Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 14 de febrero de 2010 Num: 780

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Falsa memoria de la nieve
GUSTAVO OGARRIO

Dos poemas
PANOS K. THASÍTIS

Cuando los recuerdos pesan demasiado
MARCO ANTONIO CAMPOS

La Cincuentena
PIEDAD BONNETT

Nadie sabe de amor si no ha perdido
ÁNGEL GONZÁLEZ

Confesiones de un Quijote
JUAN MANUEL ROCA

Dos poemas inéditos
LUIS GARCÍA MONTERO

Vista cansada o por sus versos
JOAQUÍN SABINA

Luis García Montero
JUAN GELMAN

Entre lo maravilloso y lo cotidiano
OCTAVIO PAZ

Un poeta que habla en medio de la plaza
RAFAEL ALBERTI

El teatro es vocación y convicción
RICARDO YÁÑEZ entrevista con
ZAIDE SILVIA GUTIERRÉZ

Leer

Columnas:
Prosa-ismos
ORLANDO ORTIZ

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

Cabezalcubo
JORGE MOCH


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¿Fin de la ciencia?

LA CIENCIA RACIAL

En el primer capítulo de El gran Gatsby (1925), F. Scott Fitzgerald pone en boca de su personaje Tom Buchanan la noción de que la civilización se está colapsando: “Has leído El ascenso de los imperios de color, de este hombre God dard… La idea es que si no tenemos cuidado, la raza blanca quedará completamente hundida. Todo esto es científico, ha sido demostrado.” Fitzgerald probablemente pensaba en The Rising Tide of Color Against White World-Supremacy (1920), un libro de Lothrop Stoddard, en donde se anticipa el colapso de la raza blanca; o bien el novelista quería evocar al eugenista Henry h . Goddard, quien estudió la “debilidad mental” y la herencia. Ambos eran científicos bien intencionados, y si bien sus métodos y conclusiones hoy parecen más que cuestionables, estaban lejos de ser racistas ciegos y abominables: Stoddard se manifestó en contra del colonialismo y la opresión de los pueblos, y Goddard se retractó de sus conclusiones más incendiarias y hasta su muerte rechazó el uso que dieron a sus ideas los eugenistas y demás grupos xenófobos. Pero, en cualquier caso, en un tiempo no muy remoto el racismo científico era considerado legítimo y las clases educadas, como los protagonistas de esta obra maestra, creían en él. Esto nos obliga a pregun tarnos: ¿Cuántas otras ramas de la ciencia no serán desacre ditadas en un futuro cercano? ¿Cuál será el rostro de la ciencia en diez, cincuenta o cien años?

RENDIMIENTOS DECRECIENTES

Podemos preguntarnos, como John Horgan en su libro The End of Science, si no hemos alcanzado un punto en el que las ciencias nos han acercado notablemente al entendimiento de la realidad del mundo natural y la era de los grandes descubrimientos científicos ha terminado. Si bien aún somos inmensamente ignorantes en todos los campos del saber, es poco probable, de acuerdo con algunos de los científicos más importantes de nuestro tiempo, que haya grandes revelaciones o sorpresas en el futuro próximo, y las estructuras descubiertas en la biología, la física o la química difícilmente serán sacudidas o derrumbadas por nuevas ideas, pero serán complementadas, matizadas y enriquecidas quizás por “incrementos de rendimientos decrecientes”, como escribe Horgan. No hay duda de que aún quedan millones de preguntas por responder, pero ¿será la ciencia como la conocemos la única forma de abordarlas o podrán aparecer nuevos sistemas para aprehender la realidad?

LA ERA DEL PETABYTE

Los orígenes de la tradición científica están cimentados en Jonia, en la actual Turquía. Como señala Peter Watson, en su insuperable A History of Thought and Invention, From Fire to Freud, los antiguos griegos fueron los primeros en entender que el mundo podía ser conocido, y el conocimiento podía ser adquirido por medio de la observación sistemática. Ellos creían que más allá de los dioses y los mitos de los ancestros existía un orden discernible del mundo y del uni verso. Esta simple ruptura con la tradición dio lugar al surgimiento de ideas novedosas que a su vez fueron los ci mientos del método científico, el cual por siglos nos ha servido para explicarnos el mundo y crear las tecnologías de las que hoy dependemos. Sin embargo, Chris Anderson, el editor de la revista Wired, plantea en su artículo “The End of Theory: The Data Deluge Makes the Scientific Method Obsolete” (junio 2008) que en una era en que la información se mide en petabytes (1015 bytes) comienza a postularse la posibilidad de prescindir de modelos y teorías, ya que la información masiva y las matemáticas aplicadas pue den sustituir cualquier otra herramienta intelectual, y el sistema de observación-hipótesis-experimentación-teoría se vuelve obsoleto. Anderson plantea que en la economía, la genética, la computación y la astrofísica ya se emplean bases de datos tan gigantescas que rebasan nuestra comprensión, pero que pueden ser procesadas en la nube computacional (es decir, en inmensos recursos de procesamiento distribuidos) para obtener resultados asombrosos. Los algoritmos estadísticos descubrirán patrones insospe chados y nos revelarán aspectos desconocidos del mun do. La idea es que tener mucha más información no sólo es mejor sino que puede dar resultados diferentes. Esto es parcialmente cierto, ya que hoy pueden hacerse cosas que antes eran imposibles y se pueden emplear viejos métodos de maneras novedosas. Sin embargo, en bases de datos de esos órdenes de magnitud también es fácil encontrar co rrelaciones y patrones sin valor alguno que fácilmente pueden confundir y engañar. Sin teorías, los científicos serán incapaces de diferenciar cuáles resultados son azarosos y cuáles son importantes. Quizás la era de los grandes descubrimientos ha quedado atrás, pero la ciencia en la era del petabyte puede dar lugar a una nueva edad de oro.