Histórica recuperación de tierras

en la comunidad nahua de Ostula

 

Gloria Muñoz Ramírez. Xayakalan, Santa María Ostula, Michoacán. “La comunidad no iba con el fin de pelear pero tampoco iba con el fin de correr. Iba con el plan de atorarle al rescate de la tierra. A eso fuimos y en eso estamos”, afirma Manuel, aún convaleciente del balazo que recibió en el cabeza durante la acción en la que los comuneros nahuas de Ostula recuperaron cerca de mil hectáreas del paraje del litoral michoacano anteriormente conocido como la Canaguencera y hoy nombrado Xayakalan.

Desde hace más de 40 años un grupo de supuestos pequeños propietarios del poblado mestizo de La Placita inició la invasión de este territorio ancestral nahua. “Nosotros los indígenas ––dice Manuel–– como que somos muy simples, no reaccionamos así rápido de que nos circule la sangre. Pero cuando se llega a calentar el indígena está duro para bajarle el calor. Y en esta ocasión pues ya no nos aguantamos. La gente, los comuneros, nos enojamos ya de tanta burla del gobierno. Hasta ahora con esta acción nos decidimos ya más formalmente y nos organizamos todos, hombres y mujeres para la recuperación de lo que nos pertenece. Y ahí estamos ahorita en esta lucha”.

Rufino, otro de los comuneros, se refiere a la serie de negociaciones y recursos jurídicos que intentaron los comuneros antes de decidir recuperar la tierra por su propia cuenta: “hicimos un intento y nos dijo el gobierno que nos iba a resolver, pero nomás nos daban atole con el dedo y no hacían caso al problema. Y luego otro intento y lo mismo pasó. El gobierno decía ‘ora sí les vamos a resolver’, pero nada. En junio de 2003 la comunidad se organiza nuevamente, limpia el terreno y en septiembre de ese año se empiezan a construir pequeñas casitas, como unas 20. Se viene otra negociación y el gobierno advierte que mientras no haya una resolución va a resguardar la zona y que ninguna de las partes podría entrar. La comunidad muy creída se sale el 10 de septiembre, cumpliendo los acuerdos, pero luego resulta que los pequeños propietarios siguieron trabajando. Eso indigna. Y luego todavía nos demandan ante el Tribunal Unitario Agrario con sede en Colima. Más burla”.

Manuel continúa: “después de tanto buscarle con el gobierno pues nos decidimos a resolverlo nosotros. El 29 de junio pasado entramos al terreno en una caravana de vehículos. A mi me tocó la balita cuando íbamos llegando. Llegamos al mismo tiempo que los agresores mandados por la gente de La Placita, de inmediato ellos se bajaron de su camioneta y empezaron a disparar, primero con una escopeta y luego con un cuerno de chivo. En un instante se arrima uno a la camioneta donde yo iba con otros compañeros y dispara. Le dan primero a la camioneta y le quiebran los vidrios y luego me dan a mí a quemarropa, como a un metro de distancia. La bala me da en la cabeza, dice el doctor que dio en el casco. Yo vi clarito la boca del arma y me tiré a un lado. Mi felicidad fue de que en cuanto la vi me pude hacer a un ladito, si no ahí me mata. Luego le di reversa al carro y me pelé”. Manuel fue el único herido, “todos los demás lograron salir” . Luego llegó la policía comunitaria y “ejerció el derecho a la autodefensa y pues así pudimos entrar todos al paraje a recuperar las tierras”.

Sentado en un pequeño banco de madera afuera de su casa enclavada en la sierra, Manuel explica que “el fin de nosotros era recuperar la tierra. La finalidad es fincar el nuevo poblado. No más. De las camionetas que íbamos ninguna llevaba armas. Y cuando vimos el ataque pues tuvimos que abrirnos. Cómo contestábamos si no traíamos nada. Y aquellos sí, yo creo que ya venían con un plan de matarnos o de espantarnos, no sé”.

Manuel, Rufino y Francisco coinciden en que su movimiento es “civil, pacífico, legal y constitucional. Sabíamos que el riesgo era grande, pero cuando la gente se decide a una cosa pues hay que entrarle. Ya ve que bonito se ve toda la mancha de gente que va por un mismo camino. Lo menos eran como mil el primer día, pero luego ya éramos como 3 mil movilizados. Nunca habíamos visto algo así por estas tierras”.

El Trompas es el encargado del orden del nuevo poblado. Lleva días sin descanso a cargo de la seguridad del territorio. A bordo de su vieja camioneta relata que “ya tenía muchos años que los invasores reconocieron el terreno, pero bien que sabían que no era de ellos, que esas tierras tenían dueño y que nadie les había vendido y aún así empezaron a agarrar pedazos y empezaron a venderlos como si fueran propietarios. La gente de esta comunidad es pacífica, no tiene ese privilegio de que diga ‘no pues yo voy a ir a matar o esto o lo otro’, pero ellos sí tenían su intención. Lo vimos lo que nos estaban haciendo mal, lo vimos que el gobierno les da la preferencia y pues nos decidimos.

