Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 21 de marzo de 2010 Num: 785

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Anuario
LEANDRO ARELLANO

Precio y aprecio de los libros
JUAN DOMINGO ARGÜELLES

Miradas
RICARDO YÁÑEZ

El hombre, el abanico, la mujer, el yin y el yang
GUILLERMO SAMPERIO

J.D. Salinger: el guardián al descubierto
GUILLERMO VEGA ZARAGOZA

Rafael Cadenas: el acontecimiento interior
VÍCTOR MANUEL CÁRDENAS

Leer

Columnas:
Señales en el camino
MARCO ANTONIO CAMPOS

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
Núm. anteriores
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Hugo Gutiérrez Vega

LA INFORMACIÓN (IX DE X)

La prensa doctrinaria que difundía las ideas revolucionarias tuvo que refugiarse en la clandestinidad y fue objeto de toda clase de persecuciones. El sistema permitía la crítica, pero la manejaba a su antojo y sabía cómo mediatizar las voces críticas. Esto no nulifica los esfuerzos hechos por los escritores independientes que prestaban sus servicios a las empresas periodísticas de la burguesía. Todo lo contrario, la complejidad del sistema represivo agrega mérito a aquellos que no aceptan sus premisas básicas y que mantienen su racionalidad en un mundo ocupado por la irracionalidad del orden burgués. Asimismo, es necesario señalar la meritoria labor de algunos periódicos estadunidenses, franceses, ingleses, mexicanos, etcétera que, manteniéndose siempre en el filo de la navaja, conservaron algunos rasgos de independencia y abrieron sus páginas, especialmente las de las secciones editoriales, a los escritores libres e impugnadores del sistema. Este reconocimiento nos impedirá adoptar una actitud maniqueísta y maximalista al acercarnos a los problemas de la información en nuestros días.

Los gobiernos de la burguesía, en los primeros años del siglo XX, se enfrentaban a los conflictos que el pensamiento político clásico ha llamado “pugnas interburguesas”. En estas coyunturas los periódicos encontraban grandes oportunidades para negociar y para intervenir en las pugnas, defendiendo los intereses del grupo que pagaba mejor sus servicios. Bien conocida es la técnica periodística que consiste en no tomar partido en los inicios de un problema y en ir ubicándose al lado de uno de los grupos contendientes durante el “nudo del conflicto”. De esta manera, la prensa se convierte en un elemento capaz de orientar el desenlace de los acontecimientos. Muchos periódicos estadunidenses utilizan estas técnicas para influir, no precisamente por razones críticas, en el desarrollo de los acontecimientos políticos. La campaña de Hearst contra Mckinley es un buen ejemplo de estas maniobras periodísticas que el público, generalmente, no está en aptitud de conocer e interpretar.

Decía, al principio de esta serie, que la libertad de prensa es, a pesar de todo, uno de los pocos recursos que nos quedan para evitar el establecimiento del control total del mundo y de las actividades humanas. Aún quedan periódicos que mantienen, a pesar de las dificultades derivadas de las estructuras políticas y sociales en las que funcionan, un principio crítico (precario por muchos conceptos) que nos obliga a aferrarnos, como a una tabla de salvación, a la idea de la libertad de prensa y a los derechos, cada día más menoscabados, que de ella se derivan.

Lenin, que tuvo que enfrentarse a los rigores de la censura zarista, consideraba en su obra ya citada que “no existe otro medio de educar fuertes organizaciones políticas que un periódico para toda Rusia”. Para lograr sus propósitos de dar coherencia y unidad a la lucha de los grupos del Partido Comunista ruso, creó el periódico Iskra. Su idea era que el órgano periodístico actuara como organizador, difundiera los programas políticos, las consignas partidaristas, y que cumpliera, también, las tareas de proselitismo y de “apoyo a toda protesta y a toda explosión” capaces de acelerar la llegada de la revolución.

Para Lenin, el periódico del Partido debía ser un organizador social, una tribuna en la que pudieran expresarse los problemas políticos y sociales, así como un instrumento importantísimo para la formación de los dirigentes a través de un “enjuiciamiento sistemático y cotidiano de todos los aspectos de nuestra vida política”, según lo afirma su autor en la misma obra.

(Continuará)

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