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Entrevista inédita realizada a Víctor Hugo Rascón Banda antes de morir, en julio de 2008

Hallar la belleza en la sordidez, para que las obras alcancen dimensión artística

Los desenlaces trágicos de sus personajes se deben a que ellos no pueden tener un final diferente al que tenemos los mortales, expresó el dramaturgo en su casa de Tacubaya

Especial
Periódico La Jornada
Domingo 23 de agosto de 2009, p. 3

Víctor Hugo Rascón Banda: “La dramaturgia mexicana subió a los escenarios, y a veces con voz destemplada, a veces con voz fuerte, y a veces en un susurro, dijo: ‘aquí estoy, me quedo, y desde aquí se oirá mi voz para que, como lo escribiera Emilio Carballido: el pueblo vea su propio gesto, oiga su propia voz y viva el torrente dramático de su propia circunstancia, para que le plasmen sus sueños propios y la pesadilla de su propia historia’”.

Estas palabras fueron publicadas por La Jornada en el mes de marzo de 1986, durante una entrevista realizada a uno de los puntales de la entonces naciente Nueva Dramaturgia Mexicana, movimiento que pugnaba porque el teatro de los autores mexicanos subiera a los escenarios con el derecho y la legitimidad que daba hablar de nuestra propia circunstancia.

El 31 de julio de 2008, después de arduas y difíciles batallas en favor de causas tan justas como diversas, entra ellas la de su propia vida, Víctor Hugo dejó este mundo y tras de sí una gama de personajes entrañables, cuyas voces resuenan cada noche en los escenarios mexicanos. Y dejó esta entrevista inédita, hecha en su casa de Tacubaya mientras reposaba de uno más de los tratamientos médicos que le daban fuerza para seguir escribiendo.

Trayecto de pura tenacidad

La ruta de Rascón Banda fue pura tenacidad. Nació en Uruachic, Chihuahua, en 1948. Del pueblo sólo se salía en avioneta o a lomo de mula. Desde que ingresó a trabajar en la banca. Nunca le negó un apoyo, una recomendación, algo a alguien. Fue presidente de la Sociedad General de Escritores de México y miembro de la Real Academia Mexicana de la Lengua, pero sobre todo fue un autor que dejó una dramaturgia crítica con los poderes fácticos que gobiernan el país. Él no veía como mérito su constancia y disciplina, lo veía como producto de su fealdad física.

“Desde que yo era chico –dice Víctor Hugo– siempre tuve la sensación de que era feo, y con eso crecí. Hasta hace poco se me acabó el trauma. Bueno, pues me sentía feo, feo, y eso me sirvió para ser el mejor alumno de Derecho.

Fui director corporativo de varios bancos para compensar los traumas derivados de mi fealdad. En la literatura, esta fealdad me sirvió como evasión, para poder escribir, para estar aislado, solo, porque la escritura es un acto solitario, a pesar de que el teatro es colectivo, ya que sólo se vuelve colectivo cuando uno pone la palabra fin, cuando lo escrito se vuelve puesta en escena.

Voces en el umbral, primera gran obra de Rascón Banda, nació “más de intuición dramática que de oficio. Tenía la obligación de entregar un texto un lunes en el taller de dramaturgia de Leñero, si no, éste se acababa. Como a mí me interesaba seguir me puse a escribir un texto sin técnica, sin estar preparado, habiendo visto poco teatro. Entonces, ¿qué hice?, evoqué mundos y los puse arbitrariamente uno sobre otro, y sin querer descubrí una estructura, un lenguaje poético que yo no sabía que tenía, y salió la obra, salió como la evocación de un sueño.

“Cuando escribí Contrabando –agrega el autor– me asustaba por cómo hablaban las tres mujeres sin mi control, sin que yo pudiera poner parte de mí en estos personajes. Era un momento alucinante. Yo, escuchando corridos por un lado, y mi máquina de escribir jalando y jalando, por el otro. Por eso la obra es de monólogos, porque eran las mujeres las que hablaban como si estuvieran vivas contando su drama.”

–Es admirable cómo encuentras poesía en la degradación – comento a Víctor Hugo–, pero en Playa Azul hallas alegorías fantásticas dentro de la podredumbre política.

–Fui a Michoacán a unas vacaciones pagadas con otro premio. Ahí me contaron varias historias, y cuando regresé me puse a escribir Playa Azul con la música de fondo de una banda de Oaxaca de nombre Princesa Adonají, con una canción llamada Celosa, que se repitió todo el sábado y el domingo dándome el tono de la obra.

