DIRECTORA GENERAL: CARMEN LIRA SAADE
DIRECTOR FUNDADOR: CARLOS PAYAN VELVER
SUPLEMENTO MENSUAL  DIRECTOR: IVAN RESTREPO  
EDICIÓN: LAURA ANGULO   LUNES 2 DE FEBRERO DE 2009 
NUMERO ESPECIAL


Portada

Presentación
Una negra historia de negligencia oficial

Cromatos de México
José Castro Díaz


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A 30 años del cierre de Cromatos de México

60 mil toneladas de residuos aún nos envenenan

José Castro Díaz

Introducción

Uno de los principales temas en que se centra actualmente la discusión sobre la crisis ambiental global es el cambio climático. Sin embargo, la tendencia histórica y creciente a liberar sustancias tóxicas al aire, el agua y el suelo es un problema de similares dimensiones en cuanto a la dificultad para detener y revertir los impactos de tal tendencia, a pesar de lo cual no se le presta suficiente atención.

Estas sustancias también pueden tener otras propiedades indeseables, entre ellas, ser persistentes, bioacumulables o tener capacidad para distribuirse globalmente. Su liberación no sólo ocurre a partir de los procesos industriales en que se usan sino, también, debido por la inadecuada disposición o reciclado de los productos que las contienen, al término de su vida útil.


Entrada de lo que fue la planta industrial de la empresa Cromatos de México

El caso de la empresa Cromatos de México, cerrada en 1978, es una de las primeras manifestaciones en México de esta crisis ambiental global, que se extiende y profundiza en el país hasta nuestros días. El que hayan transcurrido 30 años para empezar a resolver los problemas generados por dicha empresa demuestra la falta de capacidades técnicas, económicas, políticas y organizativas de las diversas instancias gubernamentales; la lentitud inaceptable para emitir leyes adecuadas para enfrentar las consecuencias negativas de la creciente industrialización del país; la ausencia de control en cuanto al establecimiento de industrias contaminantes y la actitud omisa de las autoridades laborales y de salud ante esta problemática. El caso Cromatos también marca el inicio de la percepción social respecto a los daños causados por la contaminación ambiental y de las luchas comunitarias para enfrentarla.

El objetivo de este trabajo es dar a los lectores de La Jornada Ecológica una visión retrospectiva sobre las causas que originaron el problema, así como las que han impedido la descontaminación del sitio. En él se incluyen párrafos testimoniales obtenidos de las entrevistas que el autor realizó durante 2005 a los protagonistas de la lucha contra este caso extremo de negligencia oficial ambiental. Al final se presentan algunas consideraciones sobre esta lección aún no aprendida por la sociedad mexicana.

La empresa Cromatos de México se estableció en 1958 en la colonia Lechería, ubicada en el municipio Tultitlán, Estado de México, para producir pigmentos y sustancias para curtir pieles a partir del mineral cromita, forma natural del cromo. Aunque este metal forma parte del organismo humano de manera natural, su forma hexavalente (que se genera en la producción de tales mercancías) es tóxica y puede ocasionar graves problemas de salud, entre ellos, cáncer.

Durante sus 20 años de operación, la planta emitió a la atmósfera un gran número de toneladas de cromo hexavalente y acumuló en sus instalaciones alrededor de 75 mil toneladas de residuos industriales con este contaminante, las cuales han afectado de manera grave e irreversible los mantos acuíferos y el terreno circundante.

En septiembre de 1978, ante las evidencias del daño que el “polvo amarillo” (residuos ricos en cromo hexavalente) que emitía esta planta había causado a los habitantes y al entorno, y como resultado de la movilización de un grupo de vecinos liderados por doña Manuela Ríos, con apoyo del sector académico y la prensa, la empresa fue clausurada definitivamente por los Servicios Coordinados de Salud en el Estado de México.

30 años después de la clausura, el 24 de abril de 2008, la Secretaría del Medio Ambiente y los Recursos Naturales, Semarnat, informó sobre el inicio del retiro de los residuos contaminantes que permanecieron todo este tiempo en las instalaciones de la empresa. Sin embargo, falta poner fin a la contaminación de los acuíferos afectados. De igual forma falta que las autoridades evalúen el estado de salud de los vecinos y ex trabajadores de la planta perjudicados por el cromo hexavalente a fin de atenderlos debidamente.

Hay tres etapas en cuanto a la contaminación generada por esta planta. La primera corresponde a su época productiva, desde su instalación hasta el cierre (1958-1978). La segunda, después de la clausura, entre 1979-1982, cuando los residuos abandonados en las ruinas de la fábrica aún generaban emisiones hacia la comunidad cercana; en esta etapa se realizaron los primeros trabajos de contención de los residuos. En la tercera etapa, de 1982 a la fecha, la contaminación ya no impacta el aire, pero sigue afectando los mantos acuíferos debido a la inadecuada disposición y mal manejo de los residuos.

Es necesario agregar que, en el caso de Cromatos y de otras crisis ambientales de México, coincidieron dos situaciones especiales. Por un lado, el inicio de la política de sustitución de importaciones para que el país produjera la mayoría de los insumos necesarios para su industria. Por el otro, el mundo desarrollado inició una política de exportación de riesgos: el traslado de tecnología peligrosa u obsoleta a países con legislación ambiental precaria. Ése fue el caso de la utilizada por Cromatos de México. De este modo, el país aceptó acríticamente la tecnología para producir derivados de cromo a partir de cromita, a la par que la necesaria para producir plaguicidas obsoletos.

Lechería y sus alrededores

La colonia Lechería se ubica en el municipio de Tultitlán, Estado de México, en parte de lo que fue la hacienda lechera del mismo nombre, la cual estaba en el centro de una región con otras unidades productivas similares.

Antes de los años 50 ya operaban en Lechería una planta de cal hidratada y una aceitera; en esta última se instala la planta Cromatos de México. A finales de los años 50, la construcción de la termoeléctrica Jorge Luke, en la parte norte del casco, reduce la ex hacienda a su mínima expresión.

Para 1975, el municipio de Tultitlán contaba con 93 plantas industriales y Lechería era su principal centro fabril, con cerca de dos tercios de las empresas, entre cuyos giros las había de productos químicos, metal-mecánicos, minerales no metálicos y productos alimenticios. De este modo, junto con las otras haciendas, Lechería dejó las actividades agropecuarias para dar paso a una industrialización desenfrenada.


