser delirios producto de una mente enferma o viciosa.

Con el paso del tiempo la gente se ha acostumbrado a que los autores, por una u otra razón, tienen ocurrencias que luego se hacen realidad. Poe fue otro de esos autores, con su máquina de jugar ajedrez. Y cuando llegan los narradores de ciencia ficción las posibilidades se disparan y se pierde la frontera entre lo posible y lo jalado de los pelos. El cine llega para mostrar que todo es posible –si el dios del trucaje y los efectos especiales lo permite–; sin embargo, ver en la pantalla grande la fantasía hecha realidad, en lugar de incrementar la verosimilitud, la aplasta; y lo que en sus orígenes era fantasía –Verne– ahora es realismo sin chiste. Todavía más: si el público ve en el cine algo extraordinario, no piensa que es extraordinaria la mente que imaginó eso, sino que son extraordinarios los efectos especiales; ya no le importa preguntarse si eso es posible o no, sino simplemente disfrutar del espectáculo. La ciencia se ha convertido en un espectáculo.


Julio Verne

Una de las actividades de Julio Verne fue la divulgación científica; sin duda tenía imaginación y talento, lo cual, sumado a los conocimientos científicos que poseía, allana el camino para explicarse su capacidad para anticipar (¿predecir?) la construcción de máquinas extraordinarias. Algo similar debe ocurrir con los escritores de ciencia ficción. Es decir, deben conjugar talento, imaginación, información y conocimientos científicos, así como capacidad prospectiva.

Eso explicaría muchos casos, pero hay uno que nunca he logrado explicarme. Tal vez aquí haya sido coincidencia más que anticipación; no obstante, siempre me queda la duda. Me refiero a lo siguiente:

En 1903, en algún lugar de Europa, Gustav Meyrink, autor famoso por su novela El Golem, escribió un cuento que tituló “Petróleo–Petróleo”, en el que cuenta la historia del doctor Kunibaldo Delirrabias, que “se estableció en México, en Tampico, y mediante un floreciente comercio de mezcal, bebida embriagante que él sabía preparar químicamente, llegó a poseer millones. Muchas millas cuadradas de terrenos alrededor de Tampico eran propiedad suya, y la enorme riqueza en yacimientos petrolíferos prometía ir aumentando su fortuna hasta lo incalculable.”

El relato es inquietante porque en ese año se ignoraba aún lo que significaría el petróleo para Tampico. Cierto que en 1886 se había establecido en Árbol Grande la primera refinería de crudo, que fundamentalmente procesaba crudo traído de Estados Unidos, y unas cuantas latas –no barriles–del hidrocarburo que se extraía de los pozos cercanos. La producción desmesurada en la Huasteca llegaría el 4 de julio de 1908, aproximadamente a las 13:00 horas, cuando en el pozo San Diego de la Mar número 3 se sintió como si temblara la tierra y al mismo tiempo se escuchó una especie de rugido subterráneo; después un estruendo más al que le siguieron miles de tubos volando a causa del gas y aceite que expulsaba el inframundo terrestre. En cuestión de segundos aparecieron las llamas, como si se tratara de un soplete descomunal y mortífero. En Episodios petroleros, Javier Santos Llorente nos cuenta que la explosión fue tan fuerte que salieron volando animales, trabajadores y sirvientes chinos. Uno de los testigos de aquella experiencia declaraba que las llamas, que alcanzaban más de trescientos metros, parecían la cola de un cometa. Los nativos de aquella región que habitaban a treinta o veinte kilómetros de distancia, buscaron refugio en las partes altas porque pensaron que se iba a acabar el mundo. Hasta la fecha se ignora cuántos murieron a causa de la explosión inicial y de las nubes de gases tóxicos. La presión del petróleo era tanta, que veinticuatro horas después abrió otro boquete en la tierra. “Fue así como el San Diego de la Mar número 3 pasó a la historia con el nombre de ‘Dos Bocas'”, concluye Santos Llorente.

Si en 1903 el auge petrolero no se daba aún en Tampico, y tal vez en Europa era desconocido este puerto, ¿cómo pudo Meyrink escribir ese cuento? Es más, quien lo lea encontrará que también ahí está apuntada la amenaza de los desastres ecológicos.