Usted está aquí: domingo 11 de enero de 2009 Opinión Rocknrolla

Carlos Bonfil
[email protected]

Rocknrolla

Si luego de asistir a la proyección de Rocknrolla, el filme más reciente del británico Guy Ritchie (ex marido de la cantante pop Madonna, para más señas; director también de dos éxitos de taquilla, Juegos trampas y dos armas humeantes y Snatch. Cerdos y diamantes), usted se pregunta si alguien o algo puede sufrir más golpes y torturas que sus protagonistas, gángsters de poca monta, la respuesta inmediata es sí: el propio Ritchie y la película en cuestión en manos de la mayoría de los críticos de cine anglosajones.

Lo que se le reprocha al director es justamente la aparente incoherencia narrativa que parece cultivar celosamente; las poses de dandi inglés doblado en rufián proletario que distinguen a sus personajes de los típicos gánsteres estadunidenses que saturan las pantallas del mundo, y una banda sonora iconoclasta e imprevisible que lo mismo echa mano de The Clash que del clásico Franz Schubert o de boleros del cubano Miguelito Valdés, para deleite u horror de los espectadores, pero con la misma anarquía que preside los actos de los protagonistas. A final de cuentas, a la cinta se le exige lo que ninguna anterior de Ritchie (ni las mejores ya mencionadas ni las deleznables Revolver o Swept away) pretendió jamás ostentar: rigor estilístico y claridad expositiva. Rocknrolla es una larga parodia del cine de gángsters, verbosa a rabiar, con una trama laberíntica y absurda, cercana a los ritmos del videoclip MTV, y con múltiples deudas con el lenguaje del cómic y la iconografía pop. Buscar en ella otra cosa es encaminarse a una decepción mayúscula.

Toda la trama gira en torno a los intentos de recuperar una pintura de gran valor afectivo, prestada por un gángster ruso a otro rufián inglés, Lenny Cole (Tom Wilkinson, formidable), a cambio de cierta ayuda para penetrar en el negocio de bienes raíces en Londres. Paralelamente, dos ladrones muy mediocres One Two (Gerard Butler) y Mumbles (Idris Elba) procuran por todos los medios pagar una fuerte suma de dinero al viejo Lenny, quien amenaza con torturarlos y ejecutarlos. Johnny Quid (Toby Kebbel), hijo adoptivo del gángster británico es una estrella de rock que finge su propia muerte como ardid publicitario para disparar las ventas de su nuevo álbum. Hay una historia de resentimiento del hijo hacia el padre que complica todavía más la trama con oscuros propósitos de revancha familiar. Las tres pistas narrativas se entrecruzan y admiten la participación de múltiples personajes secundarios, subtramas inverosímiles, disparates verbales, y una excelente persecución callejera, todo con el repertorio musical de un Ipod súbitamente enloquecido. Por si esto fuera poco, el director se permite intercalar escenas de Lo que queda del día, pues uno de los personajes es también admirador del cine de James Ivory.

Tómese o déjese. El cine de Guy Ritchie tiene una clara intención humorística, que aunque no siempre muy lograda, sí consigue sacudir un poco los clichés más socorridos del género thriller. Lenny Cole añora los viejos tiempos en que los gángsters se hacían respetar en su propio territorio, mantenían a raya a los bandidos foráneos y no se dejaban doblegar y humillar por un pedestre mafioso ruso o por un insolente hijo bastardo punk. A los delincuentes inmigrantes que perniciosamente invaden el santo territorio británico, Lenny opone sus viejos códigos morales, haciendo frente a sus insospechadas conductas viciosas con temeridad y con un candor desconcertantes. También en escenas jocosas el bandido One Two (Gerard Butler, el rey Leónidas en 300, de Zack Snyder), es doblemente seducido por una mujer fatal (Thandie Newton) y por el gángster gay Handsome Bob (Tom Hardy), su compañero de fechorías.

El lector queda advertido. Rocknrolla es una cinta dispareja, sin toda la eficacia humorística ni la sorprendente capacidad de organizar el caos que mostró Juegos trampas y dos armas humeantes, aquella cinta de culto instantáneo en 1998. No es lo más logrado del director británico, pero tampoco el lamentable naufragio de sus mejores propósitos. Buenas actuaciones, mucha malicia, una notable pista sonora y el placer de no tomarse nada en serio, son algunas de las recomendaciones de esta cinta.

Se exhibe en salas de Cinemark, Cinemex, Cinépolis y Lumiere.

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.