Opinión
Ver día anteriorDomingo 26 de abril de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Cochochi
Foto
Fotograma de la cinta de Laura Amelía Guzmán e Israel Cárdenas
C

ochochi significa tierra de pinos en la lengua rarámuri de la sierra tarahumara. En este territorio está enclavada la comunidad indígena de San Nicolás, integrada por 400 familias que luchan por preservar sus tradiciones ancestrales y su lengua nativa. Ahí, una pareja de jóvenes cineastas, Israel Cárdenas y Laura Amelia Guzmán, entablan amistad, casi accidentalmente, con Evaristo y Tony, dos niños de 13 años que acaban de concluir sus estudios de primaria.

El contacto con los realizadores que sólo buscan capturar imágenes de la sierra es afable y espontáneo. Los niños buscan un caballo que parecen dar por perdido, y a la pregunta de qué pasaría si jamás lo encontraran, escuetamente responden: El abuelo se enoja. A partir de esta anécdota sencilla, surge la idea de un conflicto relacionado con el malestar y desasosiego que se apoderaría de los niños si desobedeciendo una prohibición patriarcal, extraviaran el caballo que habrían tomado sin permiso. Con esta línea narrativa, Cochochi arma un relato con un mínimo de peripecias, donde lo que importa es el tono costumbrista y el registro del comportamiento de dos protagonistas rurales que parecen dar el salto de la infancia a la madurez, sin tener que transitar por la adolescencia.

En un cine mexicano donde a menudo se opera el proceso inverso, con adultos aquejados de adolescencia prolongada, o de franco infantilismo escénico (desde comedias románticas hasta desfogues taquilleros), es reconfortante asistir a una nueva veta de películas, tanto de ficción como documentales, que tienen el campo como escenario y muestran una novedosa imagen del niño enfrentado tempranamente a las responsabilidades adultas (véanse próximamente en el Foro de la Cineteca los documentales Los que se quedan, de Juan Carlos Rulfo y Carlos Hagerman, y Los herederos, de Eugenio Polgovski).

Lo que acometen los realizadores de Cochochi es un relato de sencillez extrema, de corte tan minimalista y sugerente como el de las cintas lírico-didácticas del iraní Abbas Kiarostami (¿Dónde está la casa de mi amigo? y La vida continúa). En la primera de estas películas el protagonista infantil tomaba el cuaderno de un condiscípulo y, apremiado por entregar al día siguiente la tarea que tendría que realizar en el suyo, recorría barrios y poblaciones en busca del amigo que por error se había quedado con su cuaderno. No había un elemento más en esa anécdota, y sin embargo la eficacia narrativa y la justeza de las interpretaciones eran asombrosas.

No sucede lo mismo en el caso de Cochochi, donde se echa de menos un trabajo más sostenido y exigente de dirección con protagonistas no profesionales, y un manejo del ritmo que permita dotar de suspenso y de una mayor carga emotiva al relato donde en apariencia no sucede nada. Con todo, la mirada y el oído de los cineastas prestan cabal atención a todos los detalles en la experiencia de los dos niños. La cinta está totalmente hablada en rarámuri, lo que no sólo confiere autenticidad al registro oral, sino legitimación a una lengua paulatinamente desplazada por el castellano en el proceso de aculturación forzada. Evaristo y Tony manifiestan sus inquietudes más íntimas y se plantean la urgencia de decisiones importantes (¿comenzar a trabajar o seguir estudiando?, ¿completar una formación profesional o integrarse prematuramente a los trabajos de la comunidad?). Entregar una medicina a una tía- abuela enferma, recuperar el caballo extraviado, reubicar sus pasos con ayuda de una radio local, volver al pueblo y asumir ahí la responsabilidad por la infracción cometida, todas estas son etapas de una educación moral encaminada a la asignación final de sus responsabilidades comunitarias. Esta infancia desnuda, alejada de toda idealización romántica, y tan próxima a la faena de la supervivencia rural, es lo que en definitiva ofrece Cochochi, una ficción sobre los nuevos herederos rurales y sus puntuales ritos de maduración afectiva.