Opinión
Ver día anteriorMartes 28 de julio de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Ante el dinosaurio insurgente, construir ciudadanía
C

on un final anticipado de sexenio en el que Felipe Calderón sucumbe, no por el señalamiento de espurio, sino por inconsecuente y vacío, el país cambia pero retrocede. Se reimplanta con mayor fuerza el gobierno de los gobernadores, el de las viejas estructuras corporativas, el de los viejos intereses privados y las maquinarias que venden seguridad al Estado a cambio de impunidad y patentes de corso.

En el país se tapan hoyos abriendo otros más grandes y profundos, y a la mitad formal del sexenio los que estaban en la tercera fuerza ahora gobiernan y dictan los temas de la agenda nacional.

El panismo que encabezó la alternancia en estos 9 años naufraga con todas sus corrientes y vertientes desde su promesa de sacar al PRI de Los Pinos, hasta hoy, que lo que pide es terminar el mandato, subordinado al tricolor, pero estable. En estos tres años la tarea de Felipe Calderón será respaldar las decisiones del priísmo y cargar con todos los defectos como PAN, mientras la fuerza del dinosaurio insurgente va tomando el control de todos los vacíos dejados por las otras fuerzas.

Salvo Sonora, que continua en disputa electoral, todo el norte con excepción de Baja California es priísta. Así, el control de las relaciones bilaterales con Estados Unidos es de nuevo del PRI, ahora apoyado en su mayoría en el Congreso. Toda la agenda nacional, entre ellas la económica, para la reactivación frente a la crisis; la energética; la social y la reforma del Estado, está en manos del viejo régimen. Será éste el que concentrará la negociación de intereses, las nuevas reglas políticas y el gran reparto. Las decisiones ya no están en Los Pinos, sino se toman hoy en Toluca y Xicoténcatl, pues el dinosaurio insurgente es bicéfalo.

Todo ello es resultado del fracaso de la lucha polarizada, que de proponerse desde derecha e izquierda representar la legitimidad, acabaron en la terquedad de abrirle camino al dinosaurio insurgente y le sirvieron de alimento. La ceguera y la soberbia no sólo hicieron disminuir las fuerzas centrales que se disputaban la alternancia, sino alejaron de las urnas a miles de ciudadanos que fueron los que acompañaron la idea de que cambiar era lo más importante y que el viejo régimen tenía que irse para siempre. La anulación del voto significó la ruptura de esa franja de la ciudadanía en todo el país, que dejó de apostar al menos peor y cuestionó el vacío programático como la mejor alternativa.

Los retrocesos políticos son múltiples y uno de los más importantes fue la pérdida de ciudadanía ante un sistema de partidos alejados en conjunto de las aspiraciones de la sociedad.

El clientelismo aplicado desde las disputas internas de los partidos; una actuación legislativa mediocre que generalizó la idea de que el sistema representativo es oneroso e ineficiente; un debate sin contenido, basado en acusaciones mutuas, fueron minando la credibilidad en el debate político. Junto a ello, los partidos se fueron cerrando y como se ve hoy en el resultado, la nueva Cámara de Diputados tiene propietarios, que van desde los gobernadores, grupos empresariales y facciones de partidos.

Hoy, a 9 años de la alternancia, la mayor pérdida es la de la lucha democrática amplia. La construcción de nuevos movimientos con carácter independiente y autónomo, ejerciendo democracia desde su base, son marginales y escasos. Desde las cúpulas se impulsa el apoyo individual no el organizativo, que genera compromisos inmediatos directos con las demandas.

El año clave es 1988, cuando muchas luchas se unieron más allá de lo regional, las diferencias sociales, ideológicas o políticas. Ese gran movimiento entró por la puerta principal a la disputa legítima por el poder para transformar. La visión de avanzar frente a las dificultades marcó el gran aporte de aquella elección en la que la movilización ciudadana no sólo tuvo la candidatura consecuente de Cuauhtémoc Cárdenas, sino también programa, ideas y la lucha por un proyecto nacional democrático contra el viejo régimen corporativo de partido único y proneoliberal. En medio de la gran diversidad política e ideológica, pero unidos por un sentimiento democrático, se avanzó en grandes reformas y se detuvieron muchas otras, con menos fuerza legislativa, pero con un amplio respaldo popular que buscaba además, ampliar su representación mediante reformas electorales.

Hoy la tarea democrática para reconstruir ciudadanía no es pretender decir la última palabra. En el debate de las nuevas reglas y lo que se diga sobre la reforma del Estado, la forma del debate es parte del objetivo, pues si forma es fondo, no se puede construir ciudadanía ni democracia con métodos que impidan de entrada la expresión en un espacio que sea neutral y no sólo de los legisladores y partidos.

Hoy, ante el dinosaurio insurgente, la tarea democrática es difícil pero no confusa. La gran visión de una reforma de Estado, sólo podrá venir de formas democráticas y no secuestrando la decisión en foros de simulación.