Opinión
Ver día anteriorDomingo 12 de abril de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Trabajadores temporales
C

erca de 100 mil mexicanos van contratados todos los años a laborar en granjas agrícolas de Estados Unidos y Canadá. Diez mil se dirigen al segundo país, con convenios establecidos y reglamentados por ambos gobiernos, y 90 mil al primero, con pactos entre particulares, que no son validados, supervisados o normados por las autoridades mexicanos, pero son aprobados y fomentados por la administración estadunidense.

El modelo canadiense recuerda el programa Bracero, entre México y Estados Unidos, que durante 22 años funcionó con pros y contras (1942-1964). En aquellos tiempos ambos países se sentaban a la mesa de negociaciones cada año para definir lo que podría considerarse como contrato colectivo de trabajo de nivel internacional. Los gobiernos acordaban ajustes al contrato, la cantidad y las características de los empleados que se requerían, de acuerdo con temporadas y regiones. Ambos se comprometían a respetar y hacer valer las condiciones negociadas: visas, salarios mínimos, seguros, vivienda y transporte.

El modelo estadunidense actual, de trabajadores temporales, recuerda el sistema de enganche que prevaleció de finales del siglo XIX a 1942, cuando se estableció el programa Bracero y acabó de manera temporal con ese nefasto sistema. El de enganche, a diferencia del bracero, era un sistema de contratación privado que utilizaba reclutadores o enganchadores que iban a buscar a los potenciales trabajadores a sus zonas de origen. Ahí los enganchaban con adelantos en efectivo, que los empleados dejaban para la sobrevivencia de sus familias. Luego se seguían endeudando durante el viaje, hasta llegar a su destino y pagar la deuda con labor. La deuda pendiente justificaba que los empleadores controlaran a los trabajadores con métodos coercitivos y guardias blancas.

En la actualidad el sistema estadunidense de visas H2 se parece al de enganche, al ser un contrato privado entre particulares, en el cual no interviene el gobierno mexicano. Los reclutadores, contratistas o enganchadores, que pueden ser mexicanos, chicanos-latinos, mexicano-estadunidenses o americanos, van a las localidades de origen en busca de los trabajadores. A diferencia del siglo XIX, el enganche no se da mediante un adelanto en efectivo, que aporta el contratista, sino todo lo contrario. En este caso es el migrante quien tiene que dar un adelanto en efectivo al reclutador para que, mediante su intermediación, pueda tener contrato y visa. Además de los gastos por los trámites, abogados y costo de la visa, que podríamos considerar como normales, el migrante tiene que compensar al contratista por el favor que le hace. La cantidad suele fijarse de acuerdo con el costo del coyote en cada época y circunstancia. En la actualidad, la cantidad oscila entre mil y 2 mil dólares. Sin embargo, es justo decir que hay excepciones, tanto entre los contratistas como entre las compañías que solicitan empleados.

En otros casos, cuando el migrante ya fue contratado por primera vez, puede solicitar uno nuevo y de ese modo evita al enganchador. Pero no puede evadir al abogado estadunidense, quien por llenar los papeles cobra una tajada semejante. Por lo general, el trabajador tiene que adelantar 2 mil dólares para que se realice la gestión, y al llegar a su destino tiene que dar mil más. Si el empleado no recibe la visa, pierde la cantidad adelantada.

En términos económicos, prácticamente da lo mismo ir como indocumentado, pagar la mordida al contratista o gestionar el trámite con un abogado estadunidense. El negocio está en la visa. Granjeros, rancheros y compañías tienen derecho a solicitar visas. Éstos, a su vez, requieren intermediarios para poder llegar a las fuentes de mano de obra y allí entran en escena los enganchadores, quienes prácticamente tienen asegurada cierta cantidad de esos documentos. Si un enganchador dispone de 100 visas fácilmente puede conseguir mil dólares por cada visa-contrato, lo cual le permite obtener unos 100 mil dólares en dos o tres meses de trabajo.

El sistema de visas H2 opera desde hace dos décadas. Lo puso en marcha un empleado cubano de la asociación de cultivadores de tabaco de Carolina del Norte. Éste, a su vez, consiguió a enganchadores mexicanos que hicieran el trabajo de reclutamiento y condujeran en un día específico a todos los trabajadores para realizar el trámite en el consulado de Monterrey. Con las visas, los migrantes son conducidos a la frontera y allí los esperan varios camiones con supervisores a bordo. Éstos recogen los pasaportes y los entregan a cada uno al final del viaje. De este modo evitan cualquier fuga, ya que el migrante sin ese documento y pasaporte es un indocumentado.

Los camiones llegan a las oficinas de la asociación de cultivadores, y allí empieza la subasta de los nuevos esclavos del siglo XXI. Una vez seleccionada la cuadrilla, el ranchero pide otra vez los pasaportes y les adelanta algo de dinero para que puedan comprar alimentos. Posteriormente los conduce hasta la granja donde los trabajadores tendrán alojamiento. Por lo general son casas móviles o barracas. Algunas están limpias y en buenas condiciones, pero otras se encuentran en estado lamentable. Hay casos en que los migrantes viven en jacales improvisados y con colchones en el suelo.

Nuevamente el trabajador queda enganchado, porque sólo puede laborar en el lugar asignado. Y si no hay condiciones para ello, por el clima o cualquier otra circunstancia, el migrante no puede buscar trabajo en otro lado. De hecho, muchos rancheros solicitan a sus trabajadores con una semana de antelación, antes de que empiecen la cosechas, para asegurar la mano de obra. Obviamente, los días no trabajados no son pagados. Los fines de semana el granjero lleva a todos a un supermercado para que compren comida, chucherías y hablen por teléfono. Luego los recoge y los lleva otra vez al rancho. Al final de la temporada todos los empleados se vuelven a reunir y van de regreso a sus hogares. El controlador recibe nuevamente los pasaportes y se los entrega al pasar la frontera.

El sistema de visas H2 vigente, con la anuencia del gobierno mexicano, es un procedimiento anticonstitucional que linda en la trata laboral. En 1917 los constitucionalistas intentaron evitar los abusos del enganche al legislar que los contratistas extranjeros no podían contratar trabajadores sin autorización oficial, por lo menos del presidente municipal. También se viola de manera explícita la Ley Federal del Trabajo, pero nadie hace nada, nadie dice nada, desde hace más de 20 años. Se dice que es mejor este sistema a que se tengan que ir como indocumentados.

Como quiera, una reforma migratoria, cualquiera que sea, tendrá que abordar el asunto de los trabajadores temporales, especialmente los de México. La fórmula ya probada son las visas H2, en la cual el gobierno mexicano no interviene y el estadunidense se hace de la vista gorda. Sólo otorga las visas. Todo queda, supuestamente, a cargo de los departamentos de trabajo de ambos países, que en la práctica están totalmente rebasados.

El programa de trabajadores temporales con Canadá no es la panacea y tiene muchas limitaciones, pero se trata de un plan bilateral, en el cual se puede negociar y mejorar las condiciones de los migrantes. Se podría decir que es exitoso, porque se le compara con el estadunidense, que es un desastre. En materia de trabajadores temporales el gobierno mexicano sigue aplicando con Estados Unidos la llamada política de la no política: dejar hacer y pasar.