Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 16 de agosto de 2009 Num: 754

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Tres cuentos
JORGE DEGETAU

Envío
LYDIA STEFÁNOU

El secreto de los últimos musulmanes en España
ADRIANA CORTÉS KOLOFFON entrevista con LUCE LÓPEZ-BARALT

Casa Lamm: quince años de memoria plástica
MIGUEL ÁNGEL MUÑOZ

Medio siglo de El almuerzo desnudo de Burroughs
EDUARDO ESPINA

La espada de Rubén Darío
ALFREDO FRESSIA

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Columnas:
Jornada de Poesía
JUAN DOMINGO ARGÜELLES

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

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ALONSO ARREOLA

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Hugo Gutiérrez Vega

MEMORIAS CUBANAS

Para que Carlos se alivie pronto

La última vez que vi La Habana no hacía ni frío ni calor. El cielo caribeño (“tisú”, como decía José Antonio Méndez) de repente se enlutaba, pero, a los pocos minutos, reaparecía la luz intensa y desde el malecón podíamos ver ese punto misterioso en el que se juntan los azules. Pasé una tarde entera pensando en mis amados escritores de la Isla : Lezama Lima, Severo, Ballagas, Nicolás, Alejo, Eliseo, doña Gertrudis, Dulce María y más, pero muchos más. Los que vivimos en el continente no sabemos ver con cuidado la gran literatura del “Egeo” caribeño, ese prodigioso conjunto de islas que, “en tiempo de los reyes” se llamó “seno mejicano”. Lo cuidaban de los ataques piratas los galeones de la Armada de Barlovento que dependía del virrey de la Nueva España. Con frecuencia, los temibles galeones eran derrotados por las gacelas marinas de los piratas de todas las nacionalidades, todos los sabores y colores.

En la Casa de las Américas charlamos sobre la poesía de la negritud americana. Vinieron a la memoria los nombres de Claude McKay, Langston Hughes, Vachel Lindsay, Luis Palés Matos, Walcott, Cesaire, Guillén, Mir y Ballagas. Un poema del puertorriqueño Palés abrió el fuego retórico sobre el Caribe africano: “Por la inclinada calle antillana va Tembandumda de la Quimbamba. Rumba, macumba, candombé, bámbula, entre dos filas de negras caras.” El poema de Cesaire sobre el regreso al país natal iluminó la atardecida. Lo siguieron el poema homérico de Walcott, el prodigioso poema en prosa que es la novela El siglo de las luces, los cantos rituales de Nicolás Guillén y las palabras asombradas ante el mundo y la vida de ese gran escritor que tenemos un poco olvidado, Emilio Ballagas. Debo decir que citamos a Naipaul, pero esa es harina de otro costal cultural enriquecido por la presencia de la Madre India.

Esa noche escuchamos boleros de cubanos, mexicanos, dominicanos, puertorriqueños (en estas cuestiones del bolero las nacionalidades se confunden alegremente). “La gloria eres tú”, “Contigo a la distancia”, “Novia mía”, “Mucho corazón” y el blues “Juguete”, de Bobby Capó, fueron cantados, con más entusiasmo que pericia, por los contertulios de la ilustre Casa. Dedicamos la última parte de la dichosa reunión al recuerdo de los caribeños que hicieron una buena parte de su carrera artística en México: Daniel Santos, Moré, Capó, Pérez Prado, Rafael Hernández, Pedro Flores, María Antonieta Pons, Amalia Aguilar, Rosa Carmina y Ninón Sevilla. Se terminó la reunión (y una buena parte de la noche) escuchando a Daniel Santos (pensamos, además, en la novela de Luis Rafael Sánchez, La importancia de llamarse Daniel Santos) y a Marco Antonio Muñiz (su interpretación de “Mucho corazón”, el asombroso bolero de Luz Elena Valdelamar es formidable). Poco antes de llegar a la puerta de la Casa dedicamos un momento a Bola de Nieve y cantamos “No puedo ser feliz, no te puedo olvidar...”

El embajador mexicano, Gabriel Jiménez Remus, hace todo lo posible por normalizar las relaciones (el agregado cultural lo auxilia en esa misión), pero los desencuentros siguen y siguen. Todo indica que el síndrome Castañeda continúa afectando a la política exterior panista. Esta es una verdadera desgracia, pues los lazos entre México y Cuba siempre fueron muy estrechos (lo siguen siendo entre los pueblos) y superaron las pruebas más rigurosas. En la Isla se recuerda a López Mateos y a su embajador ante la genuflexa oea, Vicente Sánchez Gavito. El voto a favor de Cuba y en contra de las órdenes imperiales fue la mejor prueba de nuestra cercanía y de la excelente política exterior que caracterizó a México en épocas pasadas. Sin embargo, el nombre que encabeza los amores cubanos es el de Lázaro Cárdenas. Lo recordamos hablando desde el techo de un automóvil para reprobar el asqueroso ataque a la Bahía de Cochinos y anunciar su propósito de ir a Cuba a unirse a los defensores de la soberanía de la Isla.

Fueron muchos los buenos momentos pasados en la querida Isla (otra isla amada es Puerto Rico, la “preciosa” de Rafael Hernández: “Preciosa serás sin bandera, sin lauros ni gloria”). Los atesoro y mi gula, último refugio placentero de los setentones, rememora un gran plato de congrí, la ropa vieja, el lechón, el picadillo y una langosta en salsa agridulce que contenía todo el sabor del mar. Desde el avión vi perderse el perfil de la Isla. El cielo seguía azul.

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