12 de diciembre de 2009     Número 27

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Chapingo en tiempos de Xolo

Víctor Suárez Carrera*

Ésta es una breve crónica personal de los acontecimientos académico-políticos vividos en la Escuela Nacional de Agricultura (ENA) entre 1968 y 1974; su intención es contribuir al entendimiento del contexto en el cual las investigaciones y enseñanzas del maestro Efraím Hernández Xolocotzin (Xolo) sobre etnobotánica y agricultura campesina encontraron un terreno fértil para su propagación en la propia ENA y en su progenie, la Universidad Autónoma Chapingo y el Colegio de Postgraduados.

Dos fueron mis primeras impresiones al ingresar a Chapingo en el primer bimestre de 1968: la primera, la oposición militante de los estudiantes progresistas contra las novatadas hacia los alumnos de primer ingreso (“los pelones”) practicadas por los veteranos seguidores de los “usos y costumbres” de un internado militarizado, y la segunda, la protesta de la casi totalidad de los mil estudiantes que el 22 de febrero en la ceremonia oficial de inauguración del año escolar, con uniformes de gala y rifles con bayoneta calada, rompieron filas y se abalanzaron sobre la tribuna de honor en la que se encontraba el profesor Juan Gil Preciado, secretario de Agricultura y representante del presidente Gustavo Díaz Ordaz. Lo anterior, como muestra de repudio a la actuación de este funcionario frente a la huelga estudiantil de la Escuela de Agricultura Hermanos Escobar de Ciudad Juárez del año anterior, que demandaba su federalización y la eliminación de sus altas colegiaturas. Dicho movimiento había concitado por primera vez una huelga general de las escuelas de agricultura del país, incluida, por supuesto, la ENA.

El siguiente acontecimiento determinante en la vida académicapolítica de la ENA fue la asamblea general estudiantil del 29 de julio de 1968 en la cual, luego de un intenso debate, se votó mayoritariamente a favor de la huelga en solidaridad con los estudiantes reprimidos el 26 de julio en la ciudad de México y en favor de un pliego de demandas en pro de las libertades democráticas del país. La participación de Chapingo en el movimiento estudiantil-popular de 1968 sentó las bases para los profundos cambios académicopolíticos que se sucederían años después en la ENA.

En 1969, bajo la presión de un estudiantado politizado, antiautoritario y autogestivo, se impulsó la primera gran transformación post- 68 en la ENA: el fin del régimen de disciplina militar, que imperaba desde 1922, y su sustitución por un sistema civil con base en la autodisciplina.

Entre 1970 y 1972 se sucedieron diferentes movimientos a favor de la democratización de los órganos de gobierno de la ENA que concluyeron con el establecimiento de consejos paritarios de gobierno con la participación de autoridades, estudiantes y maestros en el Consejo Directivo de la ENA y en cada uno de los nueve departamentos que la constituían (Preparatoria Agrícola y ocho especialidades).

Una de las reformas académicas claves en la Preparatoria Agrícola de la ENA fue el reconocimiento de la importancia de una formación humanista de los estudiantes a la par que la formación técnica. Así, se incluyeron y reforzaron en el programa de estudios materias tales como filosofía, literatura, ética, lógica, sicología, economía y geografía económica. En este contexto llegaron maestros de gran trascendencia y significado para los estudiantes: Rogelio Ríos Rodríguez, que enseñaba materialismo histórico y materialismo dialéctico en su clase de filosofía a los alumnos de primero de preparatoria; Virginia Gómez Cuevas, maestra de literatura, compañera y amiga de José Revueltas, promotora eficaz de la lectura y el pensamiento crítico, y Elena Cabello, economista de la UNAM, maestra de geografía económica, que hablaba del socialismo como el mejor sistema para resolver los grandes problemas nacionales.

