Usted está aquí: miércoles 11 de febrero de 2009 Espectáculos Chicago llevó de la alegría a lo melancólico a sus 10 mil fans

Si me dejas ahora, una de las más coreadas en el Auditorio Nacional

Chicago llevó de la alegría a lo melancólico a sus 10 mil fans

Arturo Cruz Bárcenas

Ampliar la imagen La banda durante su sexta visita a México La banda durante su sexta visita a México Foto: Fernando Aceves

En su sexta visita a México, el grupo estadunidense de jazz-rock Chicago tuvo una actuación exitosa, en la que la melancolía y la alegría, más que la nostalgia, predominaron entre los casi 10 mil asistentes que se dieron cita el pasado lunes en el Auditorio Nacional.

Los más viejos recordaban cuando en 1975 los seguidores del grupo llegaron al mismo recinto de Reforma para hacer desmanes, intentar dar portazo, quemar la caseta de taxis cercana a la avenida, deslizarse encima de unos tubotes que eran parte de la arquitectura en el Auditorio, ahora ya remodelado.

Eran otros años y el rock había sufrido el embate de la censura, luego de que 500 mil jóvenes se habían reunido en Avándaro, tan sólo para darse a la relajada vida de jipi y a la idea de ser parte de una generación.

Por todo el mundo sonaba el rock, pero en México casi no había conciertos. Los jóvenes que querían oír y ver a sus ídolos tenían como únicas posibilidades los hoyos funky, así bautizados por Parménides, el buen Parme, o las películas de Los Beatles, Led Zeppelin o Rolling Stones proyectadas en cines, como el de La Viga.

Los conciertos eran motivo de expresión de inquietudes e ideas, de protestas, algunas exacerbadas. Ya nadie quería volver a oír de personajes como el llamado regente de hierro, Uruchurtu.

Esta vez fue diferente. Distancia de años, el público llega, paga su boleto, se sienta, canta, pide otra, otra, y se va. Vienes, escuchas y te vas.

Ocho músicos a escena

A las ocho y media se apagaron las luces y el logo central con el nombre de la banda refulgió. Entraron a escena los ocho músicos: Robert Lamm (teclados y voz), James Pankow (trombón), Lee Loughnane (trompeta y voz) y Walter Parazaider (saxofón, flauta, clarinete), quienes son fundadores. Ellos, más Bill Champlin (teclados, guitarra y voz), Jason Scheff (bajo), Tris Imboden (batería) y Keith Howland (guitarra).

Al brillo del logo se unió el de los metales, de los instrumentos que han caracterizado por décadas a Chicago, que nació en 1967 bajo el nombre de Chicago Transit Authority. Como una orden para todos se dejó escuchar Házme sonreír.

Juventud, divino tesoro... en las pantallas se proyectaron imágenes de los integrantes del grupo de los años 60.

Siguieron Ain’t it time, Wake up sunshine, Old days y You’ re the inspiration.

Walter Parazaider alzó la voz: “Gracias, buenas noches, ciudad de México. ¿Cómo están? Nosotros estamos muy felices. Tenemos mucha música para ustedes, que esperamos sea de su agrado”.

Se escuchó una pieza de su nuevo disco Stone of sisyphus, muestra de que no se han dormido en sus laureles y siguen trabajando. Un coro de miles cantó If you leave me now, un tema más cercano en la memoria.

Los éxitos se sucedieron: Beginnings y Just you’ n’ me, Saturday in the park, hasta 25 or 6 to 4.

La despedida fue en medio de un aplauso colectivo de pie. Algunos se fueron silbando Pinta mi mundo.

 
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