Cultura
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El escritor lusitano estuvo en México, donde circulan tres de sus libros con el sello Almadía

Más que juzgar a las personas, quiero comprender, dice Tavares

Me interesa ver cómo funciona la mente humana, no la portuguesa o la mexicana

El miedo, la violencia, el dolor, la muerte y el deseo carecen de nacionalidad, manifiesta a La Jornada

 
Periódico La Jornada
Martes 16 de marzo de 2010, p. 4

El escritor joven más prominente de las letras portuguesas actuales se llama Gonçalo M. Tavares. Es autor de una obra sólida y ampliamente reconocida por propios y extraños. José Saramago ya dijo de él: No tiene derecho a escribir tan bien a los 35 años, dan ganas de darle un puñetazo.

Ahora, a sus 40 años, Tavares ha pasado –en palabras de Enrique Vila-Matas– de narrador de raza a genio de un inmenso futuro.

Hace unos días el escritor lusitano visitó México, donde tres de sus libros circulan bajo el sello de la editorial independiente oaxaqueña Almadía: Historias falsas y Agua, perro, caballo, cabeza, ambos de cuentos, y la novela Jerusalén, considerada una obra maestra.

Su descubrimiento de los libros y la literatura es parecido al de muchos otros autores: primero se hizo lector en la biblioteca familiar y poco a poco la lectura se fue apoderando de su tiempo: a partir de los 15 años, leer se volvió la actividad central de mi vida y escribir fue una consecuencia lógica de la lectura.

Origen de lector

Entre los 18 y los 30 años, Gonçalo M. Tavares escribió sin publicar, por decisión propia: Me levantaba a las cinco y media de la mañana, a las seis y media empezaba a leer y después me iba a algún café de Lisboa, mi escondrijo, a escribir en mis cuadernos. Mi origen es claramente un origen de lector, por tanto, cuanto más leo más voluntad tengo de escribir; necesito leer para escribir, podrá haber días que no escriba, pero no hay un solo día en que no lea.

Durante esos 12 años escribió gozosa y apasionadamente todas las mañanas, en su escondrijo, donde no admitía interrupciones: defendía ese tiempo y ese espacio con todo. Si perdí 30 mañanas sin escribir, es mucho.

Además del placer por escribir, lo animaba la convicción de que la escritura requiere disciplina y dedicación, como el dibujante que necesita dibujar todos los días para tener la mano caliente.

Se trata de no largar el animal que está en nuestras manos, porque si lo largas, se va.

En ese periodo se gestaron los libros que Tavares empezaría a publicar cumplidos los 31 años, los que le han valido el prestigio del que ahora goza.

Se reconoce como escritor portugués porque en esa lengua escribe, pero no se ubica en una tradición literaria portuguesa: “Siempre he leído por puro placer; leo lo que quiero, si tomo un libro y en ese momento no me gusta, paso a otro y después regreso.

Por tanto, mis lecturas abarcan un espectro literario muy amplio y los diferentes estilos me aportan cosas distintas, pero no sólo los libros; me gusta mucho la ciencia, el arte contemporáneo. Después de ver una buena película puedo tener muchas ganas de escribir; me han marcado tanto un Borges como un Musil o un Thomas Mann.

Por lo mismo, no me ubico en la literatura portuguesa o no sólo en la literatura portuguesa. Vivimos felizmente en una época de buenas traducciones que dan acceso a buenos escritores en nuestra lengua. Para mí es un gran honor escribir en lengua portuguesa, que es fantástica, pero hay una diferencia entre lengua portuguesa y literatura portuguesa; lo importante para mí ha sido leer libros buenos y muy buenos, sin importar la nacionalidad de los autores, y no leer libros sólo porque son de autores portugueses. Nunca fue ése mi criterio.

