Economía
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El proceso será lento y sin la fuerza para crear empleos, asegura subgobernador del BdeM

Igual de fuerte que el desplome, la recuperación económica: Carstens

Prevé crecimiento de 3 por ciento en 2010 y tasas más aceleradas en los siguientes años

El secretario de Hacienda califica de ridículo comparar la crisis actual con la de 1995

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Agustín Carstens, secretario de Hacienda, y Francisco González, presidente del grupo BBVA Bancomer, ayer en la reunión nacional de consejeros regionales del BBVA Bancomer, en el hotel Camino RealFoto José Antonio López
 
Periódico La Jornada
Miércoles 8 de julio de 2009, p. 24

Con la misma virulencia con que se desplomó en la primera mitad del año, la economía mexicana tendrá una recuperación en los siguientes meses, en la medida que se revierta el ciclo recesivo en Estados Unidos, confió este martes Agustín Carstens Carstens, secretario de Hacienda. Pienso que nuestra economía podría crecer fácilmente cerca de 3 por ciento en 2010, luego de caer entre 6 y 8 por ciento este año, manifestó el funcionario.

Sobre la velocidad de la recuperación económica del país, que experimenta en lo que va de 2009 la mayor caída de su producto interno bruto (PIB) en casi ocho décadas, José Julián Sidaoui, subgobernador del Banco de México, planteó que desafortunadamente va a ser lenta y sin la fuerza suficiente para volver a crear el número de empleos que se requieren. De hecho, consideró que en el segundo trimestre de este año el PIB habría tenido una caída en torno a 10 por ciento, más pronunciada que en el primero.

Sistema financiero sano

Carstens, al hablar en una reunión de consejeros nacionales de BBVA Bancomer, rechazó que la actual crisis mexicana, con una caída del PIB de 8.2 por ciento anual en el primer trimestre del año, sea comparable a la de 1995, cuando la economía se contrajo a una tasa anual de 6.2 por ciento.

Es francamente ridículo comparar la crisis de 1995 con la actual; no hay ahora los problemas estructurales que fueron muy patentes en ese entonces, declaró, al plantear que ambos episodios recesivos no deberían ser contrastados sólo a partir de las caídas en el producto interno bruto.

Hay diferencias muy marcadas entre la crisis de 1995 y la actual; y ello hace sin lugar a dudas que esta crisis sea mucho más leve, a pesar de que la variación del PIB puede ser similar.

En primer lugar, destacó que a diferencia de hace 14 años, el sistema financiero está sano y bien capitalizado. Recordó que por el colapso bancario de entonces, el gobierno asumió deuda pública por el equivalente a 20 por ciento del producto interno bruto. En este año, en cambio, los pasivos gubernamentales como proporción de la economía han aumentado muy ligeramente, y ello en reconocimiento de unos pasivos del fondo de pensiones de los trabajadores federales.

Otra diferencia, planteó, es que en 1995 el balance –el resultado entre ingresos y deudas– de los bancos, empresas y familias quedó destrozado, con un sobrendeudamiento sin capacidad de pago que dio lugar a que el gobierno asumiera esos pasivos. Ahora, el crédito de la banca al sector privado es equivalente a poco menos de 15 por ciento del PIB, la mitad del reportado durante la crisis de hace 14 años.

Si se analiza a países que crecen ahora de manera más acelerada, como Chile, Brasil o Corea, uno de los factores que explican la diferencia con México es que el financiamiento bancario al sector privado supera 50 por ciento del tamaño de sus economías y en México es de apenas 15 por ciento, planteó. Ahí se ve un problema estructural de fondo que tenemos que atacar. Y como la caída en el financiamiento, expuso, fue consecuencia de la crisis de 1995, porque se redujo de 30 a 5 por ciento del PIB en su punto más bajo, es francamente ridículo comparar la crisis de 95 con la actual, no tenemos esos problemas estructurales que fueron muy patentes entonces: la inflación era de 60 por ciento anual y hoy de menos de 5 por ciento; la masa salarial (total de sueldos pagados) en aquel entonces cayó 30 por ciento y ahora ha disminuido 5 por ciento.

Plantear las diferencias que, a su juicio, existen entre ambos periodos de crisis sirvió de referencia para que en la economía mexicana actual no haya problemas estructurales desde el punto de vista macroeconómico que eviten tener una recuperación muy vigorosa hacia delante.

Aseguró: con la misma virulencia que las cifras reaccionaron a la baja, en la medida en que haya la recuperación en el ciclo económico mundial y, sobre todo, en la economía de Estados Unidos, va a haber una recuperación bastante acelerada en la economía mexicana hacia delante.

Así fue que planteó que la economía del país podría crecer fácilmente cerca de 3 por ciento en 2010 y con tasas más aceleradas en los siguientes años.

En 2009 la economía mexicana tendrá una contracción de entre 6 por ciento, según previsiones gubernamentales, y 8 por ciento, de acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos.

Carstens aseguró que las medidas gubernamentales para hacer frente a la crisis económica, que comenzaron a aplicarse el año pasado, han tenido un impacto importante sobre la actividad productiva. Sin embargo, dijo, su alcance debe medirse a partir del hecho de que la participación del sector público en el PIB nacional es mucho menor a la del privado. Las acciones gubernamentales, indicó, han comprometido recursos por 800 mil millones de pesos.

Es claro que hacia 2010 la economía mexicana va a comenzar a recuperarse, consideró José Julián Sidaoui, subgobernador del banco central, durante su intervención ante los consejeros del BBVA Bancomer. Matizó, no obstante, al opinar que no va a ser una recuperación con fuerza, con la fuerza suficiente para volver a crear el número de empleos que se requieren. Para ello se requieren reformas estructurales y estabilidad en los mercados financieros, la cual descansa en dos pilares: finanzas públicas sanas y una política monetaria conducente a la estabilidad.

Los retos para México, planteó, son claros. El país va a transitar por un periodo de estrechez de recursos, que impone rigideces a las finanzas públicas que deben atenderse con el fortalecimiento de los ingresos de Hacienda.