Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 18 de octubre de 2009 Num: 763

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Vicente Gandía:
jardín del tiempo

CHRISTIAN BARRAGÁN

Lezama Lima y el otro romanticismo
GUSTAVO OGARRIO

Paradiso
(fragmento del capítulo IX)

JOSÉ LEZAMA LIMA

El hombre al que sólo lo calman los clásicos
CARLOS LÓPEZ

Los collages de
Rosa Velasco

MIGUEL ÁNGEL MUÑOZ

La cara artística de la Luna
NORMA ÁVILA JIMÉNEZ

“La Bamba” alemanista y la primera arpa jarocha
YENDI RAMOS

Leer

Columnas:
La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
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Ilustraciones de Gabriela Podestá

Norma Ávila Jiménez

Para aquellos incrédulos que todavía aseguran que hace cuarenta años el hombre no llegó a la Luna, es necesario subrayar que entre el 11 y el 15 de julio el Orbitador Lunar de Reconocimiento (LRO, por sus siglas en inglés) –puesto en órbita el pasado 23 de junio– envió imágenes a la Tierra, difundidas por la NASA, que acaban con esas falsas ideas.

Antes de informar sobre lo que se observa en esas fotografías, vale la pena explicar lo relativo a los módulos lunares. Ramiro Iglesias Leal, investigador y cardiólogo especializado en medicina aeroespacial, explica que los módulos de servicio que orbitaron al conejo sideral como parte de las misiones Apolo, incluyeron el módulo de descenso, en el cual alunizaron los astronautas y que fue abandonado en nuestro satélite después de cada misión, y el de ascenso, que los llevó de nuevo al módulo de servicio. Ya que los astronautas estaban seguros en este último –subraya Ramírez Leal–, el de ascenso se desechaba, lo soltaban en caída libre hacia la Luna, que tiene un sexto de la fuerza gravitacional terrestre. Los módulos de descenso y ascenso, así como instrumentos científicos y algunas huellas de los astronautas cobijadas por el blanco y el negro, es lo que se distingue en las citadas imágenes.

¿Por qué querría negarse un avance tecnológico de la humanidad? Tal vez porque los pseudocientíficos que así lo señalaban querían llamar la atención, por envidia, o para crear intrigas. Fuera el que fuera el detonante, ya ha quedado corroborado que hace cuatro décadas, mientras aún se sentían a flor de piel la matanza de Tlatelolco y el logro atlético del Tibio Muñoz, se regaba napalm en tierra vietnamita y Los Beatles se concentraban en Back to USSR, se abría el camino a lo que pronto será el regreso del hombre hacia la Luna, próximo puerto de salida hacia diversos lugares del Sistema Solar.

Actualmente, la NASA desarrolla el Proyecto Constelación, cuyos orígenes se remontan a enero de 2004, cuando se anunció oficialmente que Estados Unidos regresaría al satélite para instalar, dentro de quince o veinte años, una base que podría ser el punto de abastecimiento para el viaje tripulado a Marte, a realizarse a mediados de la presente centuria. Para lograrlo ya se trabaja en la construcción de los cohetes Ares, a cargo de poner en órbita las cápsulas Orión, que incluirán paneles solares y módulos de acceso a la superficie lunar. Además de los vehículos Orión que transportarán personal, se planea construir los no tripulados, encargados de subir carga y suministros a la Estación Espacial Internacional y a nuestro satélite, así como devolver experimentos a la Tierra.

No sólo la NASA se prepara para el retorno, que incluirá el envío de 200 mil técnicos especializados, asegura el doctor Iglesias; también la Agencia Espacial Europea, China, Japón, Brasil, India y Rusia, trabajan en ese objetivo. Un día después del 40 aniversario del alunizaje Armstrong-Aldrin, Mijail Marov, uno de los responsables del programa ruso para la exploración lunar, anunció el proyecto de su país para la realización de esta nueva hazaña, de acuerdo con información dada a conocer por la agencia de noticias Ria Novosti. Subrayó que para 2012 enviarán el Luna-Glob, una nave con un módulo de descenso “y taladros capaces de penetrar a una profundidad suficiente para investigar la estructura interna del satélite terrestre”. Cabe enfatizar que a bordo del Orbitador Lunar de Reconocimiento está el instrumento ruso Explorador Lunar Detector de Neutrones, cuya tarea será comprobar la presencia de glaciares en la superficie selenita y, por lo tanto, de hielo. En caso de encontrarse agua congelada, los taladros del Luna-Glob podrían tomar muestras que serían analizadas en la Tierra.

