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Por primera vez, una muestra enfrenta al impresionista con sus sucesores y discípulos

El museo Thyssen sitúa a Monet como guía del abstraccionismo

Se evidencia el diálogo visual que existía entre el parisino y la generación de Pollock, Rothko y Gottlieb

Se busca descubrir qué vieron en su obra, dijo Guillermo Solana, director del recinto

Corresponsal
Periódico La Jornada
Lunes 15 de marzo de 2010, p. a10

Madrid, 14 de marzo. Claude Monet, uno de los precursores del impresionismo y a la vez uno de los grandes olvidados de la pintura del periodo de entreguerras, revolucionó el lenguaje pictórico y se erigió muy pronto en un clásico en la historia del arte. Sin saberlo, cuando terminó la Segunda Guerra Mundial y algunos artistas templaron su frenesí rupturista, los grandes exponentes del movimiento abstracto encontraron en Monet a un guía y maestro. Por primera vez un museo, el Thyssen-Bornemisza, muestra y enfrenta a Monet con sus discípulos, como Jackson Pollock, Mark Rothko o Sam Francis, entre otros.

La pinacoteca madrileña logró, después de muchas gestiones, concentrar algo más de 100 obras que explican con mayor nitidez la relevancia estética y conceptual de Monet, no sólo por lo que revolucionó en su época y en el debate de entonces del fin de siglo, sino también por lo que aprendieron de él algunos de los grandes genios de las artes plásticas de finales del siglo XX.

Aislado de las modas

Monet nació en París en 1840 y murió en un pequeño pueblo de la campiña, Giverny, donde se aisló los últimos años de su vida, ensimismado en ese microcosmos que creó y que, también, pintó con rigor, sobre todo aquel jardín majestuoso y embriagador al que dedicó también gran parte del final de su existencia. Este pintor, considerado por muchos el gran precursor del impresionismo, vivió los primeros años de su juventud artística inmerso en un París agitado por las ideas rupturistas que ya anunciaban la llegada de las vanguardias. Pero nada más iniciado el siglo XX, Monet decidió refugiarse en su casa de la campiña, donde apenas salía y veía a muy pocas personas, y donde finalmente murió. Se aisló no sólo de la vida citadina, sino también de las modas artísticas de entonces, que lo consideraban un artista decadente y con una visión antigua del arte.

Por eso, y por el fulgor innovador, Monet fue el gran olvidado del arte de entreguerras. Ni se le mentaba ni se le citaba como referente; el estilo impresionista se tildaba de burgués y el uso de los colores pasteles se llegaba a desdeñar por una supuesta vocación kitsch.

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Entre las obras que se pueden ver destacan Tilo (1978), de Joan Mitchell; Vista de Venecia (1840), de William Turner, y El estanque de nenúfares (1917-1919), de Monet, en la imagenFoto Reuters

Así que fue la generación de Pollock, Rothko, Willem de Kooning, Joan Mitchell y Adolph Gottlieb la que recuperó la enorme importancia de Monet al arte: ellos actualizaron sus indagaciones en el lenguaje pictórico mediante una escuela, el abstraccionismo, que se inspiró en gran medida en las obras de Monet.

Nunca se había intentado hacer una exposición en la que Monet y sus sucesores, los artistas abstractos, se enfrentaran cara a cara, que se pusieran frente a frente y se comparara hasta qué punto estaban inmersos en la misma investigación, explicó Guillermo Solana, director de la pinacoteca madrileña, quien además matizó que la exposición pretende descubrir qué vieron en la obra Monet. El montaje es para que el espectador entienda lo que queremos decir, que los diálogos visuales sean muy evidentes, pues la obligación de los museos es plantear problemas al público, nuevas lecturas de los clásicos. Espero además que consigamos que entren con más facilidad en la pintura abstracta, la cual profundiza muchos aspectos de nuestra tradición pictórica.

Entre las obras que se pueden ver destacan El sauce llorón (1920-1922), de Monet, junto a Tilo (1978), de Joan Mitchell; El puente de Charing (1899) junto a Vista de Venecia (1840), de William Turner, en el apartado Brumas y variaciones. En el apartado Efectos de luz están Puesta de sol en Etretat (1883) junto a Sin título (1969), de Mark Rothko; El estanque de nenúfares (1917-1919) al lado de Lorelei (1957), de Helen Frankenthaler.

La curadora de la muestra, Paloma Alarcó, explicó que “la dimensión política del revival de Monet y del impresionismo abstracto también giraba en torno a otros problemas además del regreso a la naturaleza. Su hincapié en mirar hacia el exterior –inclinación por buscar el contenido no en el yo, sino en el mundo natural– tenía también carga política”. La exposición se mostrará hasta el próximo 30 de mayo.