Sociedad y Justicia
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Robos, asesinatos, golpizas y toma de unidades de transporte, entre su caudal de historias

Tolerados por autoridades, los porros hicieron de la violencia su forma de vida

Cuando tu única herramienta es la agresión aprendes a usarla bien, señala un ex líder

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En imagen de archivo, estudiantes del Instituto Politécnico Nacional que secuestraron 12 autobuses para trasladarse a las instalaciones de ZacatencoFoto Carlos Ramos Mamahua
 
Periódico La Jornada
Martes 9 de junio de 2009, p. 37

Una caravana de camiones y microbuses se acerca a su destino. Los vehículos van repletos de jóvenes que visten jerseys auriazules. Continuamente hacen paradas rápidas para conseguir víveres (cervezas). Falta más de una hora para el comienzo del juego, y la banda corea goyas a punto de llegar a su destino y correr hacia el graderío universitario. Media hora más tarde, autobuses atestados de jóvenes, que llevan playeras y banderas guindas y blancas, acceden por otro lado al mismo sitio. Al igual que sus rivales entonan un grito: el huélum. También atravesaron la ciudad en espera de que su equipo saliera avante en la batalla. El riesgo de violencia es inminente.

En los últimos 15 años del siglo anterior un juego de futbol americano estudiantil entre las escuadras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y el Instituto Politécnico Nacional (IPN) representaba un partido de alto riesgo, pues la mayoría de los espectadores eran jóvenes de bandas porriles. Por ello, autoridades policiacas e integrantes de esas agrupaciones acordaban la estrategia para evitar actos violentos; sin embargo, si algo fallaba ésta se desataba.

Así lo relatan Carlos Cruz Santiago, El Vaca; Sergio Cedillo López, El Demon, y Giovani Cano Xochipa, El Mega, quienes fueron líderes de los grupos Pedro de Alba y Tres de Marzo, dos de las bandas porriles más temidas en la década de los 90 del siglo XX en el interior y fuera de la máxima casa de estudios.

Previo a cada encuentro deportivo, autoridades y representantes de porros –tanto de la UNAM como del IPN– pactaban dividir las rutas de tránsito y el acceso a los estadios, así como separar los horarios de circulación para los bandos, con el fin de evitar enfrentamientos. Acudíamos a reuniones en la Secretaría de Seguridad Pública capitalina para hablar al respecto. En un plano de la ciudad proponíamos establecer dos rutas, una para cada bando, para evitar que se cruzaran en el camino, y que salidas y llegadas se dieran con al menos 20 minutos de diferencia, pues si la banda se topaba los madrazos eran seguros.

Los golpes, los enfrentamientos y la violencia eran su vida cotidiana. Ya fuese contra bandas de la propia universidad, grupos del Politécnico o de otros centros escolares, las agrupaciones encabezadas por El Vaca, El Demon y El Mega incurrieron en excesos. Romperse la madre era como hacer deporte. Ese fue uno de nuestros lemas, asegura Cruz.

El origen

A finales de la década de los 80 y principios de los 90 esos tres personajes fueron clave para la fundación de los dos grupos porriles. El primero, comandado por Cruz Santiago y Cedillo López, en la Escuela Nacional Preparatoria nueve. En tanto, el Tres de Marzo, donde uno de los líderes fue Cano Xochipa, se convirtió en el referente de la violencia en el Colegio de Ciencias y Humanidades plantel Vallejo.

Ambas agrupaciones son parte de la central de porros más grande del Distrito Federal: la Alianza Universitaria (AU), en la que todavía se congregan bandas de escuelas de la UNAM del norte de la ciudad y del área metropolitana. La AU es contraria a la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU) –otra organización porril de universitarios–, que opera en la zona sur de la capital.

En aquella época las bandas surgieron, explica El Mega, como medida de defensa, porque los del IPN atacaban constantemente a los de la UNAM y optamos por estar organizados, enfrentarlos.

Los porros del Politécnico iban a escuelas de la UNAM a cobrar viejas facturas. Agredían, golpeaban, lesionaban y asaltaban a decenas de universitarios. Contra esos ataques, algunos preparatorianos y ceceacheros decidieron crear bandas que con el tiempo fueran temidas.

Con el paso de los años, éstas tuvieron gran número de integrantes y su modo de actuar se hizo más violento. “Era nuestro hobbie”.

Llegábamos a juntar mil 500 cabrones, y a ver quién se nos ponía enfrente. Cuando tu única herramienta es la violencia, aprendes a usarla bien. Por ejemplo, en ocasiones se nos dejaban venir 100 cabrones y nosotros sólo éramos 20. Aun así, les partíamos la madre. La mayoría traíamos broncas de violencia intrafamiliar, en el barrio, en la escuela. Teníamos una sola cosa clara: si nos iba a llevar la muerte, qué más daba si nos llevaba al lado de los carnales, dice El Vaca.

La violencia se convirtió en su modo de vida. Robos, toma de unidades de transporte público, taloneos (asaltos en grupo) a estudiantes de diversos planteles, enfrentamientos que dejaban decenas de heridos de gravedad, inclusive con armas de fuego, y hasta muertos son parte de su caudal de historias. No hay ninguna banda que se escape de tener su muertito.

En esos años los enfrentamientos eran cotidianos. A puñetazos o patadas, con cadenas, navajas, ladrillos, botellas, fierros, tablas, boxers y otros tipos de armas para dañar al rival. Aseguran que a diario se presentaban seis o siete conflictos violentos entre las diversas agrupaciones de porros en la ciudad. Uno que se convirtió en un clásico entre universitarios y politécnicos, afirma El Mega, se escenificó en el Túnel de la Ciencia, ubicado en el transbordo de las líneas tres y cinco, en la estación del Metro La Raza.

Por mucho tiempo, a diario, veías 100 granaderos en el túnel. Cuando se percataban de que íbamos a pasar se replegaban, cerraban el paso a la gente y, órale, pónganse en la madre. No hacían nada para evitarlo. Después permitían que cada grupo se fuera y aprehendían sólo a los lesionados. A eso le llamaban medidas precautorias.

Considera que a las autoridades no les interesa mucho erradicar la violencia entre jóvenes, porque ésta es un buen negocio. Inclusive, afirman, a comienzos de la década de los 90 los porros de la UNAM y del IPN organizaron varios eventos deportivos, con el fin de disminuir los enfrentamientos entre bandas, lo cual “no le convino a alguien. Los gastos de un operativo en un Pumas-Poli no se contemplan en el presupuesto de las corporaciones policiacas. Si movilizas a 5 mil elementos, ¿de dónde sale la comida para éstos o la gasolina para las unidades que los transportan? ¿A quién se la compran? ¿Cuánto se gasta en realidad y cuánto se reporta? La violencia representa un buen negocio”.

Ese fue su estilo de vida por años; sin embargo, un hecho modificó radicalmente su perspectiva: El Sherif, uno de los más importantes referentes de AU –cuyos familiares han pedido a los ex líderes reservar su nombre real–, fue asesinado en 2001, durante un enfrentamiento con la FEU en la preparatoria cinco. Venganza o cambio eran las opciones. Ahí comenzó la segunda etapa de su historia.