Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 20 de diciembre de 2009 Num: 772

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Dos poemas
MARCO ANTONIO CAMPOS

Monólogo de Electra
STAVROS VAVOÚRIS

Cargado de razón: Schiller, 250 aniversario
RICARDO BADA

Superar la autocensura
ÁLVARO MATUTE

La enseñanza de Martín Luis Guzmán
HERNÁN LARA ZAVALA

Martín Luis Guzmán Las dos versiones de La sombra del caudillo
FERNANDO CURIEL

La serenidad y el asombro
ARTURO GARCÍA HERNÁNDEZ entrevista con HUGO GUTIÉRREZ VEGA

In memoriam Manuel de la Cera (1929-2009)
DAVID HUERTA

Leer

Columnas:
Prosa-ismos
ORLANDO ORTIZ

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
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Alonso Arreola
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Musicofilia, despertar con música

Son recientes los estudios científicos que hablan sobre la relación entre el cerebro y la música, fundamentando sus experimentos en tecnología de punta; más jóvenes aún son los que hablan sobre las distintas formas en que este arte contribuye, positiva o negativamente, en pacientes diagnosticados con alguna enfermedad o que han pasado por una experiencia cerebralmente traumática. Por supuesto no nos referimos a los muchos textos y terapias que ven en los sonidos y composiciones un medio de curación o relajación, sino a los experimentos que centran su mirada en la fisiología y en respuestas cada vez mejor medidas gracias a tomografías, electroencefalogramas y diversos escaneos computarizados. Tema viejo, empero, el de la respuesta del cerebro y del alma a las notas musicales, ha tenido al hombre en jaque desde sus orígenes.

Pues bien, entre esta literatura especializada hay un título reciente que merece nuestra atención. No se trata del afamado This is Your Brain in Music, de Daniel J. Levitin, mismo que reseñamos aquí hace más de un año, sino de Musicofilia, relatos de la música y el cerebro, escrito por el neurólogo británico Oliver Sacks. Aparecido en inglés durante 2007, celebramos que Anagrama lo haya editado en español en este 2009, pues representa una deliciosa ventana para especialistas, músicos y melómanos que desean comprender mejor los enigmáticos porqués de sus filias y fobias sonoras.

Nombrado Comandante de la Orden del Imperio Británico en 2008 y catedrático en las mayores universidades anglosajonas, Oliver Sacks puede presumir un asteroide con su nombre, reconocimiento que la Nomenclatura para Cuerpos Pequeños de la Unión Astronómica Internacional le diera en su cumpleaños setenta y cinco. Para mayores referencias, es el autor del libro Despertares (inspiración de la película con Robin Williams y Robert De Niro), así como del estudio El hombre que confundió a su mujer con un sombrero llevado al pentagrama por el compositor Michael Nyman (El piano), lo mismo que del diario sobre plantas y helechos Oaxaca Journal y del programa televisivo Musical Minds.

Atendiendo a que cada individuo responde de manera única a las provocaciones auditivas y negando cualquier generalización, Musicofilia ofrece un nutrido compendio de estudios clínicos, escritos amablemente para el lector neófito, en los cuales conviven personas que, tras el impacto de un rayo, la salida de un tumor o el diagnóstico de epilepsia u otras enfermedades cerebrales, tuvieron un súbito despertar musical que transformó sus vidas, otorgándoles –literalmente– una muy diferente percepción sensorial del mundo.

Viajando de un crítico del siglo XIX que desarrolló de golpe una extraña intolerancia a cualquier pieza musical –se le desataban ataques de miedo–, a un hombre que entraba en auras epilépticas con las campanas de la iglesia, Sacks pormenoriza un sin fin de variantes en las asociaciones música-cerebro atendiendo a mitos y preguntas comunes, narradas con maestría y ligereza: ¿por qué tenemos dos oídos en estéreo?, ¿cómo escuchan los ciegos?, ¿cómo se relaciona la música con los recuerdos y sentimientos?, ¿cómo funciona el sonido en pacientes con Parkinson, demencia, migraña, autismo o con síndromes de Tourette y Williams? Siempre con ejemplos documentados, al final del libro se nos ofrece una profusa bibliografía en la que lo mismo aparecen Beriloz, Wagner y Stravinsky que Darwin, Eco, Freud, Tolstoi, Twain y Nietzsche, entre decenas de científicos que a lo largo de un siglo han tomado en cuenta los misterios de la música en el cerebro.

Citando la autobiografía de Nabokov (“la música, lamento decirlo, me afecta simplemente como una sucesión arbitraria de sonidos más o menos irritantes”), Sacks aborda curiosidades como la amusia, esto es, la imposibilidad de entender ritmos pero sí melodías, o viceversa; o de sólo disfrutar géneros arraigados en la propia cultura sintiendo rechazo por composiciones extranjeras que, tal como se lee, no pueden procesarse adecuadamente en algunos cerebros. Incluso habla de una condición del Che Guevara, de quien dice “era famoso por su sordera al ritmo”.

Así, la percepción auditiva puede asemejarse a la táctil, olfativa, ocular o gustativa por una múltiple capacidad: no sólo escuchamos una cosa sino varias al mismo tiempo, igual que sentimos, olemos, saboreamos o miramos varios elementos en conjunto. Pensando así, es lógico que la música en el oído cause ecos diferenciados, pese a que no podamos señalarlos con facilidad. Robémonos finalmente uno de los espléndidos epígrafes de Sacks, a manera de última invitación a la lectura de Musicofilia: “Las melodías oídas son dulces, pero las no oídas son aún más dulces.” John Keats.