“Ahora ya tenemos una policía comunitaria, somos como 500 activos y pues estamos a cargo del orden, de la vigilancia, de la seguridad de nuestras familias y de que nadie venga a provocar. Ellos nos tiraron. Nosotros no fuimos a perturbarlos donde estaban, nosotros sólo íbamos a donde íbamos”, señala El Trompas.

El reconocimiento de la policía comunitaria es una de las principales reivindicaciones de los comuneros de Ostula, además del reconocimiento del territorio que les pertenece y ahora está en sus manos. “Nuestra policía ahora nos va a cuidar todo el tiempo. No la vamos a soltar. No sólo es esta recuperación, sino que ya se queda con nosotros. Este es nuestro derecho como pueblo nahua. Es, pues, nuestra autonomía”.

“¿Qué nos puede decir el gobierno?”, se pregunta El Trompas. “Tenemos unas minutas de parte del gobierno que nunca cumplieron.  ¿Qué nos puede decir? Nosotros no estamos escondiendo nada. Los estamos esperando al gobierno. Que vengan y nos reconozcan. Eso queremos”.

Días después de la recuperación empezaron a sobrevolar la zona una serie de avionetas. Hay preocupación de actos de provocación o agresiones directas: “puede venirse un acto represivo por parte del gobierno, de los pequeños propietarios o de la delincuencia organizada. Pero ya no pueden. Hasta ahí llegaron. Que nadie se malentienda. Nosotros tenemos títulos de propiedad de 1802 y 1803 y ahí nos basamos en nuestra posesión. ¿Por qué lo vamos a perder, por qué vamos a dejar que otros se mantengan en el lugar? ¿Por qué?”.

Por lo pronto, ya construyen el nuevo poblado de Xayakalan frente a la costa del Pacífico en Michoacán y de espaldas a la Sierra Madre del Sur, territorio ancestral indígena. En unos días levantaron con adobe y ladrillos las nuevas casas que serán habitadas por los verdaderos dueños de este paraje. Aquí no cesa el movimiento. Unos edifican las viviendas mientras la guardia indígena salvaguarda el territorio con el control de accesos, caminos y poblados.

El territorio se mantiene en alerta máxima.

El paraje recuperado tiene una importancia estratégica. Son cientos de hectáreas disputadas durante años por narcotraficantes, inversionistas inmobiliarios, los supuestos pequeños propietarios y empresas mineras. Sólo que pertenecen a los nahuas y forman parte de las 28 mil hectáreas de tierras comunales que integran la comunidad indígena de Ostula. Los nahuas explican que la comunidad “fue reconocida en su personalidad y en sus propiedades ancestrales a través de la resolución presidencial sobre confirmación y titulación de bienes comunales de fecha 27 de abril de 1964”

Ostula es una de las tres comunidades nahuas del litoral del Pacífico michoacano. Las otras dos son Pómaro y Coire. Juntas poseen más de 200 mil hectáreas de territorio ancestral que contempla la mayor parte del litoral michoacano y los montes de la Sierra Madre del Sur hasta Guerrero y Oaxaca. Esta es la primera movilización en la que participan las tres comunidades juntas como pueblo, más allá de las diferencias que han tenido anteriormente.

En Ostula hay 22 encargaturas del orden o anexos (contando el nuevo poblado) más la cabecera comunal, en un territorio en el que convergen diferentes corrientes políticas. Aquí hay  del PRI, PAN, PRD, PT y gente sin partido. También por primera vez participan unidos en una acción que, explica Francisco, “dejó chiquitos a los partidos y grandes a los comuneros”.

Durante todos estos días las comunidades de Pómaro y Coire han respaldado la recuperación de las tierras, no sólo durante la acción del 29 de junio, también en el mantenimiento del campamento y en la vigilancia de la policía comunitaria, que pertenece a las tres comunidades nahuas. “Se trata ––explica Francisco–– de toda una movilización indígena, no sólo del problema de unas tierras. Aquí se está jugando mucho y por eso estamos respondiendo como pueblo nahua y no sólo como comunidad”.

El paso que sigue, señala, “es fortalecer nuestra autonomía y un día, no sabemos cuándo, podernos conformar estas tres comunidades como municipio autónomo”.

Al nuevo poblado de Xayakalan no paran de llegar muestras de solidaridad, sobre todo de pueblos, tribus y naciones indígenas del resto del país. Han hecho acto de presencia representantes wikáricas, purépechas y yaquis y se espera la llegada de otras delegaciones que irán conformando un campamento de observación.

 

Bloqueo de comuneros en Ostula. Foto: Arturo Campos

 

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