Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 3 de enero de 2010 Num: 774

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Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

La imagen
RICARDO GUZMÁN WOLFFER

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¿Lo dijo o no lo dijo?
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ESTEBAN VICENTE

La incomprensión crítica sobre Juan Gris
FRANCISCO CALVO SERRALLER

Juan Gris, el poeta cubista
MIGUEL ÁNGEL MUÑOZ

Estética de la erosión
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¿Lo dijo o no lo dijo?

Orlando Ortiz

Cierto, fue en mayo. Pero no ha pasado mucho tiempo. Me refiero al 150 aniversario del natalicio de Sir Arthur Conan Doyle, a quien puede considerársele precursor de la investigación criminalística moderna, además de creador de uno de los detectives más célebres de la literatura –o tal vez lo primero fue consecuencia de lo segundo.

Por si fuera poco, ambos –creador y criatura– han sido cuestionados y polémicos. Uno, porque habiendo enarbolado el espíritu científico, el racionalismo y el método en sus escritos, y siendo médico de profesión, devino espiritista furibundo y cazador de haditas; y el otro, por ser un prototipo del héroe victoriano: soberbio, con algo –a veces mucho– de prepotencia, imperialista, egocéntrico, en alguna medida misógino e inteligente. (Lo reconozco, eso parece contradictorio, pues un hombre inteligente no puede odiar a las mujeres, ni siquiera alegando, como Sherlock Holmes, que el amor, como toda otra pasión, no puede anidar en un alma fría, serena y fanática del método.)

Los rasgos que le atribuimos a Holmes más parecerían defectos que atributos, no obstante es indudable que a pesar de ellos cautivó y sigue cautivando a mucha gente. No es el momento ni el lugar para meternos en cuestiones de la recepción, si acaso podemos aventurar que el atractivo ha sido la confrontación del misterio con la inteligencia, la ecuación enigma-análisis, adobada con el peligro inminente.

Desde luego que Sherlock Holmes no fue el primer detective como tal, antes encontramos al célebre Auguste Dupin, investigador surgido de la febril imaginación de Edgar Allan Poe, y del cual no se expresa muy bien el mismo Holmes, que se considera superior a él. Tal vez porque el inglés consideraba más científicos sus análisis, pues el XIX estaba ya bastante avanzado y la mentalidad “positivista” campeaba tranquilamente, haciendo adeptos por toda Europa.

Empero, ¿cómo era Holmes? Según su compañero y “biógrafo”, el doctor Watson, era un hombre ignorante de cuestiones literarias, filosóficas y astronómicas; de política sabía muy poco, de botánica sabía algunas cosas, por ejemplo, lo referente a narcóticos y venenos, pero no más; sus conocimientos de química eran excelentes y los de geología bastante aceptables; los de anatomía podían considerarse buenos pero poco sistemáticos; tocaba el violín, boxeaba y manejaba bastante bien la espada y el bastón, e indudablemente era un tremendo erudito en “literatura sensacionalista”. Suponemos que Watson se refería con esa expresión a lo que actualmente llamamos nota roja. Algo que el compañero de Holmes no menciona es la habilidad que tenía este personaje para disfrazarse, como se nos cuenta en algunos de los relatos.

¿Por qué asentábamos al principio que puede considerársele precursor, o incluso iniciador de la investigación criminalística moderna? En opinión de los estudiosos del tema, porque Conan Doyle, en los relatos protagonizados por Holmes, marca la transición de la investigación empírica a la científica. Quien haya leído algunas de las obras de este autor, recordará que su capacidad de observación es asombrosa, pues detalles aparentemente insignificantes los vuelve significativos al asociarlos con sus conocimientos del entorno, de las costumbres, de lo social, del ser humano, o con información extraída de sus lecturas escandalosas.

Esa capacidad podía ser producto, como apuntan algunos de sus biógrafos, de su formación profesional, pues en aquella época los médicos debían diagnosticar al paciente basándose exclusivamente en la observación, tanto de la apariencia física como de los síntomas que presentaba o le contaba el enfermo, pues eran desconocidos todos los recursos que existen actualmente para revelar al médico (análisis diversos, tomografías, electrocardiogramas, rayos X, resonancias magnéticas, etcétera) los males del enfermo.

Al parecer, en aquellos años la policía ignoraba los pequeños detalles y desechaba los datos que no encajaran con la hipótesis elaborada inicialmente, lo opuesto a la concepción de Holmes, que condenaba a los detectives de Scotland Yard porque teorizaban antes de analizar cuidadosamente las evidencias, de manera que acababan deformando los hechos para ajustarlos a la teoría, en vez de adecuar ésta a los hechos. De ahí su frase: “Cuando se ha eliminado todo lo que parece imposible, lo que queda entonces, aunque improbable, se considera como verdad.”

Lo anterior puede adquirir más cuerpo y sentido si le añadimos dos juicios más: “No debe confundirse lo insólito con lo misterioso. Cuanto más ordinario es un crimen, más misterioso también, ya que estarán ausentes las características o peculiaridades que puedan servir de punto de partida a nuestro razonamiento.” Y: “En la resolución de un problema, lo principal es la capacidad para razonar hacia atrás. Es una habilidad muy útil y muy fácil, pero que la gente no practica mucho. Cuando hablo de razonar hacia atrás, quiero decir analíticamente.”

Por si fuera poco, Sherlock fue pionero de métodos o técnicas científicas que ahora pueden considerarse “obvias” en una investigación, pero no lo eran en su tiempo. Por ejemplo, la balística, las posibilidades de la grafología, el estudio de las huellas digitales o también la posibilidad de averiguar en qué máquina de escribir había sido escrita una nota, porque “no hay dos máquinas que escriban igual”.

De ahí que sea incomprensible cómo el creador de este personaje de mentalidad eminentemente racional, científica y positivista, haya sido defensor del espiritismo y fuera engañado por unas niñas que le enviaron la fotografía de unas hadas en el bosque de Cottingley. Al parecer, la emoción o los sentimientos pueden, si las circunstancias se presentan, dominar lo racional, pues hay quienes dicen que fue la muerte de su hijo mayor lo que llevó a Doyle al espiritismo, pero también hay quienes sostienen que eso es una falacia. El misterio persiste, quizá haría falta un Sherlock Holmes para descifrar la incógnita.

Y para terminar, diremos: No lo dijo. Sí, me refiero a la famosa frase “Elemental, mi querido Watson”, que supuestamente pronuncia Holmes cuando su amigo le pregunta cómo solucionó determinado caso. En los libros no está, sí en las películas. Pero como diría otro personaje de nuestro mundo fílmico nacional: “Eso… no tiene la menor importancia.”