Una calle separa las ruinas de Cromatos de México del resto de las áreas pobladas. En la parte inferior de la foto se pueden ver residuos amarillos y también apreciamos la curvatura de la barda del “sarcófago” a punto de reventar

Para la década de los años 60, la colonia Lechería ya estaba rodeada al sur y al oriente por la mancha urbana y, en las partes norte y poniente, por asentamientos industriales. Sus habitantes originales eran minoría por la llegada de mano de obra procedente de otros estados del país; en 1975 tenía 3 mil 422 habitantes en 480 viviendas. Actualmente tiene unas 12 manzanas y un número similar de habitantes. Una calle separa a la población de las ruinas de la planta de Cromatos de México, ubicada en la calle Francisco I. Madero No. 30, a unos 30 kilómetros al poniente de la Ciudad de México.

Cromatos: ejemplo de industrialización acelerada y sin control

El municipio Tultitlán y su colonia Lechería son parte de una región industrial más amplia, que incluye otros municipios del Estado de México que colindan con el norte del Distrito Federal. Entre ellos, Cuautitlán, Cuautitlán Izacalli, Ecatepec y Tlalnepantla. Aunque estos cinco municipios ocupan tan sólo el dos por ciento del territorio del Estado de México, según datos del censo del año 2000, su población representa una cuarta parte de los habitantes de dicha entidad federal.

Además de estos municipios, la delegación Azcapotzalco del Distrito Federal también pertenece geográficamente a la citada región. En términos de asentamientos industriales, entre 1950 y 1980 fue la más importante del Valle de México y aún concentra una buena parte de la planta productiva nacional.

Tanto los habitantes como el entorno ecológico de esta región han pasado por etapas de desarrollo similares a las de muchos sitios industriales en el mundo; estas etapas incluyen, entre otras cosas:

  • La desintegración de la comunidad original

  • El cambio de usos del suelo

  • La inmigración a partir de zonas agrícolas

  • La incapacidad gubernamental para crear una infraestructura adecuada al proceso de desarrollo

  • El deterioro ambiental

  • La afectación significativa de la salud humana

  • El cierre forzoso de empresas y, finalmente

  • La desindustrialización

En el caso de Lechería, las dos últimas etapas ocurren porque, además de la protesta ciudadana que causa la clausura de esta planta, en 1987 surge una normatividad ambiental federal que poco a poco ha inducido al cierre, cambio de giro o de lugar de varias empresas hacia otros sitios o países, en donde el impacto ambiental no sea tan notorio, al menos en el corto plazo. O de plano no exista una normatividad restrictiva.

Entre 1958 y 1978, en México no era obligatorio que las empresas presentaran un estudio de impacto ambiental previo a su instalación para evaluar los posibles daños al ambiente circundante o la salud a causa de sus procesos productivos o de los materiales usados en ellos. Por lo tanto, entre 1950 y 1980 en toda la industria nacional fue común que hubiera muy poco control de calidad y, menos aun, un control de emisiones de los contaminantes inherentes a los procesos productivos.

En el caso de Cromatos de México la principal materia prima era el mineral cromita procedente de Sudáfrica. Según un estudio del Instituto de Geografía de la Universidad Nacional Autónoma de México, la producción diaria de la planta citada era de 12 toneladas de cromato de sodio, una tonelada de cromato de potasio y casi ocho toneladas de sulfato de sodio, más dicromatos en cantidades proporcionales al sulfato de sodio.

Para procesarlo, el mineral se secaba y se trituraba hasta que las partículas tuvieran un tamaño de 74 micras. Después se mezclaba con carbonato de sodio o cal y esa mezcla se calcinaba en horno rotatorio entre 1100 y 1500 °C por cuatro horas.

Este proceso generaba emisiones de cromo no sólo por la chimenea del horno, sino también porque el viento transportaba el polvo fino de los procesos que se efectuaban a cielo abierto, lo que exponía a los trabajadores, a quienes les corroía el tabique nasal y les afectaba piel y pulmones. De modo similar afectaba a los habitantes de las zonas aledañas.

Una vez cerrada la planta, dentro del perímetro de las ruinas se construyeron dos celdas o “sarcófagos” en áreas separadas, con una superficie aproximada de 1.6 hectáreas para “confinar” el material tóxico. Varios estudios señalan que en estos sarcófagos hay al menos 75 mil toneladas de materiales tóxicos generados durante la operación de la empresa mencionada.


Esto que parece ser un lote baldío es la “azotea” de uno de los depósitos de residuos tóxicos

Debido a que los costos para limpiar este sitio conforme a las especificaciones técnicas son muy altos, nunca fueron absorbidos por la empresa, ni pudieron ser sufragados por los sucesivos gobiernos municipal, estatal o federal. Por ese motivo los residuos con cromo han permanecido en el sitio durante los treinta años transcurridos después de cierre de la planta.

Después de la etapa de mayor asentamiento de empresas en Lechería (las décadas de los 60 y 70 del siglo anterior), algunas empresas contaminantes se fueron de la zona, ya sea por cierre, como el caso de Cromatos, o para ubicarse en lugares más apropiados para la industria. Sin embargo, otras aún permanecen ahí y siguen como fuentes importantes de contaminación.

Comportamiento ambiental del cromo y sus efectos sobre la salud

El cromo es uno de los 103 elementos naturales, es el sexto elemento en abundancia y está muy distribuido en la corteza terrestre. Su forma más común es el mineral cromita, un óxido de cromo combinado con fierro.

En el ambiente se le encuentra en tres formas:

De manera natural como cromo trivalente, o cromo III, en rocas, polvo o en gases de emisiones volcánicas. También se encuentra en plantas, suelos y animales. En el organismo humano es un nutriente esencial para la asimilación de azúcares y grasas. Esta forma de cromo es transformada industrialmente para generar metales y varios derivados.

A consecuencia de las actividades humanas se presenta en otras dos formas:

Cromo metálico, o cromo cero (Cr[0]), de color gris, que es usado para fabricar acero y otras aleaciones.

Cromo hexavalente, o cromo VI, que es producido de manera industrial a partir del cromo III. Esta especie es tóxica y causa graves efectos sobre la salud y el ambiente. Entre los efectos adversos de la exposición prolongada al cromo VI están rinitis, dolor nasal, laringitis, úlcera nasal, bronquitis, alteración de olfato, hemorragia nasal, perforación del tabique nasal, fibrosis pulmonar y cáncer del pulmón.

Los derivados de cromo III y cromo VI tienen numerosas aplicaciones. Entre ellas, para cromar piezas metálicas; en la industria metalúrgica; para la manufactura de pinturas y pigmentos para textiles; en el curtido de pieles; como preservadores de madera; como inhibidores de corrosión; en cintas magnéticas y toner para fotocopiadoras.

