Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 27 de diciembre de 2009 Num: 773

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

La Trampa: Alva y López
CHRISTIAN BARRAGÁN

Ballagas o el hedonismo sensualista
JUAN NICOLÁS PADRÓN

El último libro de Emilio Ballagas
ENRIQUE SAÍNZ

Emilio Ballagas: desde su prosa, la poesía
CIRA ROMERO

Poemas
EMILIO BALLAGAS

Rock09. Quince discos para soportar malos tiempos
ROBERTO GARZA ITURBIDE

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Columnas:
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Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

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Tintero 2009 (II DE IV)

El árbol (México, 2009, 70’). Dirección: Carlos Serrano Azcona (Madrid, 1969). Guión: Carlos Serrano Azcona. Fotografía: David Valdeperez. Edición: Manuel Muñoz, Carlos Serrano Azcona, Carlos Reygadas. Producción: Carlos Serrano Azcona, Jaime Rosales, Jaime Romandía, Carlos Reygadas. Intérpretes: Bosco Sodí, Mayte Cedeño, Montxo Obeso, Rodolfo Gilmartin, Ana Casado, María Dolores Nadal.

Los apenas setenta minutos de pietaje que tiene esta cinta impiden considerarla un largometraje, puesto que la usanza dicta que estos últimos duran, como mínimo, hora y media. Empero, la poca costumbre de Nopocos para habérselas con una historia que se narra pausada, incluso morosamente, pueden hacerlo sentir que la película es “demasiado” larga, donde el entrecomillado significa lo que usted ya sabe: a despecho de los vicios adquiridos por Nopocos, no hay en El árbol tremendismo actoral, ni abuso editor o fotográfico que le dé a la cinta el chocante aire videoclipero tan socorrido de unos años a la fecha; tampoco salpicadas infames de musiquillas en sustitución de verdaderos picos dramáticos, ni diálogos que tienen de florido lo mismo que de insustancial, etecé. Lo que hay es una historia cuya plausibilidad se mide en función de cuán familiar, cuán próximo a la cotidianidad de cualquier espectador es aquello que se cuenta: la separación de una pareja heterosexual, la prohibición judicial para que el paterfamilias se acerque siquiera a su ex mujer y sus hijos, el escarnio al que el hombre es sometido sólo por el hecho de ser y de comportarse de cualquier otro modo que no sea el considerado “normal”, socialmente aceptado.


Escena de El árbol

Hablando de prejuicios, hay un par de aspectos que tal vez obligarían a Másdeuno a desertar de la sala donde El árbol estuviera exhibiéndose: el primero es de corte chovinista, ya que, aun habiendo sido registrada como producción mexicana, la cinta fue escrita, dirigida, editada y producida por un realizador español. El segundo aspecto, que por otro lado aporta elementos para hacer de ésta una cinta mexicana, es sin embargo algo que, lamentablemente, repele al ya citado Másdeuno: Carlos Reygadas, autor de Japón, Batalla en el cielo y Luz silenciosa, funge aquí en calidad de coproductor y coeditor, y no es difícil ver en El árbol la impronta de su estilo.

Amor en fin (México, 2008, 90’). Dirección: Salvador Aguirre. Guión: Salvador Aguirre, Carmen Galán, José Ángel Montiel. Fotografía: Guillermo Granillo. Edición: Roberto Bolado. Producción: Mario Mandujano. Intérpretes: Adriana Barraza, Daniel Giménez Cacho, Paola Núñez, Lilia Mendoza, Luis Ernesto Franco, Juan Carlos Barreto, Sophie Gómez.

Hace nueve años, a Salvador Aguirre le correspondió el honor de inaugurar, con De ida y vuelta (2000), el programa de óperas primas del Centro Universitario de Capacitación Cinematográfica de la UNAM. Poco después, el estupendo cortometraje De Mesmer con amor o té para dos, realizado en codirección con Alejandro Lubezki, lo hizo acreedor del Grand Prix de Cortometraje y el Petit Rail d’Or de la 41ª Semana Internacional de la Crítica en Cannes. Típica suerte del cineasta nacional, debió pasar casi una década desde su primer largo de ficción, para que Aguirre levantara su siguiente proyecto, es decir este Amor en fin en el cual, ya sea de manera intencional o involuntaria, añade una cinta más a las que se van acumulando en el casillero de las historias múltiples, más o menos cercanas, más o menos entrelazadas, que se hacen caber bajo la égida de un solo concepto, así como de un tiempo y un espacio físico compartidos. La mínima sinopsis que se hizo circular es elocuente al respecto, cuando resume así la propuesta: “Tres piezas de amor [...] Tres clases sociales. Tres mundos diferentes.” El hilo conductor o, si se quiere, la argamasa que las une es el hecho de que las tres tienen lugar en Ciudad de México, precisamente el fin de semana previo a las elecciones presidenciales de 1988, es decir aquéllas con las que el aparato gubernamental defraudó a la nación entera no por primera vez en la historia, pero sí con una cachaza hasta entonces inédita. De todo lo antedicho, Aguirre se hace en realidad un eco más bien escaso, concentrándose en el desarrollo de sus tres historias de amor, que de algún modo se plantean el refugio del individuo precisamente en lo que más tiene de individual –valga la inelegancia–, frente a una realidad social que no solamente lo rebasa, sino que puede anularlo y en efecto lo anula, en cuanto a la toma de decisiones que debieran ser colectivas pero que, en los hechos, son tomadas por un puñado de plutócratas.

(Continuará)