“Si se encontrara agua en los polos, la industria lunar se aceleraría, sería una etapa nueva de la evolución humana”, puntualiza el médico aeroespacial, entrevistado con apoyo de la Universidad Autónoma de Tamaulipas. Ya no habría necesidad de trasportarla desde la Tierra , lo que facilitaría la explotación metalúrgica dentro de aproximadamente veinte años, principalmente de hierro, aluminio y titanio, abundantes en ese cuerpo celeste, así como del helio 3, mismo que, de hacerlo funcionar junto con el deuterio, “se convertirá en el combustible del futuro”.

¿UN TERRENO CON VISTA AL MAR?

Cabe enfatizar que otras industrias ya se adelantaron a la metalúrgica en la explotación lunar, como la turística. Desde hace dos años, la empresa Space Adventures ya está dispuesta a hacer reservaciones a los interesados en admirar, desde la ventanilla de la modernizada nave rusa Soyuz, los mares selenitas. Según información dada a conocer por la agencia de noticias moscovita Interfax, estos viajes, que tendrán un costo de 78 millones de euros o 100 millones de dólares por persona, se realizarán posiblemente a partir de 2011.

Dentro de treinta años, aproximadamente, ya existirán lugares donde los turistas se hospeden para disfrutar, entre otros deportes, de las pruebas acrobáticas de motocicletas, una de las competencias extremas que probablemente se organizarán en la Luna, según un boletín de la NASA. Pero antes de admirar mortales y dobles giros en motocicleta, los especialistas deberán haber desarrollado materiales resistentes a los rayos cósmicos –partículas muy energéticas generadas por un cataclismo celeste– para utilizarlas en los trajes de quienes estén de visita, como en las construcciones, tanto de la base lunar como de los espacios turísticos, ya que, de penetrar en el organismo, dichos rayos causarían serios daños.

Estos materiales protectores de los rayos cósmicos también serían utilizados por quienes quisieran levantar cualquier tipo de construcción en su “terreno particular”, si es que el negocio inmobiliario se desarrolla en el satélite. Actualmente ya existen empresas que están vendiendo terrenos en la Luna a ilusos compradores, aunque es probable que esas inversiones no fructifiquen, ya que con toda seguridad en un futuro cercano se crearán leyes y reglamentos internacionales que posiblemente afectarán los contratos de compraventa actuales.

El origen de estos negocios inició en los años setenta del siglo pasado, cuando el estadunidense Dennis Hope registró a su nombre nuestro satélite y diez años más tarde inauguró su empresa Embajada Lunar. En 2005 presentó su oferta: una hectárea (10 mil metros cuadrados) por 74 euros, que incluía la explotación de los minerales que se ubicaran hasta tres kilómetros por debajo de la superficie adquirida, según informa la agencia EFE. Embajada Lunar abrió una filial en China, aprovechando el entusiasmo de los chinos por todo lo relacionado con el espacio, como consecuencia de las misiones de los taikonautas. El gobierno de ese país no tardó en prohibir la venta de esos terrenos con vista a los mares de la Serenidad e Imbrium, o al Océano Procelorum, por considerarlos un fraude.

En mayo de 2007, El País.com reportó que la empresa israelí Crazyshop ofrecía 500 metros cuadrados selenitas por 45 euros, mientras que desde hace años la británica Moon Estates vende el acre (casi 4 mil 47 metros cuadrados) de superficie lunar a 29 euros. ¿En un futuro el Infonavit hará préstamos para adquirir una casa Demet lunar?

LA CARA ARTÍSTICA DE LA LUNA

Meztli, Ixchel, Tot o Selene siempre seduce, y por eso se le quiere ver de cerca, tocarla o tomarla a cucharadas, como propone Jaime Sabines. Para homenajearla, al igual que a los primeros astronautas que la pisaron, el Museo de Arte Carrillo Gil (MACG) inauguró el 7 de octubre una exposición que incluye obras artísticas, fotos, notas y caricaturas periodísticas, así como diversos objetos relacionados con la hazaña del Apolo 11. Los responsables de la exposición –Alberto Torres, curador del MACG, en coordinación con Alfonso Morales, Héctor Orozco, Angélica García, Gerardo Sifuentes y Miguel Ángel Fernández– quieren recordar de esta manera que hace cuarenta años, Armstrong, Aldrin y Collins visitaron México.