El comportamiento ambiental del cromo depende de los elementos o materiales con los que interactúe. Por ejemplo, en presencia de materia orgánica, el cromo VI se reduce a cromo III, el cual se adsorbe en las partículas o forma complejos insolubles.

La Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC, por sus siglas en inglés), con base en la evidencia obtenida de trabajadores expuestos por largo tiempo a concentraciones elevadas de cromo VI en el aire, determinó que el cromo VI es carcinogénico para los humanos. El cáncer del pulmón puede aparecer mucho después que la exposición ha terminado.

En cuanto a los efectos carcinogénicos de la exposición al cromo VI a través del agua o los alimentos, la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos (EPA por sus siglas en inglés) afirma que no hay suficiente información para determinar si su presencia en ambos casos resulta carcinogénica para los seres humanos.

Por lo que hace a la exposición cutánea al cromo VI, en los individuos en contacto con materiales que lo contienen aparecen úlceras en la piel. Algunas personas son extremadamente sensibles a esta especie de cromo y pueden desarrollar reacciones alérgicas con enrojecimiento e hinchazón de la piel.

Sobre la exposición de los trabajadores, la Administración de Seguridad y Salud Ocupacional de los Estados Unidos (OSHA por sus siglas en inglés), estableció que la concentración máxima de compuestos de cromo (VI) en el aire del lugar de trabajo, por jornada de ocho horas a la semana, no debe exceder de 52 microgramos por metro cúbico.

En general, el cromo VI es absorbido por el cuerpo más fácilmente que el cromo III. Una vez en el cuerpo, es transformado a cromo III. Se postula que el daño asociado con el cromo VI se debe a este cambio.

Testimonios de los trabajadores de Cromatos y los habitantes de la zona

En Lechería existieron dos tipos de exposición al cromo; la primera fue de tipo ocupacional, a concentraciones muy elevadas, debido a las condiciones de operación de la planta. Al respecto, don Lorenzo Muñoz, que trabajó en Cromatos, recuerda que: “La fábrica nunca paraba, la cromita la molían, de allí la mandaban a una sección y la molían también para hacerla más fina y la revolvían con tres carretillas de cal, dos de carbonato, del que si le caía una gotita en su mano la quemaba, luego tres de residuo y tres de mineral y de allí lo subían al horno, se hacía mucho polvo, volaba para toda la colonia”.

Como resultado de lo anterior, al cerrar la planta y quedarse sin trabajo, don Lorenzo cuenta que “…ya trabajando en otro lado, me sentí mal y me llevaron al doctor y le dije que había perdido mucha sangre, y lo primero que me dijo fue que tenía yo cirrosis. No, –le dije–, es de la nariz. Pensó que yo tomaba mucho. Es de la nariz, le dije de nuevo. Entonces me dijo: –No, no podemos checar eso nosotros”.

“La verdad yo, luego del cierre de Cromatos, entré aquí en una fabriquita, más bien una bodega y me dediqué de albañil y de soldador por diecinueve años, pero con cualquier esfuerzo me salía sangre de la nariz. Con las hemorragias me decían ‘a cada rato quiere estar usted incapacitado…’ y pues a pensionarse. Un señor (diputado) nos prometió que nos iba a dar una ayuda, que nos iba a dar un dinero, pero a la fecha nada”.

Al respecto, dice el doctor Rafael Villalobos-Pietrini:

En cuanto a los obreros de la planta de Cromatos, ni siquiera un pañuelo para protegerse les daban, trabajaban totalmente desprotegidos; el mismo gerente de esa época, parece, tenía el problema en la nariz. Los dueños de la fábrica se quitaron la responsabilidad y dejaron a la gente sin trabajo; esto fue terrible, porque lo que nosotros solicitamos era que mejoraran el sistema, porque si salía tanto cromo de la chimenea, quería decir que no estaban produciendo adecuadamente. También tenían demasiado cromo en los desechos.

Neri y colaboradores, en su artículo publicado en 1980 por la revista Salud Pública de México, de título “Daños a la salud de los trabajadores de una fábrica de cromatos”, reportan que la perforación del tabique nasal en los obreros era de 46.4% y, en los oficinistas, de 15.8%. No obstante estas cifras tan elevadas, concluyen que:

“[...] a pesar de la intensa inhalación de cromatos no se hayan registrado casos de cáncer respiratorio, apoya la afirmación citada al principio de este informe: que la perforación del tabique nasal no se asocia necesariamente con la aparición de cáncer de las vías respiratorias.” (Neri, 1980)

El 13 de julio de 2004 en El Metro, periódico de distribución gratuita, apareció la foto de siete ex obreros de Cromatos en las instalaciones de la Secretaría de Ecología del Estado de México, refutándole a dicha dependencia sus declaraciones a los medios de información en el sentido de que “no había daños a la salud provocados por el tóxico”; mientras que en la foto uno de ellos aparece mostrando, como evidencia de cáncer, la pérdida de pelo por las terapias.


La foto que publicó El Metro

La segunda forma de exposición al cromo por parte de la población fue de carácter ambiental y afectó a los habitantes de las zonas cercanas a la planta. En esta exposición, las concentraciones pueden variar dependiendo de la cantidad de tóxicos liberados, la forma en que se liberaron y la distancia a que se encuentren los receptores.

Al pasar frente a la planta, durante la entrevista, don Lorenzo Muñoz recuerda:

“Por aquí caminaba cuando trabajaba yo; aquí era el camino a la escuela, los niños iban jugando en el polvo, estaba completamente lleno. Ahí se ve cómo el cromo se iba comiendo la barda. Por allí donde está el arbolito pasaba el canalito, donde salía el agua sucia de la planta, la aventaban para fuera. Acá está la boca de los hornos grandes, ésas eran las paredes de unas bodegas, esas paredes también se las ha tragado el cromo”.

“Al principio no me daba cuenta (de la contaminación) lo que veía era que tenía trabajo, nada más. La verdad me da como dolor y coraje que ahí perdí toda mi juventud trabajando. Se vivía al día y ya no pudimos trabajar en otro lado. Murió mi tío y un hermano de un accidente, de mi familia trabajamos como diez, mi otro hermano está muy enfermo (de cáncer)”.

En cuanto a la exposición ambiental de los habitantes, el doctor Villalobos lo explica en palabras sencillas:

“En el laboratorio, a una célula que se le pone cromo VI se daña, pero adentro se reduce a cromo III y este cambio es el que produce efectos. Pero si usted pone en una célula cromo III, no la penetra, o sea que los mecanismos de penetración del cromo VI son específicos, por eso se dice el cromo VI es el más peligroso y por eso afecta al aparato digestivo o al sistema respiratorio”.