Sin embargo, la mayor transformación al sistema educativo prevaleciente en la ENA se suscitó a partir de los cambios impulsados en el Departamento de Economía Agrícola, bajo la dirección del ingeniero Héctor Zamudio Fuentes. De 1970 a 1972 se revolucionó el sistema educativo autoritario, academicista y orientado a la formación de agrónomos al servicio del gobierno federal y se orientó a uno nuevo caracterizado por la formación crítica, autogestiva, vinculada con la realidad y al servicio de los campesinos y las transformaciones sociales del campo y del país.

En Chapingo se vivió un ambiente de transformaciones y empoderamiento de estudiantes y maestros dispuestos a “asaltar el cielo”. El movimiento estudiantil y la brutal represión gubernamental en 1968, la influencia de la revolución cubana, las lecciones de la resistencia heroica del pueblo vietnamita contra la intervención estadounidense, la propagación de las enseñanzas liberadoras de Paolo Freire (Pedagogía del oprimido, educación bancaria versus educación problematizadora) y de Iván Ilich desde el Centro Intercultural de Educación de Cuernavaca (crítica a los sistemas industriales de educación, salud, transporte, vivienda, etcétera y a la modernidad depredadora y deshumanizadora) y, sobre todo, la conciencia de “ir al campo”, de “servir al pueblo”, de “aprender de la realidad”, animaron las transformaciones por venir, primero en el Departamento de Economía Agrícola y después, poco a poco, en el resto de la ENA.

Así, se impulsaron los siguientes cambios: sistema semestral en lugar del trimestral; el horario de clases-aula de siete de la mañana a nueve de la noche que imperaba, cambió a clases únicamente por la mañana para liberar tiempo a los estudiantes para realizar otras actividades (deportivas, culturales, asistir a conferencias a la ciudad de México, participar en grupos de estudio); se sustituyó el arreglo autoritario del aula (maestro al frente y en lo alto y alumnos abajo en arreglo “tipo escuela”) por uno igualitario y favorecedor del diálogo y la interacción (todos en el mismo nivel, cara a cara); se estableció el sistema de seminarios y grupos de estudio; el método de calificación incluía tres partes: la autocalificación, la calificación del grupo y la calificación del maestro; se estableció un consejo departamental paritario maestros-estudiantes, y sobre todo, empezó a vincularse la formación académica con prácticas de campo, viajes de estudio y servicio social en comunidades rurales, hasta llegar al concepto de “semestres de campo”.

Fue así que Chapingo vivió una etapa singular de florecimiento, en que las enseñanzas sobre etnobotánica y agricultura campesina del maestro Xolo encontraron condiciones propicias y a la vez estimularon su investigación comprometida con la agricultura campesina y “otra” ciencia agronómica.

* El autor ingresó en la Escuela Nacional de Agricultura en enero de 1968 para estudiar la carrera de ingeniero agrónomo con la especialidad en economía agrícola. La carrera consistía en tres años de Preparatoria Agrícola y cuatro de especialidad. Salió en 1974, año en que la ENA se transformó en Universidad Autónoma Chapingo.

Elotlamanalistli

Fiesta de los elotes en la huasteca maseual

Mauricio González González

Todo lo importante tiene su fiesta. Los nahuas o maseualmej de la Huasteca lo saben y año con año celebran la llegada de los elotes a sus comunidades. Maseual es la voz náhuatl que literalmente se traduce por “campesino”. En México el pueblo indio más numeroso lo constituye aquel que se autonombra campesino. Día tras día han trabajado en la milpa cuidando que la mata crezca, revisando que el viento no la “quebre”, que esté cómoda, que se dé fuerte y, al aparecer, “se le pone su flor”, como dice Raymundo, curandero de Piedra Grande El Guayabo, anfitrión de una de las tantas fiestas del elote que en estos momentos se realizan en la Huasteca veracruzana. Flor y fiesta son una pareja que los nahuas despliegan en su ritualidad, acciones que en su mayoría destacan momentos importantísimos de la vida campesina.

