Opinión
Ver día anteriorDomingo 7 de junio de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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No da paso sin huarache
M

exicanísimo dicho que alude a esas personas cuyos actos llevan siempre detrás un interés egoísta. También destaca que los abusados no andan con el pie desnudo, que se calzan, así sea con huarache, signo ancestral del desarrollo humano. Esto lo podemos apreciar en el Museo del Calzado que abrió en 1991 la afamada zapatería El Borceguí y que recientemente renovó con nueva museografía y adquisiciones.

El novedoso museo, tercero en importancia en el mundo dedicado a ese tema, se encuentra en la calle de Bolívar 27, junto a la tienda de calzado que le dio vida y en donde han adquirido zapatos muchas generaciones de mexicanos y... todavía.

El museo muestra la historia del zapato desde sus orígenes más remotos. El más antiguo que se registra en los anales históricos es el de un hombre que se encontró congelado en una cueva en los Alpes austriacos y que se calcula que murió hace alrededor de cinco mil años.

La exposición inicia con los Zapatos Históricos, una de las secciones más interesantes, que nos muestra ejemplares de antiguas civilizaciones como los Gian-Lien, que usaban desde el siglo X las mujeres chinas para deformar artificialmente el pie o los de la India, donde se venera a los animales con cuernos y por esa razón incorporaron largas puntas a sus babuchas. La punta crecía de acuerdo con la jerarquía social de quien las portaba. Del México prehispánico aparecen los cacli, de los que hay referencia desde el siglo XII. No podían faltar los de pieles de los indios de Norteamérica y uno de plumas de emú, para no dejar huellas al caminar.

Aquí nos enteramos que en Francia surge la moda del tacón, primeramente en las botas de los soldados y después se extiende a toda la sociedad, alcanzando su mayor auge en el reinado de Luis XIV. En el siglo XIX surgieron los clásicos zapatos ingleses para caballero: Derby, Balmoral y Oxford y para las mujeres se crearon unos graciosos botines de raso con botones laterales que mostraban con coquetería; las más audaces dejaban ver algo del tobilllo, lo que enloquecía a los bisabuelos.

En el siglo XX el zapato tuvo múltiples transformaciones que han continuado en esta centuria, algunas rayan en la locura, diría yo, como los tacones de aguja de gran altura, las puntas puntiagudas que convierten los dedos del pie en un torturante masacote y las plataformas, que nos traen a la mente ese dicho del genial Tito Monterroso, para ser mujer se necesita estar loco.

Aquí se muestran distintos modelos de zapatos deportivos que se usaron en el siglo XX, los de golf, de montar, para jugar futbol, cricket y lo que se le ocurra. No podían faltar los que han usado los famosos: escritores, actores y artistas plásticos. Los infantes se emocionan con los de los personajes de los cuentos infantiles: Cenicienta, Pulgarcito y el Gato con Botas. Desde luego hay los zapatones clásicos de los payasos, los de patinar en tierra y en hielo, los de ballet y quemadores de incienso y pipas en forma de zapato entre otras extravagancias, como las zapatillas con tacón intercambiable.

La impresionante exhibición consta de dos mil zapatos de tamaño natural y 15 mil miniaturas que consisten en diminutos zapatos, fabricados en todas las formas y materiales, los hay de oro, plata, porcelana, vidrio, tallados en gis y desde luego de pieles y telas finas.

La novedosa visita y el calorcillo nos han despertado la sed, así es que les propongo ir a a visitar al simpatiquísimo Amador Bernal, personaje del Centro Histórico, a su juguería situada en la calle de Palma casi esquina con Donceles. Amador ha vivido los 65 años de su vida en el Centro, donde nació. El negocio lo fundaron sus padres, en 1940. Su madre, María Cristina, cuyo nombre bautizó la juguería, creó el jugo Centro Histórico, de papaya, fresas y jugo de naranja, que él prepara deliciosamente y acompaña muy bien una de las ricas tortas que ahí cocinan.