Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 27 de septiembre de 2009 Num: 760

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Dos cuentos
ENRIQUE HÉCTOR GONZÁLEZ

La hora nada
KRITON ATHANASOÚLIS

El cuarto jinete
LEANDRO ARELLANO

El liberalismo desquiciado
ANGÉLICA AGUADO HERNÁNDEZ y JOSÉ JAIME PAULÍN LARRACOECHEA entrevista con el doctor DANY-ROBERT DUFOUR

Variaciones de una indignación: cinco poetas de Kenia

Taibo I y Taibo II con semana negra
MARCO ANTONIO CAMPOS

Leer

Columnas:
Mujeres Insumisas
ANGÉLICA ABELLEYRA

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
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Hugo Gutiérrez Vega

TEORÍA DE NAYARIT

El paté de camarón, los ostiones de placer (a pesar de la veda nos los consiguieron), las albóndigas de camarón en tlaxtihuile (caldo de maíz hervido con jitomate, cebolla y chile guajillo) y el rotundo pescado zarandeado oloroso a leña de mangle, exaltaron nuestra gula (último exceso que, a veces, nos permite la desolada ancianidad) en la fonda de Sestipac a la que me condujo mi amigo Celso Valderrama de regreso de la isla de Mexcaltitán. En el breve viaje visitamos el Fuerte de la Contaduría de San Blas que guarda en sus muros los recuerdos de la Nao de Filipinas, de Legazpi y del cura Mercado (el cura está presente en una horrenda estatua. Legazpi apenas es recordado en un cartel descolorido). Busqué y encontré el viejo hotel al que llegaba, en compañía de mi padre y unos tíos, allá por lo primeros años de los cincuenta. Se trata de El Bucanero, que se esfuerza por mantenerse en pie y aún conserva sus abanicos tembelequeantes. En el vestíbulo ha sido repintado el poema de Espronceda: “Que es mi barco mi tesoro,/ que es mi Dios la libertad,/ mi ley la fuerza del viento,/ mi única patria la mar.” Pensé en mi padre joven y fuerte, nadando sin descanso, en su entusiasta apetito y en su amor por la naturaleza y, en particular, por los bellos animales. A pesar de los jejenes, San Blas sigue siendo un buen lugar para esconderse unos días. El Bucanero es ideal para desaparecerse. El pequeño museo de la isla (pequeña Venecia en meses de lluvia intensa, hermana de la Braila danubiana por sus calles en círculo y sus dos pequeñas avenidas transversales) da por hecho que ahí estuvo el legendario Aztlán (las garzas paradas en los manglares parecen confirmar el mito), y que de ahí partieron los aztecas hacia el valle ahora de nuestros pesares. Un homenaje a Boturini, un memento de Sigüenza y Góngora y algunos objetos y mapas apoyan la teoría sobre la historia de la hermosa isla.

El día anterior asesté a un público amable y enterado (por ahí andaban mi querida amiga Rosa Beltrán y otro amigo entrañable, Felipe Garrido, quien habían ido a Tepic para ayudar en sus tareas a un grupo de escritores de distintos rumbos del Pacífico) una charla sobre Amado Nervo, dentro de la cátedra que lleva su nombre y que organiza la Universidad Autónoma de Nayarit. El rector, Omar Wicab pronunció un breve y elegante discurso, y estuvieron presentes el novelista Héctor Gamboa y un ameritado político nayarita, Lucas Vallarte, compañero de la secundaria tapatía en la que yo intentaba pasar el examen de matemáticas y a la que asistían muchos estudiantes de los estados del Pacífico. Guadalajara era, entonces, su capital cultural y educativa. Lourdes Pacheco Ladrón de Guevara, escritora y maestra, es la animadora principal de esta cátedra y, gracias a sus esfuerzos, la universidad, pequeña pero bien organizada, realiza investigaciones importantes. Conocí la Universidad Nayarita en las épocas de un porrismo relacionado con el de la feg . Las cosas han cambiado radicalmente y los estudiantes se inclinan por la práctica de la democracia en sus procesos electorales y en sus tareas en el Consejo Universitario.

Me entregaron los libros publicados recientemente por la universidad. Predominan los escritos por Jean Meyer, historiador interesado en todos los aspectos de la biografía del Nayar. Tuve tiempo de leer unos capítulos de su libro sobre Manuel Lozada. Pienso que el ameritado historiador se entusiasmó con la figura de un caudillo que defendió algunas causas indígenas y campesinas, que se convirtió en un terrorífico Señor de la Guerra y apoyó a los conservadores y la intervención francesa. En un manifiesto nauseabundo, habla de la bondad y de la generosidad de Napoleón iii (tal vez esta enormidad abrió el apetito de Meyer, especialista por antonomasia en la historia de la derecha mexicana) y se afilia sin pudor alguno al Imperio de Maximiliano. Personaje contradictorio, su historia es una más de las fascinantes aventuras pasadas por el Séptimo Cantón de Jalisco, Distrito Militar Juarista (Juárez fue objeto del gran odio de Lozada, el Tigre de Alica, que fue perseguido hasta el final por Ramón Corona) y estado de Nayarit desde la época carrancista.

Lozada, prisionero, derrotado y condenado a muerte, pidió que su querida fuera fusilada a su lado. Basaba su petición en el hecho de que la desventurada mujer siempre había querido morir con su amante. La negativa del jurado calmó a la desdichada mujer al desechar la indostánica petición de su esperpéntico querido. En fin... gracias a Meyer por sus investigaciones.

Mexcaltitán y sus garzas quedaron atrás. Atrás quedó El Bucanero con sus versos de Espronceda. La memoria de Nervo está presente en muchos monumentos de irregular valía. Debe estar presente en la lectura que de sus poemas hagan los muchachos.

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