Usted está aquí: martes 20 de enero de 2009 Opinión Itacate

Itacate

Marco Buenrostro y Cristina Barros
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■ Yauhtli

Cuando saboreamos un elote hervido en agua con pericón, que le da un ligero sabor anisado, quizá no tengamos idea del complejo cultural que se esconde detrás de esa flor silvestre.

Podremos saberlo si de la mano de Dora Sierra Martínez recorremos sus caminos desde la época prehispánica hasta nuestros días, mediante las páginas del libro El demonio anda suelto: el poder de la cruz de pericón, recientemente editado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia.

El trabajo de investigación se inició como una tesis doctoral asesorada sabiamente por Alfredo López Austin; a él y a su esposa, Martha Luján, está dedicado el libro, así como a los hijos y nietos de la autora. Escrito con claridad y sencillez, es resultado de una búsqueda acuciosa, inteligente y amorosa, como podrá advertir el lector.

La planta de pericón pertenece a la familia de los cempasúchiles (Tagetes lucida en la clasificación occidental). Crece en matas que van de 30 centímetros a un metro de altura, tiene hojas verde oscuro delgadas y aserradas en los bordes; la flor está conformada por pétalos amarillos que crecen en racimos a manera de sombrilla. Surge en el campo y entre la milpa de julio a septiembre.

Su nombre en náhuatl es yauhtli; tzitzak en tzeltal, curucumín en purépecha, guía lagazaa en zapoteco y mikua en ñañú; también se menciona el nombre en huichol, en mixteco y en maya, lo que demuestra el amplio conocimiento que se tenía de esta planta en Mesoamérica.

Dora Sierra ubica el yauhtli en la época prehispánica, atendiendo imágenes de los códices, restos funerarios y ofrendas arqueológicos, testimonios de la época del contacto y otras fuentes coloniales.

Recordemos la imagen de Tláloc con un manojo de flores en la mano atadas con una cinta; se trata del yauhtli; se encuentra un racimo similar en la mano de la diosa Huixtocíhuatl, ambos aparecen en el Códice Magliabechiano. Lo encontramos además junto a la imagen del dios Yauhtécatl y en el topónimo de Yauhtepec del Códice Mendocino, pues el nombre de esa población morelense significa lugar del yauhtli.

En las ofrendas x, 100 y 102 del Templo Mayor hay restos de yauhtli; los frailes evangelizadores refieren que esta planta seca se quemaba en honor a los dioses. El yauhtli, el copal, el olioliuhqui, el tlápatl, el picietl o tabaco y el péyotl, entre otras, eran plantas que se usaban en ceremonias; todas alteraban los estados de conciencia en distintos grados.

Los aceites esenciales del yauhtli que le dan su aroma peculiar se encuentran en las hojas, el tallo y el punto de unión con los racimos de flores.

 
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