En su momento se hicieron varios estudios sobre los efectos del cromo en la población de Lechería y en los trabajadores de Cromatos, pero las conclusiones fueron diferentes. Por ejemplo, en 1977 se inició un estudio epidemiológico para la identificación clínica y subclínica de los posibles efectos del cromo en una muestra representativa de la población. (Neri, 1982)

La investigación clínica consistió en identificar, a través de una encuesta, a quienes presentaran las secuelas propias de la intoxicación por cromo. Por ejemplo, destrucción o perforación del tabique nasal; tumores internasales; conjuntivitis y problemas en la piel.

Para la identificación subclínica se hicieron análisis de cromo en pelo y orina a 863 personas de las 7 mil 900 que habitaban en los alrededores de la planta, utilizando como criterio los resultados de la encuesta. Los autores concluyeron que “La absoluta falta de datos sobre el cromismo en la población abierta […] lleva a una conclusión obvia: los habitantes de Lechería-San Francisco Chilpan nunca estuvieron expuestos a un ambiente contaminado con sales de cromo. Si no hubo exposición, no es sensato continuar diciendo que en los próximos años aparecerán en la población los efectos a largo plazo del cromismo”. (Neri, 1982)

Sin embargo, el doctor Villalobos y dos colegas del Centro de Ciencias de la Atmósfera de la UNAM, en una carta al editor de la revista Salud Pública de México (Villalobos, 1983), hacen aclaraciones a cuatro artículos de Neri y colaboradores, publicados en dicha revista entre 1980 y 1982. En tres de estos se describen los posibles daños a la población de Lechería y, en el otro, los daños a los trabajadores de la planta Cromatos, en los cuales habían citado trabajos del doctor Villalobos y sus colaboradores sobre el mismo caso.

Aunque Neri y sus colaboradores afirmaron que los niveles de cromo en el pelo de la población de Lechería era normales pues eran de 13 partes por millón y los niveles aceptados internacionalmente para ese tipo de muestras iban de 13 a 40 partes por millón, Villalobos aclara que esos límites correspondían a trabajadores y que los aceptados internacionalmente para personas no expuestas laboralmente iban de cero a 4 partes por millón, por lo que la conclusión era errónea.

Dicha carta hace aclaraciones similares respecto al cuarto artículo en el que se informa que no se encontró cromo en muestras de tierra y agua. El doctor Villalobos y sus colegas concluyen que Neri y sus colaboradores subvaloraron la gravedad del problema en Lechería.

Doña Manuela Ríos recuerda su experiencia con los enfermos:

“Los de salubridad que andaban examinando nada más le decían a la gente: Abre los ojos; ¿tu nariz?, ah sí, está perforada, no te preocupes, tu nariz no se deforma... Por eso, nosotros mandamos hacer los estudios por medio de la UNAM. Gracias a ellos nos consiguieron el hospital, hasta allá hasta calzada de Tlalpan 4502. Se llama de enfermedades pulmonares, ahí llevaron a los enfermos para estudiarlos para poder uno hablarles del caso. Yo misma los acompañaba, pues algunos no sabían llegar, o no tenían para el pasaje”.

En el acervo documental de doña Manuela hay un número de Revista de Revistas de la época que muestra fotos de los niños con llagas en el cuerpo.

El doctor Villalobos menciona que el agua potable estaba contaminada por el polvo amarillo debido a que llegaba a los tinacos y depósitos de agua; esta agua también se usaba para limpiar la escuela, “[…] y que usaron constantemente para su consumo e intoxicación inconsciente los niños y los maestros. Finalmente, el deceso de algunos niños de los años superiores, conminó a la sociedad de padres de familia a recurrir a los Servicios Coordinados de la Secretaría de Salubridad y Asistencia de Cuautitlán, y al Departamento de Control para el Mejoramiento del Ambiente de Naucalpan, solicitando que se hiciera una investigación a fondo del problema. Al no obtener respuesta, se dirigieron a los Laboratorios Nacionales de Fomento Industrial, Lanfi.” (Villalobos, 1977)


Escuela primaria La Reforma

Estos laboratorios ya no existen, pero en esa época era una de las instituciones con capacidad químico-analítica confiable. En referencia al estudio de Lanfi, el doctor Villalobos señala que en su conclusión final dice: “El problema de contaminación en la escuela La Reforma se considera de graves alcances por lo que se debe buscar una inmediata solución. Asimismo, se recomienda investigar el grado de contaminación existente en toda la región de influencia de la fábrica de Cromatos citada en este informe a efecto de tomar, en su caso, las medidas adecuadas tendientes a proteger la salud de todos los habitantes de dicha región”. (Lanfi, citado en: Villalobos, 197)

En la entrevista del 24 de junio de 2005, el doctor Villalobos-Pietrini menciona:

Recuerdo que, cuando estaban al descubierto los residuos, los tapaban con un plástico. En aquellos tiempos, nosotros no queríamos que los trabajadores se quedaran sin trabajo, proponíamos que se mejorara el sistema, lo que queríamos era que el gobierno exigiera a Cromatos que mejorara los procesos de producción. La respuesta fue un juego de cerrar o abrir la fábrica. Finalmente, acabaron cerrando, despidieron a los trabajadores y no sé si los indemnizaron, o si pagaron alguna multa o alguna indemnización por los daños ambientales. Me da la impresión que no, porque el problema también era político.

Por ejemplo, el maestro de la escuela La Reforma, José Guerrero, platica cómo era la situación cuando la planta funcionaba:

“Cuando comenzamos a ver que el cromo sí hacía daño, fue cuando las demás personas como la señora Salmerón (doña Manuela), otros colonos y nuestros directivos empezaron a designar responsables para ver este caso. Y como falleció la hija de la señora Salmerón, entonces fue como nos tomaron en cuenta. Ya había varios niños que comenzaron con granos en la piel que si se oprimían supuraban líquido, también se les caía el pelo, entonces iba avanzando el problema. Llevó tiempo hacer la nueva escuela. Cuando construyeron esta otra, también había cromo, se sacó bastante del suelo antes de construirla, ya ve que el cromo se tiende a profundizar debajo de la tierra pero también tiende a volar con los vientos por donde quiera. Por eso es que se extendió, no sólo a la colonia, sino a otras partes”.


Doña Manuela Ríos comenzó su lucha contra Cromatos desde 1972

En los primeros tiempos de la planta de Cromatos, la comunidad no relacionó el polvo amarillo con una contaminación. Realmente llevó veinte años entender los mecanismos y las consecuencias de la contaminación. Las palabras de doña Manuela lo confirman:

“Yo ya les dije: hay empresas que vienen a dar vida, pero hay empresas que quitan vida, y ése fue el caso; por eso se debe de investigar qué tipo de industria se va a instalar y qué tipo de problemas va a ocasionar, y que se aclare, si es zona industrial o es zona habitacional. ¿Por qué mezclan las dos cosas?, ¿por qué no definen una cosa u otra?