“Yo me sorprendía por cómo hablaban los personajes sin mi control. Nomás ponía el nombre y sopas, salía un texto; yo parecía un intermediario. Y resulta que Contrabando y Playa Azul son mis obras que mejor funcionan en teatro, porque son textos cerrados, porque salen del inconsciente, del sueño, de esta duermevela, de la que aparecen estos personajes que habitan una dimensión de donde uno va, los saca y los pone a vivir.”

Foto
Tras su fallecimiento, Rascón Banda dejó una serie de personajes entrañables, cuyas voces aún resuenan en los escenarios mexicanosFoto Eugenia Arenas

La dimensión de una obra

En Playa Azul Víctor Hugo denuncia que en la política mexicana corromper no es ilícito, sino hábito. Le pregunto si se encuentra a sí mismo en todas sus obras, en la infinidad de personajes que ha creado.

–Mira, acabo de leer La fiera del Ajusco, que escribí hace mucho sobre el caso de Elvira Luz Cruz, encarnada con mucha fuerza por Ángeles Marín, y no me reconocí. Hay textos líricos bellísimos que ahorita sería incapaz de escribir.

“En esa miseria de una mujer analfabeta y abandonada por los cuatro maridos surge la poesía desde la primera palabra del narrador. Hay un vuelo poético entrañable que te lleva a amar a los personajes a pesar de la tragedia que viven. Quizá es mejor escribir con el sentimiento y no con la razón. Por eso la computadora no se me da. Me siento mejor con el papel y un lápiz entre los dedos, porque creo que se conecta la sangre al pensamiento, al ritmo de las palabras.

Creo que la esencia lírica está en crear la metáfora teatral sacada de la realidad más negra. Hay que encontrar la belleza en la sordidez, en la violencia, en la sangre, así, las obras alcanzan una dimensión al mismo tiempo que trágica, artística. El teatro, a pesar de que es complejo, es sintético, y como está sujeto a un tiempo y a un espacio tiene que ser intenso, tener el sentimiento en carne viva. Creo que la lucha está en aprender el oficio sin descuidar la intuición.

La voz de Elvira, La Fiera del Ajusco, a quien la desigualdad social le mató a sus 4 hijos:

ELVIRA.- Ya está muerto, yo lo vi. Anoche soñé que todavía vivíamos en el rancho y mi papá se acababa de ir para el otro lado. Clarito vi cómo lo mataban los gringos cuando cruzaba el río. Su cuerpo lleno de agujeros flotaba y flotaba, arrastrado por el agua, hasta que pasaba enfrente de la casa. Entonces yo lo quería detener para enterrarlo en la milpa, pero el agua era más fuerte y me lo jalaba, hasta que se perdía en el recodo del picacho…

HERMANA.- Eso es un sueño, Elvira.

ELVIRA.- Los sueños son verdad.

“Cuando Julio Castillo montó Armas blancas, yo le decía: ‘Julio, eso no es mío’; y él me contestaba: ‘Víctor está en tu subtexto, pero tú no te atreves a decirlo. Aquí está’, y me lo demostraba. Eso es lo que hacen las actrices, los actores: sacan al verdadero personaje que tal vez uno no pudo o no supo poner, o no logró capturar ni evocar. Tengo mis personajes predilectos en una obra, pero en escena veo a otros con mayor dimensión. María Rojo, Ana Ofelia Murguía, Julieta Egurrola, Angelina Peláez, Luisa Huerta son grandes actrices que transformaron lo que escribí y lo hicieron más entrañable de lo que pude haber soñado.”

Poco antes de morir, Víctor hugo le recordó a Enrique Vargas que durante su boda, después de una larga y difícil convalecencia, pudo volver a bailar. Le dijo que a veces, entre sueños, recordaba ese baile, que ya estaba en paz y que si no había ganado todas sus batallas sí había luchado por lograrlo.

La voz de Rascón Banda, quien tal vez anda urdiendo al lado de sus compañeros de ruta ya muertos –Óscar Liera y Jesús González Dávila– la tragicomedia que devasta a los mexicanos: En lo que respecta a los finales pesimistas de mis obras, se debe a mi modo de ver al mundo actual, que no es de triunfadores, es de antihéroes. A la mayoría de la gente le toca perder. Mis personajes, a pesar de que intentan desafiar un orden social, siempre son destruidos. Aunque ellos se interpongan, aunque yo les ayudara. Están inexorablemente marcados por una época terrible. De ahí que los desenlaces de las obras tengan que ser trágicos, tal como son en la vida real. Ellos no pueden tener un final diferente al que tenemos los mortales.