Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 17 de enero de 2010 Num: 776

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Cinco brevedades
ENRIQUE HÉCTOR GONZÁLEZ

Un poeta
ARIS DIKTAIOS

Camus y la muerte absurda
RICARDO BADA

El absurdo y el hombre rebelde de Camus o
volver a empezar

ANTONIO VALLE

Camus: regreso al hombre rebelde
GUILLERMO VEGA ZARAGOZA

Siete preguntas para una escritora fuera de serie
ESTHER ANDRADI entrevista con LUISA VALENZUELA

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Columnas:
Prosa-ismos
ORLANDO ORTIZ

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

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LUIS TOVAR

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NAIEF YEHYA

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Ana García Bergua

Nocturno de Xilitla

Soñar, soñar la noche, la calle, la escalera
y el grito de la estatua desdoblando la esquina.
Correr hacia la estatua y encontrar sólo el grito,
querer tocar el grito y sólo hallar el eco,
querer asir el eco y encontrar sólo el muro
y correr hacia el muro y tocar un espejo

 

XAVIER VILLAURRUTIA, “NOCTURNO DE LA ESTATUA”

¿Qué es exactamente lo que recorren los afanados visitantes cuando suben y bajan y pasan y también tropiezan por los intrincados caminos de Las Pozas, en Xilitla? Quizá recorren un jardín tan huasteco como inglés de exóticas especies vegetales, al que alguna vez habitaron orquídeas y jaulas llenas de animales sorprendentes, o tal vez transitan por unas esculturas gigantescas, que se habitan como se habitan los sueños –con una mezcla de automatismo y pasmo–, o quizá, por qué no, siguen los recovecos de la mente de un hombre que sueña, o la de otro hombre que escucha e interpreta la narración de los sueños del otro. En el jardín de Edward James en Xilitla podría suceder la escena de los amantes de La edad de oro, de Buñuel, aquélla en la que una pareja trata de amarse, sin lograrlo, eternamente. El jardín de James es la escenografía perfecta de aque llas cosas que pasan en nosotros pero no suceden en la realidad, es la representación del Otro Lado, ese sitio entrañable de belleza enigmática y aterradora en el que una parte nuestra vive sin darse cuenta, ese lugar que los surrealistas encontraron y representaron tantas veces.

Dice Xavier Guzmán Urbiola en el ensayo Edward James en Xilitla, que Xilitla fue para James el lugar donde “diría Mircea Eliade, debía establecer su centro, a partir del cual iniciar la fundación de su mundo y orientarse dentro del caos”. Durante mucho tiempo buscó Edward James aquel mundo que pudiera expresar y habitar a la vez. El inglés de orígenes le gendaria y confusamente aristocráticos, heredero de una fortuna inmensa –parte de la cual debía al elefante que aplastó en Sierra Leona a su acaudalado tío Frank James–; el rebelde ante la rigidez y la contención de las clases altas de Inglaterra, el extravagante personaje de los artísticos happy twenties; el men tor de los surrealistas; el mecenas de Dalí y Magritte, el productor de los ballets ruses de Georges Balanchine casado brevemente con la bailarina Tilly Losch; el poeta que publicó más de treinta libros sin encontrar un sitio en las letras; el habitante de Hollywood durante la segunda guerra mundial; el coleccionista que acompañó a casi todos los movimientos importantes del arte de su siglo, to do eso que fue Edward James, fue a parar a Cuernavaca en los años cuarenta, invitado por un antiguo compañero de Oxford. Ahí conoció a Plutarco Gastélum Esquer y, luego de emprender con él un viaje por el paisaje selvático de la Huasteca en busca de orquídeas, encon tró Xilitla y fundó ahí su reino tras en contrar la Revelación , el día en que una nube de garcíamarquesianas mariposas cubrió a su amigo mientras nadaban en unas pozas.

Fue así como James y Gastélum comenzaron estas construcciones en medio de la selva, a partir de los diseños del inglés, que se veían enriquecidos e in terpretados tanto por Plutarco –quien se quedó a vivir ahí para más tarde casarse y formar la familia a la que James adoptaría también como suya–, como por los jefes de las cuadrillas de albañi les que trabajaron en su edificación y que se ingeniaron para crear complicadas cimbras de madera donde vaciar el concreto para lograr las formas surgidas de los sueños del artista. James coleccionó en Xilitla especies de plantas y anima les que transformaron el paisaje y dio a sus pobladores una fuente de trabajo más similar a la de los constructores de templos y pirámides –mucho mejor pa gados, eso sí–, sólo que su obra estaba muy lejos de lo religioso en un sentido doctrinal, y muy cerca en lo que une a lo espiritual con el arte: “infinidad de caprichos de concreto armado, una arquitectura tan desmedida como su exuberante entorno. Enormes edificios sin función, los cuales sólo y, nada menos, albergan expresiones del alma”, como escribe Guzmán.

Xilitla fue para Edward James un refugio y un lugar que lo representaba, en el que se perdía por largas temporadas. Hasta su muerte en 1987, pocas perso nas, además de algunos amigos suyos, como Leonora Carrington, conocieron del sitio. Ahora el parque de las Pozas se abre a los visitantes que, impresiona dos, no sabemos bien qué recorremos. Quizá, diría Cernuda, la piedra divina que un desastre arrojara desde el templo al abismo.