Testimonios de la comunidad y el cierre de Cromatos

En los tiempos en que Cromatos estaba en funcionamiento, el polvo amarillo flotaba en el aire para luego depositarse en el suelo. La mayoría de las calles no estaban pavimentadas y, para rellenarlas, se utilizaban los residuos sobrantes del proceso de producción que estaban contaminados con cromo. Es que la fábrica los regalaba en Lechería y se usaron en aproximadamente 25 hectáreas de las colonias aledañas.

En esos tiempos, la contaminación se expandía sin que hubiera conciencia de ello. Don Lorenzo Muñoz, ex trabajador de Cromatos, recuerda que:

“Llegaba un carro todos los días a la planta para recoger el escombro y llevarlo a Cartagena, Chilpa, también allá por el canal y otros lugares. Originalmente estos desperdicios eran sobrantes de la cromita ya trabajada”.

Debido al polvo amarillo, la zona era bastante inhóspita, especialmente cuando los vientos soplaban fuerte; al respecto, doña Manuela recuerda que:

“Un día iba pasando cerca de la escuela cuando todavía estaba junto a la planta. Miré a unos niños corriendo muy angustiados, decían: ‘¡Allí viene el remolino, córranle!’ Fíjese, pobrecitos niños, el polvo se les metía debajo de sus ropas y les causaba comezón y luego su piel se les pelaba. En general, por esa época casi todos los niños, como jugaban en la tierra, tenían problemas en la piel, igual que los perros y las vacas que, además, tomaban agua de los charcos”.

Ante la situación, desde 1972 doña Manuela empezó a tocar puertas en diversas instancias con el fin de que se cerrara la planta. Ella narra que el año más difícil fue en 1976, ya que la policía judicial vigilaba su casa día y noche.

“En aquel entonces, había un presidente municipal que me dijo: ‘Los pueden meter a la cárcel porque están difamando a la empresa y no tienen pruebas’. Yo no le dije nada, pero me dije en mi pensamiento: está bien, usted tiene razón, necesitan las pruebas. Por eso recurrimos a los Laboratorios Nacionales de Fomento Industrial (Lanfi). Cuando ya tuvimos los resultados, acudimos a la Universidad (UNAM), también para apoyar más el asunto”.

“A finales del 75 me dieron el cargo de la sociedad de padres de familia, y a principios del 76 fue una temporada muy fuerte para nosotros. Yo logré sacar a los niños de la escuela. Mi casa la hice escuela, aquí en mi garaje metí primer año, allá teníamos el segundo año y aquí era la dirección y las vecinas me prestaban sus casas para sacar a los niños del veneno. Yo lo primero que hice fue sacar a los niños del veneno.”

“Pero ¡ay! que duro es, no toda la gente piensa igual, ni toda la gente es honesta. La inspectora, primero que sí apoyaba y el director también. Y luego se me volteaban y luego después ya no querían. Y dije, yo ya ni alego con ellos, por eso me fui más arriba y ya con órdenes de allá, los hice que entraran a dar clases en mi casa, ahora sí que a fuerzas, no de voluntad propia. En ese tiempo, creo que hasta la judicial andaba atrás de mí, me querían callar”.


Vista de la escuela afectada, tomada desde el “sarcófago”

Los medios de comunicación tuvieron un papel importante en la lucha por el cierre de Cromatos. Doña Manuela aprendió no sólo a hacer declaraciones, sino a apoyarse en los medios para reducir los riesgos de represión gubernamental.

“Vinieron aquí a visitarme dos señores con armas, tocaron la puerta, dijeron: –¿La señora Manuela Ríos? A sus órdenes señor, y les dije: ¿quiénes son ustedes?, –Somos del gobierno del estado”, entonces dije: pasen a su pobre casa. Ese día acababan de llegar un periodista del Excelsior. Ahí estaba sentado (señalando el lugar) y también dos abogados que venían a hacer su servicio. Entonces les dije al periodista y a los otros: –Señores, aquí les presento a estos señores que dicen ser ¿de dónde señores?, nos dicen: –Somos del estado, ¿y ustedes? –Yo soy periodista del Excelsior y nosotros somos los abogados asesores de la señora–. ¡Me salvó la campana! Cuando vieron al periodista y los abogados se desinflaron y no me llevaron, milagrosamente me escapé y milagrosamente aquí ando dando lata, ¡todavía!”

“A través de que yo me movilicé a investigar todo lo del cromo y lo de la salud, es muy duro, uno se expone mucho, porque el gobierno piensa que es uno antigobiernista. Entonces para acabar conmigo vino la judicial por mí. Yo me expuse mucho y a mi familia, pero salí adelante porque a mí me apoyó mucho Excelsior en ese tiempo.”

El sector académico tuvo un papel clave a través del doctor Rafael Villalobos-Pietrini, actualmente del Centro de Ciencias de la Atmósfera de la UNAM; su acercamiento al problema ocasionado por la planta de Cromatos fue en 1976, a petición de la Sociedad de Padres de Familia de la Escuela La Reforma, presidida por doña Manuela. Ese año también solicitaron la colaboración de otras instituciones universitarias para hacer un dictamen acerca del grado de contaminación a la que estaba expuesta la población, especialmente la que habitaba cerca de la fábrica.

El doctor Villalobos, con otros colegas y alumnos, publicó varios trabajos y dirigió varias tesis de posgrado sobre el tema. Entre ellas, la de la doctora Irma Rosas (1984) que reúne los resultados de los análisis de cromo hechos en la población y en muestras ambientales de agua, suelo y vegetales. Los análisis confirmaron que los niveles de contaminación por cromo en la zona rebasaban las normas establecidas internacionalmente.

Doña Manuela Ríos da su testimonio en relación con el cierre definitivo:

“Yo me siento satisfecha que quité a los niños del veneno y que se luchó para que se cerrara la empresa y que luché para hacer una escuela más retirada de ahí. Y es otra satisfacción que logré la clausura del pozo que nos envenenaba, que estaba muy lleno de cromo y lo cerraron.”

“En un principio, yo mandé a hacer los estudios, yo envié las muestras a los Laboratorios Nacionales de Fomento Industrial (ahora desaparecidos) y, cuando salió arriba de lo permisible, se clausuró el pozo de Chilpa, pero los demás pozos que están sobre la vía del tren, en Cartagena, hasta allá muy lejos, ya ve que también lo tiraron el cromo por todos lados y por allá se regaban esas bolitas; las tiraban engañando a la gente, diciendo que era grava, y entonces por allá, en los pozos, sí hay cromo.”

