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Las elecciones son sólo una maniobra para distraer, advierte un grupo de zelayistas

La resistencia hondureña ofrece a un obispo la candidatura a la presidencia
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Ayer se cumplieron dos meses del golpe de Estado que sacó de Honduras al presidente Manuel Zelaya e instaló a un gobierno de facto encabezado por Roberto Micheletti. De nueva cuenta, simpatizantes del mandatario constitucional marcharon por las principales calles de TegucigalpaFoto Reuters
 
Periódico La Jornada
Sábado 29 de agosto de 2009, p. 17

Como si el fragor de la batalla contra el gobierno de facto no bastara, la resistencia hondureña vive un intenso debate interno sobre su camino inmediato, sea o no restituido el presidente Manuel Zelaya en el poder. El centro de la polémica es la elección del 29 de noviembre: las organizaciones de la resistencia buscan un candidato para ir unidas a la contienda, apuestan a desfondar al Partido Liberal (PL) y han ofrecido la candidatura presidencial a Luis Alfonso Santos, único obispo abiertamente contrario al golpe de Estado.

La ley hondureña impide que el obispo sea candidato si no renuncia a su ministerio, pero ese podría ser el menor de los problemas en la ruta electoral de la resistencia. Las negociaciones sobre un frente común se realizan a pesar de la oposición de parte de ésta. Varias organizaciones populares, tradicionalmente abstencionistas, ven en los comicios una suerte de distracción respecto de los objetivos centrales: el retorno de Zelaya y el continuado impulso de una asamblea nacional constituyente.

En esa línea, aunque el Frente de Resistencia no ha tomado una determinación definitiva, algunos dirigentes hablan ya de un boicot a las elecciones.

El sindicalista Carlos Humberto Reyes es el primer candidato independiente a la presidencia de Honduras y muchos liberales lo ven como la opción para no votar por el aspirante de su partido, al que consideran golpista. En estos días, a tono con la petición de Zelaya ante la Organización de Estados Americanos (OEA) para que no reconozca el proceso electoral si el presidente no es restituido, Reyes hizo un llamado para que los candidatos no golpistas a todo nivel de elección popular se retiren del proceso si se mantiene la dictadura.

Sin embargo, líderes del PL cercanos a Zelaya se han registrado como candidatos a diputados y alcaldes bajo las siglas del izquierdista partido Unificación Democrática (UD), cuyo candidato presidencial, César Ham, es más cercano que Reyes a Zelaya.

Frente al aislamiento internacional, el gobierno de facto, encabezado por Roberto Micheletti, ha apostado todo a las elecciones de noviembre. Durante la reciente visita de los cancilleres de países de la OEA, Micheletti machacó con la salida comicial: Habrá elecciones en Honduras, lo apruebe el mundo o no.

Así será, si se toma en cuenta que los anuncios de no participar o boicotear los comicios parecen más una cuestión táctica que una acción que vayan a realizar los antigolpistas.

Tenemos que participar. De lo contrario nos va a pasar lo que a la derecha retrógrada venezolana, que no fue a elecciones después de haber ganado un referéndum y dejó solo a Hugo Chávez en la Asamblea Nacional, decía Ham en los días de intensas negociaciones con los liberales que se integrarían a sus listas.

Para Carlos Eduardo Reina, dirigente liberal cercano a Zelaya, el boicot no es siquiera una opción: Ni el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional, armado en las montañas, pudo boicotear elecciones. Eso es muy difícil.

Un FDN hondureño

Guardando las distancias, los antigolpistas hondureños están construyendo una suerte de frente democrático nacional (a la manera del mexicano en 1988): es decir, al importante desprendimiento de uno de los partidos tradicionales se suman las izquierdas partidaria y social, en una ruta trazada por Zelaya, quien con la cuarta urna en realidad pretendía construir una tercera fuerza partidista, según Víctor Meza, su ministro de Gobernación.

En la bipartidista Honduras, el PL y el Partido Nacional (PN) controlan 95 por ciento de los puestos de elección y los cargos públicos. Se reparten además las instituciones del Estado: por ejemplo, de los 15 magistrados de la Corte Suprema, ocho lo son a propuesta del PL y siete del PN.

