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Carlos Monsiváis ofreció su colección a la ciudad de México

El Estanquillo, nueva sede de la obra de Susana y Teodoro Torres

Su trabajo es de compromiso y esfuerzo creativo, señaló el escritor

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Impresiona la maqueta de Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central, arribaFoto Yazmín Ortega
 
Periódico La Jornada
Lunes 16 de noviembre de 2009, p. a14

Teodoro y Susana Torres dedicaron gran parte de sus vidas a crear una vasta obra de esculturas en plomo que, a su vez, animan escenas de la historia social de México como, por ejemplo, las castas. En 2007 sus esfuerzos fueron reconocidos al otorgarles el Premio Nacional de Ciencias y Artes en la categoría de artes y tradiciones populares.

Don Teodoro falleció el pasado 28 de mayo, a los 76 años; sin embargo, le habría encantado acompañarnos y mostrarnos su obra, dijo Carlos Monsiváis al inaugurar Teodoro y Susana Torres: la escultura de la tradición, exposición compuesta de varios conjuntos de obra, así como piezas individuales, en el Museo del Estanquillo (Isabel la Católica 26, Centro Histórico), que alberga las colecciones del escritor y periodista.

Con la presencia de Elena Cepeda, secretaria de Cultura del Gobierno del Distrito Federal, y de Armando Colina, en representación de la Asociación Cultural del Estanquillo, Monsiváis recordó cómo conoció al matrimonio hace un cuarto de siglo: “Fui a una exposición en Toluca y encontré piezas de ellos, digamos, patrióticas, con Hidalgo y Morelos, antes de que se pusieran de moda. Me impresionaron y decidí conocerlos. La única referencia que me dieron fue el Museo de Artes Populares, que estaba en la avenida Juárez; llegué y pregunté por ellos a la directora, amiga mía. Me dijo que eran formidables. Le pedí su teléfono, me dijo que eran formidables. Volví a pedir el teléfono, insistió en el valor de su obra, pero no me daba el teléfono.

“En ese momento fingí –todavía fingía– un desmayo y ella salió en busca de sales o algo pertinente, y aproveché para memorizar el teléfono que tenía allí a la vista. Les llamé, encontré cierta desconfianza que después se transformó en amistad profunda.

“Tuve la fortuna de encomendarles grandes piezas y también de ver el compromiso, el esfuerzo creativo, la crítica, la documentación exhaustiva. Me acuerdo que para su maqueta del ‘Baile de los 41’ –no se exhibirá aquí, porque va a estar en la siguiente exposición– me pidieron toda la documentación, los grabados de Posada, desde luego. Hice las copias prudentes y me insistieron en datos sobre el famoso baile. Les expliqué que yo todavía no había nacido. Me miraron con cierta incredulidad, pero de cualquier manera la pieza es extraordinaria.”

Señaló cómo doña Susana –allí presente– se interiorizó de manera paulatina en el trabajo de su esposo –pintaba las figuras– hasta llegar a la perfecta simbiosis. “Me da gusto –acotó- que este trabajo se quede en propiedad de la ciudad de México; eso me alienta, porque en mi casa no lo podía ver. Esa razón egoísta explicó lo demás.”

La exposición, cuya museografía es de Evelio Álvarez, el mismo Monsiváis y Moisés Rosas, director del Museo del Estanquillo, comprende maquetas que impresionan, como la de la Plaza de Santo Domingo, que partió de un trabajo de investigación en litografías del siglo XIX, incluye 121 personajes y tardó dos años en hacerse.

También llama mucho la atención la maqueta del mural Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central, de Diego Rivera. A decir de Monsiváis, sólo les propuse uno o dos temas, lo demás fue cosa de ellos.

A pesar de su tristeza por la ausencia de su marido, Susana Navarro, en silla de ruedas, dijo que se siente bonito que le reconozcan a uno su trabajo. Entrevistada por La Jornada, relató que don Teodoro trabajaba con su papá haciendo soldaditos, marchando, guerreando, y caballitos, pero eran de una pasta alemana. Ya casados, teníamos una joyería; mi esposo elaboraba las joyas, pero nos robaron. Doña Susana, quien estudió enfermería, le propuso viajar por los pueblos de México enseñando a leer y a escribir, así como para inyectar y hacer curaciones.

Pero cuando regresamos de los pueblos, por desgracia me caí, me fracturé la columna vertebral y me tuvieron que operar. Fue cuando don Teodoro se puso a elaborar las figuras en plomo.