Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 15 de febrero de 2009 Num: 728

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Medellín, capital de la poesía
RODOLFO ALONSO

Nunca digas
TAKIS VARVITSIOTIS

El libro y la cuestión editorial
RAÚL OLVERA MIJARES

Francis Bacon: el espejo en sí mismo
MIGUEL ÁNGEL MUÑOZ

Francis Bacon: ¿maestro de lo despiadado?
JOHN BERGER

El horror en la pintura
BALTHUS

Martin Amis: la más cruda perspectiva
JORGE GUDIÑO

Leer

Columnas:
Mujeres Insumisas
ANGÉLICA ABELLEYRA

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
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Luis Tovar
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Una buena (II Y ÚLTIMA)

Cumplidos el miércoles anterior los dos meses de haber sido aprobadas en la Asamblea Legistativa del Distrito Federal la Ley de Filmaciones del Distrito Federal (LFDF) así como la Ley de Fomento al Cine Mexicano (LFCM), de lo que se habló en este espacio hace una semana, no está de más insistir en que ya es tiempo de que al hecho positivo de su aprobación se añada el más positivo aún de su aplicación efectiva o, por lo menos, de la clarificación y difusión de los pormenores que le den sustento. Así pues, a lo mencionado hace ocho días aquí –en el sentido de que es necesario ir precisando cuántas salas de cine, dónde, a cuánto el boleto, serán las que conformen la “red de salas para exhibición de cine mexicano en el DF”– es decir, a lo que se refiere a un circuito de exhibición hoy por hoy inexistente y que en virtud de las leyes aprobadas debe ser creado, debe añadirse todo lo que tiene que ver con la producción cinematográfica.

De hecho, uno de los principales argumentos manejados de manera previa a la aprobación de las LFDF y LFCM fue la necesidad de “agilizar los procedimientos administrativos vinculados con la planeación, filmación y producción de obras audiovisuales”, todo en apoyo a la industria cinematográfica nacional. También conviene destacar un dato por demás relevante, que sin duda hizo parte de las razones por las cuales la ALDF se olvidó un ratito de su cuentachilez habitual para sacar algo de la chamba que casi nunca hacen: que la actividad profesional cinematográfica y audiovisual capitalinas generan alrededor del cuatro por ciento del Producto Interno Bruto a nivel local, y que cerca de cuatrocientos mil empleos, entre formales e informales, son generados por esta industria.

La LFDF hace posible, entre otras ventajas, acabar con el absurdo de que la ciudad que genera mayor actividad fílmica y audiovisual en todo México, no contaba con una Comisión de Filmaciones propia, como sí cuentan, desde hace ya un tiempo, otras localidades del país.

La LFCM, por su parte, tiene como primer y principal derivado la creación del Fideicomiso de Promoción y Desarrollo del Cine Mexicano –PROCINEDF–, del cual se afirma, con toda la pompa del caso, “ que tendrá por objetivo apoyar, fomentar, promocionar y desarrollar permanentemente la industria cultural cinematográfica mexicana en la Ciudad de México”. Dicho sin rodeos, significa que habrá un nuevo organismo oficial de donde podrá obtenerse la siempre necesaria e insuficiente lana para filmar.

Respecto de todo lo anterior, es decir el apoyo, fomento, sustento o como quiera llamársele, para la producción cinematográfica chilanga, cabe decir lo mismo que se dijo en cuanto a la exhibición: en primer lugar, es preciso delimitar cuáles serán los alcances, el poder de gestión, la naturaleza misma de la mencionada Comisión de Filmaciones, para que no vaya a convertirse –como hasta hace poco sucedió con una instancia de idéntico nombre y alcances supuestamente mucho mayores– en una entidad que cuelgue de un hilo oscilante entre el ostracismo y el cuasianonimato y que, por consiguiente, poco aportaría a una actividad que ya desde ahora, sin Comisión que le facilite las cosas, genera empleos y recursos.

Lo mismo y más vale para el procinedf. Tanto para éste como para la Comisión, nada mal estaría que se ventilara de una vez, urbi et orbi, cómo estarán conformados sus respectivos organigramas, quiénes y bajo qué criterios serán seleccionados para ocupar la titularidad de dichos organismos, durante qué períodos; cómo y cuánto se les asignará para su operatividad y, especialmente en el caso del procinedf, con qué cantidad de recursos ha de contar, cuáles serán los criterios a seguir en la asignación de apoyos; si habrá calca, novedad o diferencia radical respecto de foprocine y fidecine, los fideicomisos a nivel nacional; si una producción equis podrá presentar a un fideicomiso –por ejemplo nacional– el apoyo obtenido por otro –el defeño–, a manera de capital con el que ya se cuenta, más un etcétera en el que pueden incubarse, si no se actúa con total transparencia, toda suerte de futuras protestas, descalificaciones y rencillas en una comunidad profesional siempre y felizmente inconforme, aunque tristemente no siempre solidaria consigo misma.

Habida cuenta del chile, el dulce y la manteca que suele convivir en la materia, este juntapalabras ignora hasta qué punto es factible o válido, como se apuntó a la hora de aprobar las m ulticitadas leyes, considerar “ al cine mexicano producido en el DF como patrimonio cultural, dentro de la categoría de bienes de valor histórico”. Empero, cabe felicitarse por el hecho de que en el DF se haya dado un par de buenos pasos a favor de nuestra cinematografía.