Otros impactos a la salud en Lechería

Es importante mencionar que la zona en que se encuentra Lechería es de las más contaminadas de la Zona Metropolitana del Valle de México, sus habitantes han estado expuestos durante más de tres décadas a un importante número de contaminantes en condiciones adversas que propician la exposición múltiple.

Por ejemplo, la calidad del aire representa un alto riesgo para la salud desde hace más de treinta años. Esto ha dificultado hacer un diagnóstico preciso sobre los efectos del cromo VI en la población con el fin de establecer la proporción en que su salud ha sido afectada por la planta de Cromatos o por otros factores ambientales.

Además de Cromatos que, en su momento, fue una fuente significativa de contaminación por cromo y humos, durante las décadas de los 70 y 80 otras industrias también funcionaron activamente, además del intenso flujo vehicular de la autopista México-Querétaro y otras avenidas importantes, así como las maniobras asociadas con la infraestructura ferroviaria carguera.

Algunos datos que permiten conocer la dimensión del problema provienen de la medición de partículas, información que se genera para cumplir con la Ley para Prevenir y Controlar la Contaminación Ambiental, de 1971.

Con este fin, entre 1973 y 1977 se instalaron en la Zona Metropolitana 22 estaciones con equipo para medir partículas y gases contaminantes en el aire. En 1991, el Sistema de Monitoreo Atmosférico de la Ciudad de México (Simat), contaba ya con 32 estaciones.

Aunque no hay datos para la época en que funcionó Cromatos, una revisión de los reportados entre 1995 y 2004 por las estaciones de Tultitlán, Xalostoc y Villa de las Flores (cercanas a Lechería), para las mediciones de partículas PM10, (partículas menores a 10 micras) muestra las siguientes tendencias:

Para la estación de Tultitlán, la norma vigente para estas partículas en aire se rebasó en la mayoría de los años, excepto entre 1999 y 2001. Para la de Xalostoc, el límite que establece la norma fue rebasado en todo el periodo señalado. Para la de Villa de las Flores el límite fue rebasado todos los años, excepto en 1999.

No existe información específica disponible sobre la exposición de la población al cromo y la expresión estadística sobre sus secuelas. Esto se debe, entre otras, a las razones que menciona el maestro José Guerrero:

Ésta es una zona de población flotante, porque como la mayoría son obreros, continuamente vienen con sus hijos, los inscriben por dos o tres años, luego ya les dan su casa del Infonavit, o por medio de su empresa, y se van. Por ejemplo, dos alumnos míos se van a cambiar de escuela para el año que entra. En toda esta zona hay movilidad de habitantes, porque tanto Ecatepec, como Tlalnepantla, Tultitlán, Cuautitlán Izcalli, Cuautitlán de Romero y Tultepec, son zonas de población flotante.

Treinta años de intentos de limpiar el sitio: lo técnico y lo legal

Desde que se instaló la planta y hasta el momento, ha habido 21 presidentes municipales de Tultitlán, nueve gobernadores del Estado de México y siete presidentes de la república, sin que el problema se haya resuelto. Entre 1970 y 1990, los tres niveles de gobierno correspondían al PRI. Aunque después el PAN y el PRD obtuvieron la presidencia municipal, todos estos años la administración estatal ha estado a cargo del PRI; en cuanto al país, la administración panista lleva ocho años.

Durante los 30 años transcurridos desde el cierre de la planta, no ha sido posible reparar los daños que ocasionó por diversas razones. A pesar de la formulación de propuestas técnicas y la realización de estudios serios por parte de instituciones académicas o consultorías privadas, no se pudo avanzar en la limpieza del sitio, en parte por el alto costo que implica.


La barda lateral del depósito de residuos venenosos

Un aspecto importante que debe tomarse en cuenta es que durante ese tiempo no ha habido una comunicación de riesgos adecuada hacia la comunidad, ni una información transparente que permita que la sociedad conozca el nivel de complejidad del caso. Tampoco se han atendido las enfermedades de los ex trabajadores ni se ha dado seguimiento a las consecuencias que la comunidad arrastra por estar expuesta al cromo.

Lo técnico

Desde la perspectiva técnica, después del cierre de Cromatos se cometió un error fundamental cuyas consecuencias han impedido la solución. Nos referimos a la decisión, tomada a principios de los años 80, de confinar las aproximadamente 75 mil toneladas de residuos peligrosos abandonados por la planta en dos “sarcófagos”, o celdas, los cuales no tenían un fondo impermeable que impidiera la filtración del cromo hacia los acuíferos.

Peor aún, estas celdas fueron cubiertas por una capa de tepetate con asfalto la cual, debido al tiempo transcurrido y al abandono, se ha fracturado. Por este motivo la filtración de las lluvias ha ocasionado una contaminación severa de los acuíferos. Se calcula que actualmente esa filtración afecta una zona de unos cinco kilómetros de radio alrededor de la planta y a una profundidad de 200 metros. No sobra advertir que los residuos con cromo VI generados por la planta son muy solubles en agua.

Los muros laterales de las referidas celdas son bardas de tabique poroso. En la parte sur de una de ellas se puede apreciar una curvatura causada por la presión de los residuos, lo que muestra la debilidad de los muros citados.

Es posible afirmar que el problema originado por Cromatos de México se redujo a principios de los 80 al cerrarse la planta y mal enterrar (confinados) los residuos. Con ello, cesaron las emisiones al aire. Sin embargo, desde entonces se descuidó la posibilidad de que resultaran contaminados los acuíferos de la región.

Al respecto, es importante la opinión de don Lorenzo Muñoz, quien tiene una idea clara de los riesgos del cromo, ya que sintió sus efectos y aún sufre las secuelas. La entrevista con él se realizó el 13 de mayo de 2005, en parte frente a las ruinas de la planta. Al pasar por una de las celdas, él habla sobre los residuos contaminados:

“Le digo a usted que si es que llegan a arreglar esto, al empezar a mover va a salir todo el polvo amarillo. Aquí, hasta donde termina de alto esta barda están los residuos y de donde empieza la misma barda son como diez metros para abajo de material contaminado. Nada más tiene arriba como treinta centímetros de tepetate. Yo cuando ya no trabajaba en la fábrica venía seguido para ver cómo iba lo de nuestra liquidación, y vi cómo se hizo esto, y le digo que moverlo va a ser un problema”.

Lo legal

Cuando Cromatos de México y otras empresas se establecieron en el norte de la Zona Metropolitana del Valle México no había mecanismos legales para la intervención estatal en lo tocante a la protección del ambiente, vacío legal que ha tardado en resolverse.

