Opinión
Ver día anteriorLunes 6 de abril de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La matanza de Jaltengo, estado de México
E

l 24 de febrero pasado un comando armado de seis encapuchados irrumpió en un departamento ubicado en el fraccionamiento Alborada, municipio de Jaltengo, estado de México. Mató con machetes y tubos a 37 animales, entre gatos y perros. Seis fueron rescatados por grupos protectores de fauna, mientras un número indeterminado logró escapar de la muerte. El comando golpeó a quienes intentaron evitar la matanza y se ensañó con Héctor Urdapilleta, amigo de Javier Cervantes, quien vive en el departamento donde se encontraban los animales.

Cervantes recoge perros y gatos abandonados, enfermos o maltratados. No se encontraba en su vivienda cuando sucedió la matanza, pero en cambio a su amigo Héctor, luego de la golpiza que le propinó el comando, lo detuvo la policía estatal que acudió al llamado de los vecinos.

Tratado como un peligroso delincuente, el Ministerio Público no encontró motivo para tenerlo preso. Después, los policías lo tiraron en una barranca.

La protesta por esa barbarie fue mundial. Las autoridades prometieron investigar lo ocurrido luego de la demanda interpuesta ante las instancias correspondientes. El edil de Jaltengo, Germán Romero, quien es miembro del PRD, justificó lo ocurrido: había innumerables quejas de quienes viven en el condominio donde habita Hernández Cervantes. Por tener decenas de animales en condiciones inadecuadas, abundaban las moscas y los malos olores. Contra el protector de perros y gatos se había iniciado por ese motivo un procedimiento administrativo, pues violaba la ley de condominios.

No es el único caso de crueldad contra los aninales. Existen lo mismo en delfinarios, circos y zoológicos que no cuentan con las instalaciones adecuadas para albergar las especies que se quieren mostrar al público en plan educativo o como atracción exótica.

Si no conmueven lo suficiente decenas de descabezados, ni las centenas de mujeres asesinadas en Ciudad Juárez, ni la muerte de defensores del medio ambiente (como ha sucedido en Guerrero, Morelos y Michoacán), menos indignación despierta el envenenamiento masivo de perros y gatos en calles o centros antirrábicos. Aquí hemos denunciado muchos casos. En las ciudades turísticas por excelencia es práctica común, pero no los programas para esterilizar a la fauna.

Del maltrato a los animales no escapa la instancia que debe garantizar la salud de la fauna del país. Un colaborador de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) me informa de los problemas que tienen al realizar decomisos de fauna en peligro o no de extinción, pues no existen las instalaciones apropiadas para albergar los ejemplares decomisados. Las jaulas en que los encierran son de tortura, cuando hasta en los parques temáticos o ecológicos, como Xcaret, cuentan con ellas. Refiere el caso de un bello ejemplar de jaguar de cuatro años de edad: su propietario lo adquirió con extraño permiso oficial en el estado de Morelos, y para que no se convirtiera en un peligro... le cercenaron los caninos. La autoridad lo decomisó y lo entregó a Xcaret para su tratamiento. Mas en dicho sitio no contaban con las instalaciones ni los conocimientos adecuados para tratar al felino. Finalmente, una veterinaria con experiencia evaluó, intervino y curó al jaguar. Recomendó regresarlo a su dueño, pues estaría mejor que en Xcaret. Así se hizo.

Jaguares, leones, pumas y diversas especies de monos y guacamayas están como mascotas en casas, restaurantes y hoteles, claro, sin caninos ni uñas para que no causen daño. Ha faltado la campaña para advertir a la gente que esos y otros animales deben vivir en su hábitat, no como juguetes o atractivo turístico.

Tampoco las aduanas cuentan con las instalaciones necesarias para la fauna decomisada. En la de Manzanillo, cuya ampliación a costa de decenas de hectáreas de manglar fue uno de los cuestionados proyectos del señor Luis Téllez, retuvieron caballos, perros y peces provenientes de Sudamérica. Uno de los caballos murió por insolación y sed; los perros se devoraron entre sí por falta de alimento y agua; se salvaron algunos peces exóticos. Ni la Profepa ni Aduanas saben adónde llevar la fauna decomisada ni cómo tratarla.

Si en México no se respetan los derechos humanos (Atenco es uno entre muchos), menos los de los animales.