Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 24 de enero de 2010 Num: 777

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

La utopía indígena de Ricardo Robles
LUIS HERNÁNDEZ NAVARRO

Ceniza azul y destello
HJALMAR FLAX

La desigualdad de México desde el True North
MIGUEL ÁNGEL AVILÉS

Nocturno de Charlottesville
CHARLES WRIGHT

Estados Unidos y los indocumentados mexicanos
RAÚL DORANTES Y FEBRONIO ZATARAIN

Una actriz de dos ciudades
RICARDO YAÑEZ entrevista con GABRIELA ARAUJO

Leer

Columnas:
Señales en el camino
MARCO ANTONIO CAMPOS

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]

 

Felipe Garrido

Renata

Era una ciudad serena, ante un mar extraordinariamente verde. Mushú nos decían en la calle. Allí vivía mi tío Fermín, hermano de mi abuelita, que tuvo diecisiete. Pasamos unas semanas en su casa, muy grande –diez habitaciones, jardín, patio y traspatio. Allí aprendí botánica y zoología, observando flores e insectos de la mano de mi padre. Jazmines, naranjos y guayabos fueron mis amigos. Un día una manga de chapulines nubló el cielo y se murieron todos. No quedó una hoja ni una flor.

Allí conocí la maravilla de los atardeceres. El cielo se vestía de naranjas y dorados, la brisa parecía venir de un horno y, más allá de la cocina, mi prima Renata se bañaba. Se metía desnuda bajo el chorro de agua, mientras yo la veía a escondidas, ante la mirada cómplice de un gallo. Me recreaba en sus pechos erguidos, sus caderas redondas, sus piernas esbeltas. Ella lo supo y empezó a castigarme alzándose la falda hasta los muslos. Yo me ruborizaba, pero la veía.