Recordar, papel de la literatura

“La idea de que existen temas portugueses, mexicanos o brasileños –prosigue Tavares– está en la superficie, porque si tú empiezas a profundizar están el miedo, la violencia, el dolor, la muerte, el deseo, temas que no tienen nacionalidad, que tienen que ver con el ser humano y sus dificultades en la vida. Eso es lo que a mí me interesa: ver cómo funciona la mente humana, no la mente portuguesa o la mexicana, sino la de los seres humanos.”

Foto
Gonçalo M. Tavares, durante la entrevistaFoto Roberto García Ortiz

Uno de sus temas recurrentes es el mal: el ser humano es terrible, pero más que juzgar quiero comprender por qué el mal es ejercido sobre alguien. Acciones como la tortura que se practica sobre alguien que no se puede defender.

Hitler –paradigma de la maldad humana– le resulta fascinante: Me parece importante indagar qué hay atrás de personajes sanguinarios y diabólicos: no es tan cierta esa idea de que los buenos hacen siempre puras cosas buenas y los malos hace puras cosas malas. Todo es más complejo.

Aquí es donde entra el tema de la memoria, para recordar el contexto en que el mal se empodera. Recuerda Tavares: después que los alemanes pierden la Primera Guerra Mundial, Estados Unidos financia la reconstrucción de Alemania, pero viene el crack bursátil de 1929: cuando deja de entrar dinero de Estados Unidos, empieza a crecer brutalmente el desempleo en Alemania.

Hitler gana las elecciones porque ofrece disminuir el desempleo y mejorar la economía: si tú le das pan a una persona con hambre, hace lo que le digas; para los alemanes que estaba desempleados y tenían hambre, Hitler era en ese momento un buen hombre.

Indirectamente ése es el tema de la novela Jerusalén: “Pienso que una de las funciones de la literatura es recordar y estar atenta, porque las noticias son un presente que rápidamente es sus-

tituido por otro presente, y no se detienen a ver el origen de las cosas: son impresionantes las semejanzas de la actual crisis económica mundial con la de ese tiempo; la pobreza, el desempleo, los síntomas se están repitiendo, y me asusta la falta de cultura histórica de los políticos. O se actúa ahora, o algo va a suceder.”

Tanto como la maldad, a Tavares también le fascina la bondad absoluta. ¿Qué hace que una persona abandone su vida confortable y dedique los mejores años de su vida a ayudar a los demás?

Literariamente, reconoce el escritor, no es un tema fácil de abordar: “Es un desafío; (León) Tolstoi empieza La guerra y la paz diciendo que las familias felices son todas iguales y que las infelices lo son cada una a su manera; hay miles de novelas sobre la felicidad que son horribles”.

Sobre los elogios que ha recibidos de figuras consagradas de la literatura mundial, Gonçalo M. Tavares dice que le honra mucho que grandes autores le den atención a mi trabajo, sobre todo porque son gente de oficio que sabe lo difícil que es intentar escribir un buen libro; después de los miles de libros extraordinarios que la literatura tiene, que personas como ellos te digan eso es importante y es un honor.

Puntos para una figura final

–¿Lo condicionan esos elogios, le pesan?

–No. Puede ser peligroso cuando se quiere continuar agradando a alguien; hay elogios o críticas negativas que pueden paralizar a un escritor, o tal vez si tuviera 20 años quedaría paralizado, pero a mí me ayuda el hecho de que todo lo que he publicado o estoy por publicar ya está escrito; tengo libros ya listos.

Por lo mismo, “mis libros son muy distintos entre sí, la escritura es muy distinta. Si alguien lee Jerusalén, que es una novela oscura sobre la violencia y la locura, y luego otro más lúdico, no va a creer que son del mismo autor. También por eso es difícil definir mi obra.

“Hay grandes autores que escriben siempre el mismo libro, cada vez mejor, pero siempre el mismo, lo cual no tiene que ver con la calidad.

En cambio, cada uno de mis libros es como un punto de esos dibujos que se forman uniendo los puntos con líneas. Estoy poniendo los puntos, pero la figura final no sé cual será.