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Más de un millón de personas asistieron a la escenificación de la Pasión de Iztapalapa

En plena crisis religiosa la fe en los ocho barrios continúa intacta

Entre empujones y riñas de civiles con granaderos, y con ayuda de un Centurión, Cristo logró el ascenso al cerro de la Estrella

Saldo blanco, reportaron la SSP-DF y la PGJDF

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Distintas expresiones de júbilo, ayer, en la procesión de IztapalapaFoto Yazmín Ortega Cortés
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Distintas expresiones de júbilo, ayer, en la procesión de IztapalapaFoto Yazmín Ortega Cortés
 
Periódico La Jornada
Sábado 3 de abril de 2010, p. 6

La infranqueable fe de los ocho barrios de Iztapalapa se volvió a concretar en el creciente fervor desbordado en la 167 representación de la Pasión de Cristo, mientras la fidelidad de los iztapalapenses va creciendo año con año, lo cual es mucho decir en tiempos de crisis de la fe. La representación religiosa más importante del hemisferio norte no apuesta a la reproducción de un hecho inverosímil, sino a recrear una realidad comunitaria, otorgándole novedad al drama para transformarla en expresión colectiva.

Finalmente, entre empellones, retenes de granaderos y enfrentamientos de civiles con policías y Centuriones, el Jesús de Iztapalapa logró su ascenso al cerro de la Estrella para ser crucificado junto con los ladronzuelos Dimas y Gestas, ante 2 millones 275 mil personas, según la demarcación, y un millón 200 mil a decir de la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal (SSP-DF).

El viacrucis de Jesús se inició en Aztecas y Mariano Escobedo, luego de que Poncio Pilatos se lavó las manos al no encontrar ninguna culpa en el Galileo, y Herodes lo condenara a morir crucificado. Acompañado por romanos, fariseos, vírgenes del pueblo y de María, representada por Itzel Shalom Lamas, el Cristo de Iztapalapa avanzaba dificultosamente.

Monedas de chocolate

Las damas del pueblo y los romanos, entre otros, caminaron por Aztecas, Mariano Escobedo y Ayuntamiento, donde fue la primera caída. Luego, en Allende y Cuauhtémoc ocurrió la segunda y posteriormente el Cristo de Iztapalapa realizó la siguiente en Lerdo. Uno de los personajes que encabezó la caravana fue Judas Iscariote, quien arrojó las 30 monedas, que en esta ocasión fueron de chocolate, y recogidas en regocijo por pequeños nazarenos.

Después de las tres caídas, Francisco Serrano siguió con la cruz de 90 kilos a cuestas, aunque, un buen pastor vestido de centurión tuvo que hacerle el quite en los últimos 100 metros, o sea, la parte estelar del viacrucis. Las que no tuvieron contratiempos para llegar a la senda señalada fueron Itzel Shalom Lamas Cisneros, quien encarnó a la virgen María; Alma Granados Torres, como María Magdalena, y Adriana Flores Buendía, la Buena Samaritana.

Pero en el cruce de Toltecas y Ermita Iztapalapa se dio el primer enfentamiento entre civiles, integrantes del comité organizador de la representación y granaderos, en el mismo instante en que Jesús tuvo que dejar la pesada cruz de madera para pasar un retén, aunque sólo por un momento, para continuar su camino hacia la crucifixión, mientras los granaderos contenían a civiles que querían pasar, quienes mostrando el desenfreno de su fe comenzaron a lanzar procacidades a los uniformados por meterse con el Hijo de Dios.

Después de algunos instantes de insultos por parte de un bando y repliegue como respuesta del otro, por fin, Francisco Serrano pudo seguir su camino para, metros después, recibir de nueva cuenta la cruz de madera.

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Un helicóptero, en las alturas, quizá en su representación del Espíritu Santo, contempla la PasiónFoto Yazmín Ortega
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Vista de la ceremonia desde un helicóptero de la SSP-DFFoto Alfredo Domínguez

Interrupciones al nazareno

No obstante, apenas se había incorporado al recorrido cuando se presentó otro enfrentamiento protagonizado por granaderos y jóvenes de la demarcación, lo cual causó que Jesús dejara de nueva cuenta el madero de 90 kilos para, metros después, llevarlo a su hombro otra vez; ya la disputa había sido zanjada, el nazareno, secundado por Dimas y Gestas, los guardias romanos y elementos de la Secretaría de Seguridad Pública continuaron el recorrido para completar el ascenso al cerro de la Estrella, donde Judas Iscariote se ahorcaba por haber traicionado al Hijo de Dios, y se convertía así en símbolo de la traición; a él parecen no haberle servido Los Evangelios de Judas recién descubiertos para expiar su culpa.

Tras casi cuatro kilómetros de recorrido, el Cristo de Iztapalapa cumplió su viacrucis y llegó al Calvario, en realidad el cerro de la Estrella, donde la cruz lo esperaba ya con la inscripción: IESUS NAZARENS REX IUDAEORUM.

Romanos a caballo y la guardia pretoriana arribaron al cerro de la Estrella, mientras el resto de los 2 mil 400 actores llegaron a pie, en tanto que alrededor que 4 mil vírgenes y nazarenos los esperaban en el lugar. Una lluvia de botellas de plástico para los centuriones y la Policía Montada volaron.

El Viernes Santo se inició para 2 mil nazarenos de diferentes edades a las ocho de la mañana, quienes participaron en la Procesión del Silencio, en la que, descalzos o con huaraches y algunos con laceraciones por el recorrido del Jueves Santo, caminaron con cruces de hasta 120 kilos sobre sus espaldas.

Desde esa hora, los penitentes, ataviados con túnicas moradas y algunos con coronas de espinas, se dieron cita en Aztecas, de donde minutos después empezaron a salir para recorrer los ocho barrios de Iztapalapa.

Sin importar edades, condición física y color, los nazarenos caminaron con su cruz, algunos fueron apoyados por sus familiares que iban a su lado, en tanto que otros prefirieron descansar e ir con paso lento y estar listos para el viacrucis de mediodía.

Los participantes recorrieron las calles 5 de Mayo, Toltecas, Cobos, Comonfort, Ayuntamiento, Hidalgo, Juan Álvarez y Vicente Guerrero, para luego tomar otra vez Juan Álvarez y seguir por Allende, Ayuntamiento y Lerdo.

Con mucha fe, los penitentes descalzos recorrieron las calles de los barrios San Lucas, Santa Bárbara, San Ignacio, San Pablo, San José, San Pedro, La Asunción y San Miguel; a esas alturas, algunos ya no podían con las laceraciones y ampollas del Jueves Santo, pero las ganas de participar ayudan, aseguraban.

Todos, nazarenos, locales y asistentes de otras entidades del país, llegaron a la macroplaza metropolitana Cuitláhuac casi a las 13 horas, justo a tiempo para atestiguar el juicio de Jesucristo.