Opinión
Ver día anteriorJueves 19 de marzo de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Un dedo en una llaga
F

inalmente, el Presidente de la República envió al Senado su propuesta para la designación de los cuatro consejeros profesionales que, de acuerdo con la nueva Ley de Petróleos Mexicanos, se incorporarán a su consejo de administración. La comisión correspondiente de ese cuerpo legislativo entrevistó a los profesionales propuestos, para la aprobación prevista en la propia ley.

De acuerdo con lo consignado en la prensa nacional, uno de los profesionales propuestos, el doctor Rogelio Gasca Neri, “advirtió la necesidad de revisar el programa de Chicontepec, ya que se corre el riesgo de producir petróleo caro y venderlo barato. Pemex –agregó– tiene muchos proyectos más atractivos que Chicontepec, en aguas someras, con pozos maduros, y deben ser evaluados a la luz de los riesgos y la crisis global”.

El doctor Gasca puso un dedo en una llaga. Se trata de un asunto de la mayor relevancia que se ha ventilado públicamente en múltiples ocasiones; que expertos en la materia han criticado con datos duros y conocimientos profundos como un proyecto no rentable, excepto para los contratistas que reciben altas remuneraciones por los servicios de exploración y explotación que contratan con Pemex –mucho más altas de lo que por lo mismo cobran en otras partes del mundo–, pero frente a cuya crítica los funcionarios de la paraestatal han prestado oídos sordos.

Es un buen síntoma el que uno de los futuros consejeros haya expresado esa inquietud ante los senadores, lo que no debe ser sino una muestra, el principio de una acción permanente de todos. Se trata apenas de un dedo en una llaga, acertado y oportuno, pero Pemex, que es en ese sentido un cuerpo gravemente llagado, con una enorme cantidad de pústulas purulentas, requiere no un dedo, sino que los cuatro consejeros, en un concierto a ocho manos, con sus 40 dedos al unísono, lo recorran completo, con vértigo incesante, brincando patrióticamente de llaga en llaga.

Llagas hay incontables: la quema de gas; los contratos de servicios múltiples; la isla Bermeja; las asignaciones directas; la hegemonía de contratistas como Halliburton y Schlumberger; las licitaciones orientadas; los contubernios con el sindicato; los conflictos de interés; los funcionarios contratistas; los contratistas funcionarios; las concesiones amistosas; la restructuración de la paraestatal; la multiplicación de funciones; los salarios, bonos y liquidaciones generosas y discrecionales –de los funcionarios que no son de elección popular– y una larga lista de etcéteras que se antoja interminable.

Y desde luego, antes de que se llague, la definición de los nuevos contratos incentivados que deben servir para estimular la productividad y la rentabilidad de Pemex y no la proclividad a los negocios turbios o al disfraz de los contratos de riesgo que prohíbe la Constitución.

Menuda responsabilidad la de los consejeros profesionales, que tienen la gran oportunidad de hacer un enorme bien a la nación y que estarán bajo la lupa de quienes mantenemos la esperanza de un Pemex a la altura de las necesidades nacionales.

* Premio Nacional de Ingeniería 2008