“Ajados y sorprendidos por las incontenibles muestras de efusividad que recibieron en el trayecto del aeropuerto hasta el mismo Salón de Cabildos”, los astronautas recibieron las llaves de la ciudad de manos del entonces regente Alfonso Corona del Rosal, y fueron considerados “huéspedes de honor”, según informa el periódico El Día (30/ IX /1969). Seguramente esta visita fue utilizada por el gobierno de México como un paliativo más para tratar de sanar –lo que hasta el momento no se ha logrado– la espantosa herida provocada en el milenario centro ceremonial y comercial mexica.

A nombre de la tripulación del Apolo 11, Neil Armstrong destacó, ante políticos e invitados al Salón de Cabildos, que a mil millas de distancia no se distinguían fronteras, lo que incitaba a pensar en una humanidad unida. ¿Qué puede generar esa visión de un planeta Tierra no dividido, tal como un organismo? El doctor Ramiro Iglesias asegura que, al volver de sus experiencias espaciales, la mayoría de los astronautas manifiesta de inmediato conductas relacionadas con el bien común. Edwin Buzz Aldrin siguió otro rumbo: al regresar de la misión entró en una profunda depresión que lo llevó, meses después, al alcoholismo. Afortunadamente pudo manejar esa dependencia después de entrar a un tratamiento de recuperación. ¿Aldrin sufriría lo anterior al percibir, desde la ventanilla del módulo Águila, al organismo Tierra sumamente enfermo?

Desde el pasado 29 de septiembre de este año y hasta febrero de 2010, en el MACG se tiene la oportunidad de recordar la odisea lunar, además de transitar entre los trazos de varios artistas plásticos, entre éstos los de Rufino Tamayo. No podía dejar de ser incluido, ya que el haber sido testigo de varios fenómenos celestes en los que participa la Luna, haber visto las imágenes de los cráteres selenitas difundidos por la televisión hace cuarenta años y su visita a la NASA, fueron algunas de sus musas.

Acerca del viaje de este pintor oaxaqueño a la dependencia estadunidense, la crítica de arte Emily Genauer, en su libro Rufino Tamayo subraya:

Es incidentalmente un hecho interesante que Tamayo fuera uno del grupo especial de seis artistas de reputación internacional que fue invitado para hacer un viaje especial a la NASA, no para registrar sus observaciones en pinturas o dibujos, sino para conocer a científicos y discutir con ellos la relación entre la ciencia y el arte desde un nivel teórico. Marcel Duchamp, curiosamente, estuvo entre ellos y […] lo dejaron hablar por ellos. Como Tamayo recuerda, la posición de Duchamp era que los artistas no sabían qué hacer o por qué, o qué es bueno. “Es la gente quien tiene que decirnos qué estamos haciendo”, dijo Duchamp. Tamayo protestó ante esta respuesta. Su convicción es que casi cada artista sabe precisamente qué está haciendo, como el propio Duchamp, hasta quizá él más que la mayoría, ya que su trabajo es totalmente intelectual.

Sabiendo lo que hacía, Tamayo no perdió contacto con el personal de la NASA que conoció –en la muestra del Carrillo Gil se expone una fotografía del piloto del módulo de servicio del Apolo 11, Michael Collins, dedicada a este autor por su cumpleaños ochenta–, ya que se interesaba en la carrera aeroespacial y quería estar al tanto de los avances en ese rubro, lo que reflejó en varias de sus creaciones, entre éstas, Hombres en el espacio (1971), que proyecta a un vehículo tripulado por astro-cosmo-taiko-nautas. Las lunas y soles eclipsados también fueron motivo para iniciar su diaria sesión de trabajo a las ocho de la mañana, y están plasmados en el mural El hombre ante el infinito (1971), así como en el vitral El universo (1982), entre otras obras.

Otro de los personajes que en la citada exposición refleja su asimilación de la llegada del hombre al sur del Mar de la Tranquilidad, es el caricaturista Abel Quezada, quien también estuvo en la NASA, como lo demuestran algunas fotografías que se incluidas en dicha exposición.

La Luna, generadora de brotes de creatividad artística y científica, cuyas arrugas plateadas fueron observadas por primera vez por Galileo a través de su telescopio hace cuatrocientos años; que inspira a los licántropos a atemorizar cuando está llena; a la que la nave disparada por un cañón en el filme de Georges Melies le picó un ojo; que resguardó en el cráter Tycho al monolito generador de la inteligencia interestelar, según Arthur C. Clarke; que eleva al mar para que no se aburra... esa Luna se puede guardar debajo de la almohada –citando otra vez a Sabines–, o admirar antes de soltar un suspiro de esperanza.