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Presentación
Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA
Dos cuentos
ENRIQUE HÉCTOR GONZÁLEZ
La hora nada
KRITON ATHANASOÚLIS
El cuarto jinete
LEANDRO ARELLANO
El liberalismo desquiciado
ANGÉLICA AGUADO HERNÁNDEZ y JOSÉ JAIME PAULÍN LARRACOECHEA entrevista con el doctor DANY-ROBERT DUFOUR
Variaciones de una indignación: cinco poetas de Kenia
Taibo I y Taibo II con semana negra
MARCO ANTONIO CAMPOS
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Columnas:
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Dos cuentos
Enrique Héctor González
Doble hallazgo
La esperé casi una hora, más tiempo del que debía. Llegó con cara insomne y algún leve descaro en el escote del suéter; sin brasier, sin medias.
–Ya me iba –mentí.
–¿Y?
–¿Puedo servirme algo?
–¿No lo has hecho ya?
– No –volví a mentir. Llevaba dos whiskys esperando.
–Creo que fui muy clara contigo. Debías saber que un affair es siempre provisional, y qué bueno que lo sea.
–No es eso –me oí decir–. Vine a que me devolvieras algo.
–¿Qué tengo tuyo todavía? –apuntó con ironía, mientras se pasaba una mano por esas sus caderas cinceladas con un esmero memorable.
–Son más bien dos cosas: mi rímel azul y mi autoestima. –Lo dije sabiendo que lo tomaría a broma.
–Búscalos en otra parte, querida, me aburre todo lo que tiene que ver contigo.
Me levanté del sillón en que había estado sentada por casi una hora, con la garganta hecha polvo pero decidida a no llorar. Camino del cuarto, me topé con el frasquito de rímel en la repisa media del librero en el que Brenda se recargaba indolentemente, bostezando por dentro, fingiendo. Al coger el cosmético, sentí que el contacto iluminaba mi mente: salté sobre ella, le di un topetazo en plena cara y salí de esa casa un poco más atontada de como entré, pero con la conciencia de haber recogido mis dos pertenencias.
Razón de peso
Sin otro particular, quedó de mí la autora de esta epístola detestable. Por la presente renunciaba al puesto que venía desempeñando como asesora doméstica de nuestro hábitat natural. Los motivos de la dimisión no tenían que ver, en modo alguno, ni con el clima organizacional, ni con la política de incentivaciones implementada en los últimos tiempos, ni con las dificultades inherentes a la competencia directa, ni con la imagen corporativa de la casa, ni con tan escasas perspectivas de proyección, ni con la exitosa campaña de reubicación de los espacios (que estrechó su relación nocturna con la mascota de la casa), ni siquiera con la nueva política fiscal de activos intangibles (que redundó en tres años de congelamiento en su percepción salarial), sino sencillamente con el hecho de que mi mujer la descubrió devorando en la sala el belicoso obelisco de nuestro hijo mayor.
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