Xochicuautla

El gobierno de Peña Nieto

impone una carretera  devastadora

Elisa Lipkau Henríquez. Lerma, Estado de México. En el pueblo indígena de Xochicuautla, Estado de México, tuvo lugar a principios de octubre la fiesta tradicional a San Francisco, en la que participan cientos de personas cada año. Es uno de las representaciones identitarias más elaboradas y alegres de nuestro país, donde confluyen cuatro ramas de la tradición mesoamericana expresadas a través de la danza o el movimiento ritual mitotiliztli como lo reivindican ante el concepto de danza occidental los miembros del calpulli Otom Tecuhtli. (Señor Otomí). Éstas son: los concheros, los aztecas o mexicas (organizados en el mencionado calpulli), los miembros de la llamada “nueva mexicanidad” y los “arrieros” y “ladrones” del pueblo: la rama más tradicional o de mayor antigüedad en el mismo Xochicuautla.
Esta fiesta y en particular la danza de los arrieros es una de las manifestaciones artísticas y rituales más complejas y divertidas del pueblo otomí, donde los espíritus de los antepasados (llamados Xitás en el Valle del Mezquital entre las comunidades hñahñú, o “huehuenches” y “ladrones” en esta región), se piensa que “bajan” a la Tierra y conviven con la población e interactuan en sus fiestas. Vale la pena ver los enormes castillos de fuegos artificiales, o la guerra de cuetones entre los “arrieros” y los “ladrones” que no le pide nada en efectos especiales a una buena película de acción y de la que uno puede salir seriamente quemado si no se cuida.
En este picante escenario cultural, en el que uno bien puede ver al presidente Obama bailando con George Bush representados por los ladrones enmascarados, resulta significativo que no exista la presencia de ningún medio de comunicación, pues revela el abandono del gobierno mexiquense hacia la población indígena y la insultante negación de las autoridades a atender los justos reclamos para respetar los intereses comunales de estos pueblos y el patrimonio ecológico de la nación: los bosques y mantos acuíferos de las montañas que rodean a esta comunidad.
Como ellos bien saben, “a través de esos montes escurre el agua que nosotros consumimos, pero también la que alimenta al sistema Cutzamala  y por lo tanto a la ciudad de México” a través de la simbólicamente llamada bomba Tlaloc 1-P1. Estas áreas verdes, inmensos y tupidos bosques (que aún conserva la comunidad y sobre cuya propiedad tienen derechos ancestrales), tierras donde pastan sus animales y juegan sus hijos, están en riesgo de desaparecer por el proyecto carretero del gobierno estatal que se propone pasar por estas areas verdes y territorios sagrados de los hñahñu.
No obstante, la mayoría de la comunidad con el apoyo del Centro Mexicano de Derecho Ambiental inició hace dos años la lucha por la resistencia. El gobierno estatal nunca consultó a la comunidad sobre el proyecto, no ha podido expropiar sus tierras y menos comprarlas. La Agrupación  Ciudadana de San Francisco Xochicuautla, municipio de Lerma, está informada y activa en la lucha contra el proyecto carretero que ya están construyendo sin el análisis de impacto ambiental que exige la Semarnat. Esta dependencia no tiene en sus archivos ni en sus bases de datos ningúna información sobre el proyecto, que sin embargo ya está siendo construído a escasos mil metros de los terrenos comunitarios de Xochicuautla y del area donde se encuentra el pozo y la bomba Tlaloc 1 que abastecen al Sistema Cutzamala y la ciudad de México.
Es surrealista que el gobierno del Estado de México inicie y lleve adelante un proyecto de construcción de vías de comunicación por zonas que gobiernos anteriores calificaron de áreas naturales protegidas, estratégicas por su riqueza ecológica y biodiversidad, pero sobre todo porque atentan contra la supervivencia de un pueblo cuyos antepasados ya vivían y cuidaban de estos bosques.
Quienes planearon la obra no tomaron en cuenta lo que los indígenas saben bien: los arboles cuyos retoños nacen en sus tierras, producen agua, y si son destruidos, el agua dejará de escurrir por el cerro de la Campana y el cerro de la Verónica, que rodean su pueblo.

La comunidad de Xochicuautla lo dice abiertamente: no van a vender sus tierras y si el gobierno no tiene la autorización de cambio de uso de suelo en terrenos forestales, puesto que tampoco tiene un estudio de impacto ambiental, no puede construir y atenta contra los derechos de los pueblos indios, contra el futuro de nuestro país y su patrimonio ecológico.