a Secretaría de Hacienda emitió la semana pasada dos documentos relevantes. El primero es un comunicado sobre la situación de las finanzas públicas y la estrategia de ajuste; el segundo es el informe del vocero, con un título que alude a una metáfora sobre la esperanza: ¿Hay luz al final del túnel?
Cuando se formula una pregunta de este tipo para sostener un argumento oficial del gobierno puede suponerse de antemano que la respuesta es afirmativa.
En el caso del comunicado se plantea la necesidad de ampliar el ajuste restrictivo a las finanzas del gobierno, ante la caída de los ingresos petroleros y no petroleros. Esto significa que hasta el momento debe enfrentarse una brecha fiscal estimada en 421 mil millones de pesos, que se cubrirá en parte con ingresos provenientes de las coberturas petroleras, recursos del banco central, fondos de estabilización y otros ingresos de tipo no recurrentes. Todo esto suma 336 mil millones.
Quedan 85 mil millones por cubrir mediante el ajuste del gasto que se puede programar, y aún están pendientes 50 mil millones. El total se compone de reducciones en el gasto corriente (administrativo, de operación, servicios personales y subsidios) y en el gasto de inversión, que se suponía clave para enfrentar la fuerte recesión.
Cuando menos hay que agradecer que las apreciaciones ofrecidas por el gobierno sean consistentes en sus contradicciones. Recuérdese el análisis de hace apenas unos días que ofreció la Secretaría de Desarrollo Social. Dijo el responsable del ramo, ante la caída de los ingresos de la población más pobre, según se desprende de la Encuesta de Ingresos y Gastos y de Hogares de 2008, o sea, antes del impacto adverso de la crisis, que los programas que aplica esa dependencia funcionan.
Igual pasa con la economía según Hacienda, si no fuera por una bárbara crisis provocada por los gringos. Aquí todo funciona bien y sólo faltan oráculos favorables que transmitirán en su momento los sacerdotes del gobierno.
A estas cuentas siguió el informe de la vocería haciendo un recuento, otro más, de las condiciones de la crisis global para luego indicar que los datos recientes del desempeño económico afuera y en el país indican que la caída empieza a ceder. Ninguna consideración se hace, por supuesto, de la fragilidad de la economía mexicana que ha sido tan fuerte y rápidamente golpeada, de la ineficacia de las políticas públicas, la quiebra de Pemex y la mala gestión fiscal.
Pensé ante ambos textos de Hacienda y, sobre todo, el del túnel, en el maquinista de un tren que sólo puede esperar aquella luz tras la oscuridad y por su propio bien.
Y, claro, quien bien ha expresado ese asunto con relación a los trenes es Juan José Arreola en su cuento El guardavías. El tipo que quiere llegar a la ciudad de T simplemente no puede hacerlo y sabe por el empleado de ferrocarriles, que le explica de modo muy razonable y cual si fuera evidente, que alcanzar ese destino es prácticamente imposible con el sistema y la organización prevalecientes, que están diseñados para que así ocurra.
Hacienda personifica hoy la cabeza de ese sistema perverso de organización económica y política que hay en México y que muestra, ahora sí que a todas luces y con o sin túnel, su inoperancia tanto con o sin crisis. Más contundente, claro está, es el asunto en medio del desplome de la producción y del empleo.
El gobierno reconoce, pues, aunque sea de manera implícita, que estamos en pleno túnel y oscuridad, y se empeña en ver la luz al final. El ajuste del gasto es la única medida posible que encuentra, y con ello espera de hecho que tal y como concibe que la crisis viene de fuera, se contenga también desde fuera.
Para Hacienda la situación no exhibe ninguna falla en las políticas públicas que se han impuesto desde hace más de dos décadas; nada tiene que ver la dependencia brutal de la demanda por exportaciones desde Estados Unidos, ni aquella que se deriva de un modelo que esencialmente expulsa del país a los trabajadores sobrantes, que no genera suficiente inversión interna y en donde se agrava la desigualdad.
De activismo fiscal nada, pues se violentaría el equilibro precario que quieren sostener, pura resistencia entonces. No importa que eso esté cuestionado ya por todas partes.
Todo es irrelevante ante la fe en la eficiencia de los mercados que dirigen los expertos hacendarios y del banco central. Puestos y concepciones se heredan entre generaciones que se han vuelto de naturaleza realmente incestuosa y aferrada en el gobierno, o aun en lo que se ha llamado cada vez más eufemísticamente como transición democrática.
Pero esa fe requiere de reformas de signo distinto a como se siguen concibiendo desde el poder y, por eso, hay tanta resistencia por parte de sus defensores. En la medida en que la crisis se extienda y una eventual recuperación sea muy lenta, dicha confrontación será más abierta.
Por ahora se advierte que le cuesta mucho trabajo a Hacienda no sólo ver una luz tras el túnel, sino argumentar convincentemente que ella exista en un horizonte previsible.