Esta región está marcada por la generosidad de dos ciclos agrícolas, uno de xopamili o lluvias, y otro de tonalmili, de secas, que por gozar de copiosas lloviznas en los últimos y primeros meses del año, provee sus cosechas de elote en septiembre y principios de octubre. Son a estos elotes a los que se da la bienvenida. Son estos elotes los que nos posibilitan bienestar.

Todos han traído sus chiquihuites con elotes de sus milpas, “puro criollito”, todos los juntan, todos probarán los xamitl, tamales de elote especiales de esta fiesta. Al finalizar, todos llevaremos a casa tamales, eloatole y elotes de todos. No obstante, primero hay que ofrendar y para ello es necesario un paso preliminar. En esta región cohabitan otomíes, nahuas, tepehuas y totonacos quienes, a pesar de la franca diferencia lingüística que les distingue, comparten numerosas prácticas que, en el caso del “costumbre”, como suelen llamar a su ritualidad, poseen características que los hacen singulares: todos hacen recortes de papel o corteza de árbol con forma humana. En náhuatl son los amatlatektli, la “ropa” de diferentes entes que se hacen presentes en estas celebraciones. Así, antes de iniciar con el festejo, habrá que expulsar a los indeseables y la diplomacia maseual tiene sus protocolos, por lo que una ofrenda a los malos aires se ha de hacer, a los seres causantes de buena parte de la enfermedad en estas comunidades. Con recortes de papel multicolor que los evoca, velas, pan, refresco, cerveza, cigarro y refino les halagan para que, casi inmediatamente, los recojan y lleven al monte, hábitat donde suelen rondar.

Así, ha llegado la hora de recibir al principal invitado y, en medio del xochikali, del templo tradicional, se apilan circularmente todos los elotes, conformando un altar de maíz. Todos los asistentes se reúnen en torno a él, guiados por el curandero que dirige el elotlamanalistli, inundan ese altar con numerosas viandas. La fuerza y alegría que constituye este momento se confunde con las oraciones, tañidos de campanas y xochitsones que saturan todos los rincones del xochikali, arropando con solemne júbilo a cada uno de los asistentes que no cesan de bailar.

La fiesta del elote es chikaualistli, fuerza vital que todos los seres vivos poseen y que se adquiere con el trabajo, con el maíz y con la participación en las tareas de la comunidad. La energía que este altar ofrece queda manifiesta cuando incluso se colocan sobre él a bebés enfermos, pues pequeños como son, no tienen mucha fuerza y el simple hecho de estar sobre los niños maíz, sobre Chikomexochitl, espíritu del maíz, les dotará de fuerza para afrontar la adversidad.

Todo lo importante tiene su día y en él todos comemos lo de todos. Comemos maíz y no hay transgresión en ello, porque somos de maíz. Compartimos la sustancia del elote, vivimos y morimos con él. En las fiestas, la comunidad, esa gran milpa de la que humanos forman parte, se actualiza, se mece, reverdece y danza cual espiga en mata.

Celebramos al maíz en el trabajo campesino y en toda comida, pero también lo celebramos en un día, uno en el que el mundo se detiene para agradecer y departir con los seres a quienes debemos la existencia. A la luz de esta celebración, el Día Nacional del Maíz (el 29 de septiembre) cobra gran pertinencia y sentido, un día que concentra muchos días, aquellos en que a fuerza de son y costumbre, en toda comunidad campesina se festeja nuestro sustento. Maíz y libertad. Trabajo, comunidad y dignidad india. Aromas que se aspiran en la espiritualidad campesina.

“Chikomexochitl ualajtok. Sansejko timitotiaj kampa ta tiuala, elokonej”. Este es un fragmento de una oración que pronuncia el curandero frente al altar, y hace referencia a la danza que se hace a la llegada del espíritu del maíz.

Centro de Investigación y Capacitación Rural, A.C. / Museo Nacional de Antropología-INAH