Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 23 de agosto de 2009 Num: 755

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Pérez-Reverte: con el corazón desbocado
JORGE A. GUDIÑO

El alfabeto de Babel
SALOMÓN DERREZA

Sergio Ramírez: de una tierra de pólvora y miel
RICARDO BADA

Siete mujeres y Picasso
HÉCTOR CEBALLOS GARIBAY

Rius: 75 años en su tinta
JUAN DOMINGO ARGÜELLES entrevista con EDUARDO DEL RÍO

Juana de Ibarbourou: 80 años de Juana de América
ALEJANDRO MICHELENA

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Columnas:
La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA

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VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
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Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

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Desde (y hacia) el corazón (II Y ÚLTIMA)

Tres de los principales cometidos que se propuso el grupo de trabajo responsable del documental El fuego la palabra (2003) –grupo del cual formó parte Alberto Cortés– vuelven a cumplirse en Corazón del tiempo , dirigida por este último, a saber: a) “contar una historia conocida desde una perspectiva diferente”; b) “abordar, expresar o manifestar lo que es la épica de unos pueblos indígenas que se levantaron en armas”, y c), tocar al zapatismo “desde el punto de vista de los pueblos, desde adentro, desde las bases”.

Yendo de adelante hacia atrás en los incisos arriba enumerados, en cuanto al abordaje de un universo tan particular como indudablemente es el zapatista, conviene recordar lo que ya se apuntó en la primera entrega de este texto: que los protagonistas de la cinta no son, ni mucho menos, actores profesionales sino integrantes de las propias comunidades donde la ficción toma lugar. En un sentido histriónico, esta condición le confiere a la cinta un grado de verosimilitud que de otra manera no habría podido alcanzar o a la cual, en el último de los casos, accede con una facilidad que se aprecia de principio a fin, sin dar pie a los altibajos en los que muchas veces incurre un actor profesional. Aunado al aspecto actoral, conviene también recordar algo más que se dijo antes, en cuanto a la hechura del guión, pues éste se debe a la escritura del propio Cortés y de Hermann Bellinghausen, dos autores que por convicción profesional –y, cabe añadir, en este caso también necesariamente ética-- no sólo han sido testigos permanentes del desarrollo histórico del zapatismo, sino que en virtud del trabajo que cada quien ha desarrollado, el primero documentando diversos aspectos de la cotidianidad zapatista, el segundo llevando el registro periodístico más exhaustivo de todo lo relacionado con el EZLN, puede afirmarse sin excesos que, en más de un modo, ambos son parte integrante de dicho movimiento.


Herman Bellinghausen

Por lo que hace a la expresión o manifestación de “lo que es la épica” de estos “indígenas que se levantaron en armas”, baste aquí con esbozar una de las subtramas que dan cuerpo a la historia: entre muchas otras carencias de servicios públicos, la comunidad donde dicha historia se desarrolla no cuenta con energía eléctrica, y hete ahí que una planta de luz ha de ser adquirida y luego trasladada hasta un ignoto punto de la selva chiapaneca, con todo lo que ese traslado implica en términos de retenes y dificultades con el omnipresente ejército regular federal. Una vez llegada a donde debe, la maquinaria tiene que ser puesta a funcionar y todo esto, como es obvio tratándose de algo que tiene verificativo en un territorio autónomo, sucede sin apoyo cual ninguno de comisiones federales de electricidad, sedesoles ni entidad gubernamental que se les parezca.

Si bien el primer inciso, “contar una historia conocida desde una perspectiva diferente”, se refería originalmente al propio zapatismo, en el caso de Corazón del tiempo aplica a la perfección y por partida doble, pues de pocas historias puede afirmarse con mayor pertinencia que se trata de una bien conocida como lo es una historia de amor entre un hombre y una mujer, por un lado; por otro, la diferencia en la perspectiva radica, por supuesto, en la manera específica en la que es resuelto el triángulo amoroso que se plantea; manera que, hasta donde este juntapalabras alcanza a entender, sólo puede tener lugar en una comunidad zapatista, o quizá también al interior de algún otro grupo levantado en armas cuyas necesidades de seguridad y protección obliguen a un par de jóvenes enamorados a tomar en cuenta la opinión de la comunidad entera a la hora de buscarle feliz cauce a sus afanes.

Es en este aspecto donde la trama de Corazón del tiempo muestra su parte más compleja y llena de vigor, pues la simpleza sólo aparente de un conflicto amoroso entre una mujer, un hombre al que se quiere y otro al que no se quiere, se inscribe en un mosaico donde se exhiben una idiosincrasia arraigada, tradiciones que se cuestionan, una cultura ancestral que da fuerza y sustento a la colectividad, pero al mismo tiempo la emergencia de necesidades contingentes-inherentes al tipo de vida que se ha elegido y que deben ser resueltas del mejor modo, así como un cuestionamiento profundo a las contradicciones en las que puede caer una comunidad humana que por un lado actúa basada en siglos y siglos de costumbres inalterables, y por otro es absolutamente vanguardista en sus reivindicaciones sociales, económicas, de género, etecé.

Quince salas, de seguro poco tiempo en cartelera, pero el público tiene aquí la oportunidad de asomarse al corazón de quienes, en sus propias palabras, “son del color de la tierra”.