A ese dominio de los rojos (liberales) y los azules (nacionales) se quiere enfrentar la resistencia dentro de tres meses.

El peor de los escenarios es que pujemos fuerte por la presidencia de la República y obtengamos una bancada fuerte en el Congreso, en alianza con el movimiento social organizado, apuesta Reina.

No todos en el bando de la resistencia comparten ese optimismo.

Juan Almendares, ex rector de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), sostiene: los dos partidos tradicionales son dueños de las maquinarias electorales y controlan los medios de manera abrumadora. Así que las elecciones las van a controlar ellos. Es difícil que la izquierda pueda ganar, aunque vengan observadores internacionales.

En 2005, recuerda Almendares, Zelaya ganó apenas con 23 por ciento de los votos válidos y sólo con una diferencia de 1.7 por ciento sobre su contendiente Porfirio Pepe Lobo. Las sospechas de fraude, fundadas en que nunca se escrutó 15 por ciento de las urnas, se esfumaron cuando los empresarios poderosos, siempre grandes electores, se inclinaron por Zelaya. Y también la embajada de Estados Unidos, apunta Almendares.

No soy golpista

Elvin Santos, candidato liberal a la presidencia, es el Enrique Peña Nieto hondureño: joven, galán, empresario exitoso y miembro del Opus Dei. Lo ponen en el patíbulo del programa Frente a frente, de canal 5, y el conductor le pregunta de 10 maneras, pero no logra que el candidato diga si estamos frente a un golpe de Estado o una sucesión constitucional. Santos se resiste. Los indefinidos no merecen gobernar un país, amenaza el conductor al candidato que, antes del golpe, llevaba cómoda ventaja en las encuestas. Santos se rinde al fin: Fue sucesión constitucional.

Desde hace dos meses, Santos va en picada y no atina a elaborar una estrategia clara que lo deslinde del golpe de Estado. Recientemente ha acusado a su oponente Porfirio Lobo de tener una alianza con Zelaya para destruir mi candidatura.

No podemos bajo ningún punto asumir que el problema se derretirá o se irá solito para otro lado, porque el problema hay que enfrentarlo, resolverlo, y eso es lo que estamos discutiendo, dijo Santos al salir de su reunión con los cancilleres de la OEA.

Dos meses después Santos sigue discutiendo, igual que Lobo, también experto en malabares retóricos, que a ambos les instruyen sus asesores de Miami.

Lobo es, igual que Zelaya, un ganadero de Olancho, con la diferencia de que en su juventud fue compañero de viaje del Partido Comunista. Incluso acudió a Moscú a un curso de capacitación de seis meses.

No vamos a olvidar quiénes provocaron esta desgracia que hoy sufre el país, expresa Lobo a cada rato, en su ruta de culpar a un pleito entre liberales de la crisis política, aunque según la resistencia el nacionalista participó en el golpe.

En 2005 “la decisión (tras el apretado triunfo de Zelaya) la tomaron los grupos de poder económico, porque para ellos Pepe era ‘comunista’ o menos confiable en todo caso. Sin duda Elvin es más confiable para el empresariado”, afirma Ham.

Es la paradoja de los empresarios que respaldaron el golpe de Estado: que el favorecido sea un candidato presidencial del que desconfían, que no es de los suyos, sino de la oligarquía agropecuaria, como el presidente viajero.

Probablemente el PN ganará las próximas elecciones, pero con el reavivamiento de la conciencia ciudadana y democrática es previsible el potenciamiento de actores políticos diferentes, que rompan el esquema bipartidista, en forma parecida a como sucedió en los otros países de Centroamérica después de intensas convulsiones políticas y sociales, subraya Ramón Romero, investigador de la UNAH.

Jugando con su candidatura, el obispo Santos lo pone así: En las elecciones, el frente del pueblo les va dar grandes sorpresas (a los golpistas).

Los medios de los golpistas dicen que el experimento unitario, en veremos en estos días en que arrancan formalmente las campañas, es una alianza de la resistencia con el lado oscuro del Partido Liberal.