Opinión
Ver día anteriorLunes 12 de octubre de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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No dejes de llamar a Felipe
E

n una de sus intervenciones más comentadas, el licenciado Felipe Calderón prometió una lucha frontal para acabar con la corrupción en el sector público, erradicar la práctica del diezmo que algunos funcionarios exigen a empresarios y ciudadanos en general y terminar con la mala fama que el país tiene en ese campo. Ofreció ocuparse personalmente de tal lucha, junto con quien en el gabinete se encarga de atender las denuncias contra los malos servidores públicos, investigarlos y sancionarlos. Pidió entonces Calderón que quienes sean víctimas de la corrupción lo llamen por teléfono a Los Pinos o le envíen un e-mail. Seguramente por estar atendiendo tantas denuncias, el licenciado no tiene tiempo de atender lo urgente y su gobierno no cumple lo que ofrece para resolver los graves problemas que padece la inmensa mayoría de la población: desde combatir la pobreza, crear empleos, dar seguridad social y educación de calidad, hasta cuidar el medio ambiente y acabar con la inseguridad y la violencia.

Por eso se nos hace una falta de delicadeza, por decir lo menos, la reciente iniciativa de Greenpeace de establecer un servicio telefónico que deriva la llamada a la residencia oficial de Los Pinos con el fin de que la ciudadanía exija al licenciado Calderón que acuerde una moratoria urgente a la siembra de maíz transgénico, que está a punto de aprobarse en México.

Dicha organización se suma así a muchas otras que también se ocupan de los asuntos ambientales, a las centrales campesinas, a investigadores y centros científicos que se oponen a que el campo mexicano sea laboratorio experimental de corporaciones trasnacionales como Monsanto y Pioneer.

Para evitar lo anterior, Greenpeace pide ¡Llamar a Felipe! Marca a cualquier hora del día para dar un mensaje respetuoso, pero muy firme, en favor de la protección de nuestro grano básico. Si se llama desde la ciudad de México debe marcarse 5523-8939 y desde el resto del país, sin costo, 01800-836-5480.

No está de más señalar que nuestro país es centro de origen del maíz, grano básico para la alimentación de millones de personas en América Latina y otras partes del mundo. Y que la siembra de maíz transgénico, cuyas patentes están en poder de grandes trasnacionales, terminará por contaminar las tradicionales, las nativas, aumentando el riesgo de perder la seguridad alimentaria, ya de por sí diezmada por las políticas agropecuarias vigentes los últimos 25 años. Pero, además, acabaría con un patrimonio biológico de enorme importancia, con una cultura milenaria. Todo ello por complacer intereses privados y no los de la nación.

Mientras, en todo el mundo estudios recientes muestran los posibles efectos adversos que ocasiona al medio ambiente y a la salud el cultivo de transgénicos. Es el caso de las siembras de soya en Argentina y en Brasil, ejemplos notables por su dimensión. En Alemania y Luxemburgo se vetaron las siembras de transgénicos por estar causando daños a dos especies de insectos. Antes los prohibieron Francia, Hungría, Grecia y Austria, mientras existe una moratoria en Polonia e Italia. Cada vez son más las naciones que encuentran nuevos conocimientos científicos sobre el riesgo que para el medio ambiente y la salud significan los transgénicos y por eso restringen o prohíben en su territorio el uso o venta de los también llamados organismos modificados genéticamente (OMG). Una excepción: la España gobernada por los socialistas, campo libre para esas siembras.

A los inconvenientes ambientales, sociales y de salud se agrega uno de enorme importancia y que merece tratarse ampliamente en otra oportunidad: estudios elaborados por grupos estadunidenses demuestran que los transgénicos no aumentan la productividad agrícola. Y, si lo hacen, es a alto costo económico, ambiental y social. De esta manera, se desmorona la defensa que las trasnacionales y sus voceros políticos y científicos hacen de tales productos, por ser fundamentales para erradicar el hambre, especialmente en países pobres, subdesarrollados. Como prometió antes hacerlo la Revolución Verde.

Por el bien de la nación, no dejes entonces de llamar a Felipe.