Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 14 de marzo de 2010 Num: 784

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Ojos
RICARDO GUZMÁN WOLFFER

Nota ilegal
ARIS ALEXANDROU

El secreto de su cine
CARLOS ALFIERI entrevista con JUAN JOSÉ CAMPANELLA

Dos poemas
NATALIA LUNA

Mil 200 noodles: la deportación de niños no judíos de Israel
ROLANDO GÓMEZ

Reconstrucción
GASPAR AGUILERA DÍAZ

El Manifiesto comunista y el papel de la izquierda
MACIEK WISNIEWSKI

Al pie de la letra
ERNESTO DE LA PEÑA

Leer

Columnas:
Prosa-ismos
JAVIER SICILIA

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]

 

Jorge Moch
[email protected]

Revuelcos de zahúrda

En 1949, Emile Cioran escribió Breviario de la podredumbre. Allí, con lucidez punzante trizó certezas del pensamiento colectivo occidental. Una de sus víctimas favoritas fue el enervante credo de “el santo, ejemplar justamente fascinador y repelente, por relación al cual siempre se está a medio camino y en una posición falsa”.

Hace cosa de diez días que la periodista Carmen Aristegui entrevistó en su programa de radio a la familia –clandestina, y según parece no la única–, del sacerdote católico y fundador de la controversial y multimillonaria orden de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel. Hablar de las tropelías de Maciel no es cosa nueva. Las primeras denuncias de sus atrocidades merecieron que poderosos empresarios, como Lorenzo Servitje, estrangularan económicamente a Canal 40, televisora independiente de Javier Moreno Valle. Hoy son cosa pública sus depredaciones sexuales, sus amoríos y progenies ilícitas, sus plagios literarios – El salterio de mis días, texto presuntamente toral de los Legionarios, es un vil plagio al español Luis de Lucía– y sus redivivas, cuantiosas estafas, pero la entrevista de Carmen a Blanca Estela Lara Gutiérrez y sus tres valientes hijos, José Raúl González Lara, Omar González Lara y Cristian González Lara, resulta un documento escalofriante en tanto lleva luz pública a oscuros rincones del quehacer de una de las órdenes religiosas más poderosas del mundo. La mujer y sus hijos, cuya existencia fue públicamente negada durante décadas por Maciel y sus correligionarios, han demostrado no sólo su relación filial con Maciel, sino el pleno conocimiento que de ello tenían altos personeros de los Legionarios y diversos niveles del clero, desde la arquidiócesis mexicana hasta el Vaticano mismo.

Los relatos de los hijos de Maciel son escalofriantes cuando detallan cómo, a edades de siete u ocho años, su propio padre, ese presunto santón que recientemente no pocos imbéciles se empeñaban en canonizar, abusó sexualmente de ellos; cómo fue capaz la ralea de Maciel de intentar, con el concierto de un psiquiatra español, de enloquecer a su propio hijo administrándole ilegalmente drogas para esquizofrénicos cuando el muchacho, no pudiendo soportar los conflictos que le causaban los abusos de su padre, externó su necesidad de acudir a terapia psicológica. En ese entonces, relató Raúl González Lara, su padre desaconsejó enérgicamente el acercamiento a una psicóloga en Cuernavaca para mejor mandarlo a Madrid, a una lujosa clínica psiquiátrica, donde le administraron medicamentos que no necesitaba. La nube de influencia de Maciel y sus Legionarios ya se había extendido por el mundo y gozaba del favor irrestricto del papado asumido por el polaco Wojtyla, quien a pesar de las reiteradas, escandalosas, multiplicadas y variadas denuncias contra uno de los más notorios criminales que ha podido alojar en su seno la Iglesia católica moderna, nunca permitió que se le tocara con el pétalo de una investigación judicial en forma, convirtiéndose así en vergonzante cómplice.

Aristegui hace públicas las terribles revelaciones sobre Maciel, sobre la manera en que personeros de su rebaño han tratado de acallar e intimidar a Blanca Estela Lara y sus hijos, de impedirles un justo resarcimiento económico o el reconocimiento público de lo mucho que se les lastimó, y han saltado en la conjura criminal nombres tanto de sacerdotes de la orden como de seglares, pilares de esa que más que orden religiosa parece grupo de delincuencia organizada: el superior de la orden y sucesor –tapadera– de Maciel, Álvaro Corcuera; el falso procurador de la orden ante l Vaticano, el sacerdote Carlos Skertchly, el rector de la Universidad Anáhuac, Jesús Quirce o su asesor financiero, Jaime Durán; allí el secretario general de la Legión, Evaristo Sada y allí, también, el arzobispo Rivera Carrera cuando en 1997 respondía virulentamente a las acusaciones contra Maciel, acusando a su vez a las víctimas de calumniadores y conspiradores pagados para lastimar a la Iglesia y al Papa.

A la progenie marcada por la triste herencia de Maciel, mi solidaridad absoluta. A Carmen el aplauso sin ambages a su valentía de mujer, a la coherencia de su posicionamiento en el discurso público y por su contribución para desenmascarar ése que con finos modales, sonrisas falsas y manos delicadas, a menudo vistiendo sotana dejo aquí que defina la cristalina lucidez, otra vez, de Cioran: ése que “Llegado a las cimas doradas de sus repugnancias, en las antípodas de la Creación, hace de su nada una aureola”.