En 1971 se emitió la Ley Federal para Prevenir y Controlar la Contaminación Ambiental cuya aplicación estuvo a cargo de la Subsecretaría de Mejoramiento del Ambiente de la Secretaría de Salubridad y Asistencia. Después, en el sexenio de Miguel de la Madrid, se creó la Subsecretaría de Ecología, como parte de la nueva Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología, Sedue (1983-1988).

Casi seis años después de creada la Sedue, el 28 de enero de 1988, se emitió la Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente (LGEEPA). Los reglamentos esenciales para ponerla en práctica se publicaron de la siguiente manera:

El 7 de junio de 1988, el Reglamento en Materia de Impacto Ambiental.

El 25 de noviembre de 1988, los Reglamentos de esta ley en Materia de Residuos Peligrosos y en Materia de Prevención y Control de la Contaminación a la Atmósfera.

A pesar de contar con instrumentos legales, lo que impidió la solución del caso fue definir otras cuestiones como las relacionadas con los recursos económicos necesarios y la expropiación de los predios donde se encuentran los sitios contaminados para fines de su remediación, pues después del cierre de Cromatos el predio fue rematado a particulares.

Los aspectos anteriores apenas se consideraron en la Ley General para la Prevención y Gestión Integral de los Residuos (Diario Oficial de la Federación, 8 octubre, 2003), reformada el 19 de junio de 2007, y en su Reglamento para la Prevención y Gestión Integral de los Residuos (DOF, 11 diciembre 2006). Es este reglamento el que favorece que se pueda iniciar la solución a los problemas inherentes a los sitios abandonados con residuos peligrosos.

En términos generales, el Artículo 7, fracción I de esta Ley, expresa que: Son facultades de la Federación: formular, conducir y evaluar la política nacional en materia de residuos así como elaborar el Programa Nacional para la Prevención y Gestión Integral de los Residuos y el de Remediación de Sitios Contaminados con éstos, en el marco del Sistema Nacional de Planeación Democrática, establecido en el Artículo 25 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. El proyecto de dicho programa ofrece una propuesta estratégica para la limpieza de estos sitios. Fue sometido a consulta pública en octubre del 2008, a través del sitio en internet de Semarnat.

Aunque el caso Cromatos y otros similares son considerados en dicho programa, se desconoce si existirán los recursos económicos necesarios para solucionar, en cada caso, los problemas de contaminación.

Es evidente la lentitud en emitir leyes y reglamentos que permitieran resolver satisfactoriamente éste y otros problemas similares, pues entraron en vigor cuando habían pasado más de 25 años desde la clausura de Cromatos.

Acciones recientes

A partir del 2001, la Agencia de Cooperación Técnica Alemana (GTZ, por sus siglas en alemán) inició su apoyo técnico y financiero a la Semarnat para trabajar conjuntamente en un plan de remediación. Incluyó las actividades de caracterización y limpieza de los residuos peligrosos. De igual forma, la colaboración con la Comisión Nacional del Agua (Conagua) respecto a las mediciones geofísicas y estudios hidrológicos de los pozos de agua potable y de uso industrial de la zona de influencia. Todo lo anterior como base para un plan de saneamiento del acuífero contaminado. (Schmidth et al., 2008)

En su comunicado de prensa Núm. 75 del 24 de abril de 2008, la Semarnat anunció el inicio de la demolición de las ruinas del edificio, al amparo de un Decreto de Ocupación Temporal (Diario Oficial de la Federación, 30 noviembre 2006).

En dicho comunicado también se informa que, para financiar esta primera etapa de la demolición de la ex planta de Cromatos, así como para iniciar el saneamiento del lugar, el gobierno federal (a través de la Semarnat), y el gobierno del Estado de México firmaron un convenio de colaboración para el cual la secretaría otorgó 14 millones de pesos y el Fondo Metropolitano, 11 millones.

Los escombros de dicha demolición serían trasladados al Confinamiento Controlado de Residuos Peligrosos de Mina, Nuevo León, y la empresa RIMSA, de ese confinamiento, tendría a su cargo los trabajos de esta primera etapa. Oficialmente se anunció que deberían quedar terminados en agosto del 2008.

En fecha cercana a la conclusión de la primera etapa, el secretario de Medio Ambiente del Estado de México, Guillermo Velasco Rodríguez, señaló que la segunda tendría un costo no menor a 200 millones de pesos, recursos que hasta el momento no se tenían. También informó que en la última reunión de la mesa técnica sobre Cromatos, no estuvo presente ningún representante de la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales, Semarnat. (El Universal, 7 agosto 2008)

Una vez concluida la primera etapa, que consistió en el retiro de 12 mil toneladas de materiales de demolición, el 12 de diciembre de 2008 la alcaldesa de Tultitlán María Elena García Ramírez, informó que la Semarnat comenzó a retirar las 75 mil toneladas de cromo hexavalente, a razón de mil 200 toneladas diarias. “En cuatro meses se habrán retirado 60 mil toneladas”, agregó la funcionaria, en condiciones extremas de seguridad, para evitar fugas que puedan dañar a los vecinos. (La Jornada, 13 diciembre).


Tres metros separaban a la planta de cromatos de la escuela primaria. Hoy, los restos tóxicos siguen contaminando los acuíferos

Independientemente de que se consigan los fondos, lo anterior muestra la falta de coordinación entre los diferentes niveles de gobierno. Pero además, la dificultad para coordinar la información proporcionada a los medios.

Finalmente, es importante mencionar que en octubre de 2008 se sometió a consulta pública el Proyecto del Programa Nacional de Remediación de sitios Contaminados, mismo que contiene una propuesta estratégica para la limpieza de estos sitios. Se puede consultar en:

http://www.semarnat.gob.mx/queessemarnat/consultaspublicas/Documents/A1-PNRSC-version%205.2%20(13-11-2008)b.pdf

Acciones pendientes

Una vez que el predio quede libre de los residuos, el reto más importante es la limpieza de los acuíferos, los cuales se calcula que están contaminados a una profundidad de 200 metros en un espacio de cinco kilómetros de radio alrededor de la planta. Todo esto demandará importantes recursos económicos y técnicos. Para ello, la Semarnat, la GTZ y la Conagua comenzaron la perforación de varios pozos de monitoreo y saneamiento. El primer pozo en el sitio Cromatos ya está terminado. Este año deben iniciarse las actividades de bombeo y saneamiento de las aguas subterráneas contaminadas con cromo VI.

