Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 22 de febrero de 2009 Num: 729

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

El día que conocí a papá
E. M. MURCIA

Espejo de contrastes: el Archivo Frida Kahlo y Diego Rivera
INGRID SUCKAER

Otro Bolívar para la nueva república
HAROLD ALVARADO TENORIO

Un museo para corazones solitarios
FERRUCCIO ASTA

Para cambiar al mundo
ADRIANA CORTÉS KOLOFFON entrevista con PATRIZIA CAVALLI

Leer

Columnas:
Señales en el camino
MARCO ANTONIO CAMPOS

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA


Directorio
Núm. anteriores
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Alonso Arreola
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Chan Chan… Cachaíto

In memoriam Jorge Reyes

Hay acontecimientos sobre los que sobra decir algo; sobre los cuales no hay reflexión ni análisis posibles, sólo resignación, apechugue, aguante. Más allá de los típicos recordatorios biográficos y de la fría data disponible en internet, poco se puede agregar a la muerte de un genio reconocido que no sea plegaria o silencio. Así, calladamente, escuchamos con el ánimo renovado el disco debut y homónimo de Cachaíto (2001), nacido en Cuba bajo el nombre de Orlando López, en 1933, y fallecido hace apenas dos semanas.

Con los primeros compases despiertan los recuerdos. A Cachaíto lo conocimos hace ocho años en el Hotel Majestic del Centro Histórico, en Ciudad de México. En aquel entonces nos dio una entrevista y le hicimos fotos. Su amabilidad infinita le alcanzó para que la mañana se hiciera tarde y bebiéramos algo juntos. Por la noche haría una “descarga” legendaria, un palomazo, al lado de ese otro animado e innovador percusionista isleño, Miguel Angá Díaz, desaparecido no hace mucho tiempo en circunstancias tristes para su edad.

Aquel día, decíamos, Cachaíto sonreía y se desbordaba cual sol moreno por la salida de su primer álbum como líder, consecuencia natural tras el éxito global del Buena Vista Social Club y del Afro Cuban All Stars, dos de las muchísimas bandas a las cuales sirvió de corazón, bomba, motor incomparable. Así contaba entonces sus inicios en el seno familiar, completando tres generaciones de contrabajistas al lado de su abuelo Pedro, su padre Orestes y su tío, el legendario Israel Cachao López: “Toda la familia vivía cerca, así que era una relación estrecha –dijo entonces– Yo empecé a tocar con mi tía Coralia cuando tenía como nueve o diez años, y pues por lo mismo siempre veía a mi abuelo, que vivía con ella... Mis estudios de contrabajo los hice con mi padre, que siempre me llevaba a su trabajo en la sinfónica y en donde hubiera música buena. Él fue quien me enseñó de verdad a encaminarme en el solfeo y muchas cosas, por lo que después yo pude formar a muchos alumnos que tuve en la escuela.”

Algo extraño para quien comenzara su carrera profesional a finales de los años cuarenta, este único disco terminaría por demostrar humildad y regalar esencia, aquello que el contrabajista debía decir por cuenta propia, sin acompañar a otros cantantes o solistas. No en balde las horas vuelo en tantas grabaciones y en las principales orquestas de La Habana: “La Orquesta Arcaño fue una orquesta radiofónica como no había otra en aquella época... radiofónica es como una sinfónica... Y no cualquiera podía tocar ahí –explicó. En aquel entonces los músicos tocaban más suave: tónica y dominante, pero esa era una orquesta en la que de verdad había que tocar. Mi papá ejecutaba el chelo ahí, y en la sinfónica el contrabajo; así estuvo de arriba pa’bajo hasta que un día me dijo: ‘mira mi’jo, hoy quédate a tocar en Arcaño por mí’, y pues no me quedó de otra. Tuve que bajar la afinación del chelo como si fuera bajo. Toqué con mucho susto, porque había leones ahí. Y bueno, salió bien, entonces mi papá me pidió: ‘ya me dijeron que estuviste bien, entonces, dame una semanita más’. Eso era para que yo me fuera metiendo. Y al mismo tiempo, mi tío Israel me dijo: ‘mi’hijito, tócame esta gira con la Tropical porque ahora no puedo’, y pues lo suplí tocando el contrabajo en otra orquesta; así que todo eso me ayudó mucho a coger experiencia. Así es como nos fuimos apoyando unos a otros, pues éramos una familia de bajistas.”

Pero volvamos a la composición inaugural de su disco. Se llama “Redención”. Como introducción se escucha el repiqueteo de un teléfono, a una mujer que contesta y lo pone en manos del músico, quien entonces dice algo como: “¿Diga?, sí, Cachaíto sí, ¡siempre con swing!”, una frase totémica que para él fue un mantra, una obsesión técnico-espiritual de posibilidades insospechadas, espíritu del bajo que suena a los pocos segundos: un portento, un monumento a la calidez, a la manipulación del tiempo, a la magia orgánica de dos acordes fracturados en pos de eso que unos llaman groove, otros tumbado, otros feeling, otros jícamo, otros sabor… ese algo que no es sino una manera de estar en el mundo. Allí, Cachaíto anuncia su posterior tributo a Charles Mingus (cuatro tracks después), pero exhibiendo lo que Cuba ha dado al ritmo de la historia; se acelera, disminuye su velocidad, rompe el tiempo en tresillos imposibles, vomita silencios inesperados, dejando una verdad desnuda que hoy se hace permanente: sin Cachaíto el mundo está herido gravemente, con un vacío que no podrá disimular ya nunca.