Al respecto, cabe mencionar las opciones planteadas:

  • Sacar el agua de los acuíferos y dejar que éstos se recarguen con agua de lluvia o

  • Tratar el agua contaminada y regresarla a los acuíferos. Es evidente que cualquiera de ellas es difícil y costosa.

Desde la perspectiva de los derechos humanos, es importante reconsiderar el caso de los ex trabajadores de Cromatos de México a quienes, por las deficiencias de la justicia laboral vigente, les fue imposible obtener una indemnización o retiro por incapacidad. Algo justo y necesario. A la fecha, de los 130 trabajadores que laboraban al cierre de la planta, quedan 17 y siete viudas; tres murieron en el 2007 y actualmente otros dos están graves a consecuencia de la exposición contaminante a que estuvieron sometidos durante años.

Algunas consideraciones sobre la lección de Cromatos

La experiencia de Cromatos muestra fehacientemente la complejidad para revertir un proceso de severa contaminación generado durante 20 años. Además de que, después del cierre de la fuente contaminante, han pasado más de 30 años y no se ha logrado limpiar las áreas afectadas, especialmente los mantos acuíferos. Todo esto debido a la respuesta tardía y a la falta de coordinación entre los tres niveles de gobierno.

Es importante mencionar que la planta fue clausurada gracias a la lucha de la comunidad, apoyada por la prensa y el sector académico.

En este caso, como en otros similares, surgieron opiniones de científicos o expertos que, o bien carecieron de ética y apoyaron y defendieron los intereses de los causantes del problema, o no contaron con información científica suficiente y actualizada para evaluar los daños.

En este contexto, no sabemos por cuál de estas razones el doctor Rolando Neri y sus colaboradores minimizaron el problema laboral y ambiental, a pesar de que académicos prestigiados discreparon de sus conclusiones, mismas que no estaban fundamentadas científicamente.

Tampoco hubo una discusión y, menos aun, un arbitraje por parte de las autoridades de salud, mientras que las del trabajo guardaron un silencio total.

Como resultado de lo anterior, no se consideraron los casos de cáncer y otras secuelas de la exposición al cromo VI en los trabajadores de la planta y en los habitantes que vivían cerca de ella.

Otro error relacionado con las cuestiones científicas fue el cierre de Lanfi. Habría que investigar si estuvo relacionado con su apoyo a los colonos de Lechería o se debió al cambio de criterios científicos o administrativos del gobierno en turno.

Este error se ha repetido periódicamente con el cierre de otros proyectos de investigación ambiental clausurados por las autoridades antes de lograr su madurez y productividad. De esta forma se ha ignorado reiteradamente la importancia de establecer y desarrollar en el país laboratorios analíticos que ofrezcan resultados cabales respecto a los diagnósticos. Y sobre todo, que permitan la publicación y comparación de los resultados.

En cuanto a la decisión entre tratar los residuos en el sitio, propuesta por el sector académico (que consiste en trasformar el cromo VI a cromo III), o llevarlos al confinamiento de Nuevo León, no se informó sobre los criterios considerados en 2008 para optar por el confinamiento. Tales criterios pudieron ser de carácter técnico, económico o político. De todas formas, hasta el momento se desconoce cuáles fueron.

Es importante considerar los avances en cuanto a disponibilidad de información a partir de un nuevo marco legal, que ya cuenta con instrumentos como el Registro de Emisiones y Trasferencia de Contaminantes (RETC) el cual ofrece elementos para prevenir posibles casos de contaminación. Este registro “…se integra con la información de los establecimientos sujetos a reporte sobre sus emisiones y transferencia de contaminantes al aire, agua, suelo y subsuelo, materiales y residuos, así como de aquellas sustancias que determinen las autoridades competentes, el cual será operado y administrado por la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, a través de la unidad administrativa correspondiente…”, siguiendo el Reglamento de la Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente en materia de Registro de Emisiones y Transferencia de Contaminantes.

El RECT ya ha generado información para los años 2004 y 2005. Además de ser accesible a cualquier ciudadano, puede servir de guía a la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) en cuanto a la detección de emisiones y control de sustancias tóxicas.

Finalmente, es importante considerar que a cincuenta años de la instalación de Cromatos, a pesar de los avances tecnológicos en materia de control de la contaminación, a pesar de la mejora registrada en el andamiaje legal, en el país se generan actualmente sustancias tóxicas, persistentes y bioacumulables en proporciones significativamente mayores que en la década de los cincuenta. Ya sea como parte de procesos productivos (como en el caso Cromatos) o bien contenidas en productos o sus desechos, como chatarra electrónica, baterías, algunos tipos de plásticos, etcétera.

La liberación de estas sustancias rebasa la capacidad del país para disponerlas de manera segura, reciclarlas o hacer un consumo racional de ellas, por lo que requiere atención oficial de manera urgente.

La lección que deja el caso Cromatos debe considerarse con cuidado. Especialmente porque demuestra, sin lugar a dudas, que es más fácil degradar el ambiente que resolver los problemas de toda índole que deja una mala gestión industrial. Y lo fundamental: que siempre es mejor prevenir que luego remediar, a veces de mala manera, los daños ocasionados a la salud pública y al ambiente como fruto de las actividades económicas o de otra índole.

Pero como que nuestras autoridades no aprenden las lecciones negativas del pasado. En efecto, una vez cerrada la planta de Cromatos, el proceso productivo y el mercado fue cubierto por la empresa Química Central, ubicada en los límites entre los municipios de San Francisco del Rincón y León, en Guanajuato. Fundada en 1970, habría que considerar su relación comercial y financiera con Cromatos pues su trayectoria como empresa contaminante es similar.

En cuanto a los problemas laborales de Química Central, recientemente se reportaron en la prensa cuatro casos de trabajadores con severos daños en la nariz.

Y en el campo ambiental, dicha empresa mantiene en sus instalaciones, a cielo abierto, una montaña de 300 mil toneladas de residuos con cromo (VI). Otras 30 mil las tienen “encapsuladas” cerca de la colonia Los Pedroza, en el área urbana de San Francisco del Rincón. Aquí los casos de cáncer y de asma resultan ser los padecimientos más constantes y numerosos. (Milenio, 10 de enero, 2009)

Así, la historia se repite, aunque en diferente contexto. Con el agravante de que ha habido avances en cuanto a legislación y tecnología. Mas, por lo visto, todo transcurre como si la triste experiencia de Cromatos de México hubiera ocurrido en otra galaxia.

Es, por tanto, urgente que las autoridades ofrezcan toda la información técnica y financiera respecto al tratamiento actual y futuro de los residuos que genera Química Central. Y, sobre todo, impedir los efectos negativos en la salud pública y el medio. Como ordenan la Constitución y el sentido común.

Bibliografía

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