Usted está aquí: sábado 10 de enero de 2009 Cultura Exhiben obras únicas de “auténticos dioses” del Renacimiento italiano

■ Montan miniexposiciones en museos de Milán, Florencia y Roma

Exhiben obras únicas de “auténticos dioses” del Renacimiento italiano

■ Rafael, Miguel Ángel, Donatello y Caravaggio atraen a miles de espectadores mediante creaciones de difícil acceso para el público

■ El periplo comenzó en el Palacio Marino

Alejandra Ortiz (Especial)

Florencia. Las incesantes lluvias en Italia no sólo engrosaron el río Tíber, alarmando a la capital, también han animado a las personas a “navegar” hacia lugares cerrados para aprovecharse de la vasta oferta cultural.

Al respecto, destaca un fenómeno de coincidencias que ha visto exhibir, en ciudades diferentes, una única obra maestra de “auténticos dioses” del arte, que eran poco accesibles al público.

Se trata de miniexposiciones de una sola obra, cada una raramente mostrada y por lo mismo capaz de atraer a miles de visitantes. Rafael, Miguel Ángel, Donatello y Caravaggio siguen suscitando el máximo reconocimiento del público, que no pierde la oportunidad de admirar aunque sea una de sus obras apenas restaurada, inédita o atribuida.

El viaje comenzó en el Palacio Marino en Milán, sede del ayuntamiento, donde fue expuesta gratuitamente y sólo por un mes, Conversión de Saulo, de Michelangelo Merisi da Caravaggio (1571-1610), propiedad de la princesa Odescalchi.

La increíble cifra de visitantes –más de cien mil– deriva de una apreciación crítica del todo moderna: veneradísimo en vida, al morir cae en el olvido a pesar de la enorme influencia que ejerció en el arte barroco. La autoridad intelectual del crítico italiano Roberto Longhi llevó al maestro al reconocimiento internacional, sellado en la histórica exposición monográfica de 1951, que Longhi curó en el Palacio Marino.

Las recientes descubrimientos biográficos, en febrero pasado, han demostrado que el artista no nació en Caravaggio (pequeña ciudad cercana a Milán) sino en la misma Milán.

La máxima atracción sin embargo se debe a la condición misma del cuadro, que a lo largo de los siglos había quedado inaccesible a los ojos del público.

Conversión de Saulo es la única obra sobre madera de Caravaggio: le fue comisionada en 1600, por monseñor Tiberio Cerasi para su capilla en Santa Maria del Popolo, en Roma (basílica repleta de obras maestras); su muerte repentina, un año más tarde, provocó que el cuadro no fuera colocado en su capilla.

La obra quedó desde entonces en manos de coleccionistas privados y, por lo mismo, era casi desconocida. La segunda versión del tema nace por la petición de los herederos de Cerasi, un año más tarde: La conversión de San Pablo, hasta hoy visible en la misma iglesia.

Fulgurantes colores

Asistir a la exposición El amor, el arte y la gracia. Rafael: La virgen del jilguero restaurada, en Florencia, que muestra una de las obras maestras del periodo juvenil del notable artista (1483-1529), es compartir un triunfo tras el decenio que duró la restauración.

El magnífico Palacio Medici-Riccardi (primera residencia de la célebre familia Medici, a unos cuantos metros de la catedral) es el lugar ideal para admirarlo hasta el 1º de marzo, después de lo cual regresará definitivamente a “su casa”, la llamada Tribuna, la sala más prestigiosa del museo de los Uffizi.

Desde que se entra en la sala se siente que estamos próximos a admirar un valiosísimo tesoro: nos recibe un detector de metales y el escudriño de los policías. La elegante atmósfera oscura y la sugestiva iluminación reafirman esa sensación. El sólido contenido historiográfico, donde se alterna la información del cuadro con la de la restauración, presentado con dos documentales, nos prepara y anticipa la sala donde finalmente lo encontramos.

El alimento intelectual es automáticamente abandonado cuando frente a nosotros se abre un resplandor casi divino de colores fulgurantes: la caja transparente que protege enteramente al cuadro asemeja a un cofre de cristal repleto de rubíes, diamantes, zafiros, topacios, perlas. La armonía de la composición, la delicadeza de las figuras y la perfección del trazo hacen cimbrar nuestros sentidos.

La restauración ha sido soberbia; finalmente podemos disfrutar de un cuadro que hasta hacía poco era gris, opaco y que trasmitía una pálida idea de su belleza actual.

La ruptura en pedazos del cuadro, tras un desgaje del terreno que cae sobre el palacio Nasi donde se encontraba, ahora pareciera lejana.

David restaurado

En Florencia se exhibe el David de Donatello, restaurado.

La belleza arquitectónica del Museo del Bargello, ubicado en pleno centro de la ciudad, es comparable con la excelsa colección que contiene, especializada en escultura renacentista y artes aplicadas.

Aquí esta albergado el David broncíneo, de Donatello (1386–1466), no sólo la obra más famosa del magnífico escultor, sino probablemente del quattrocento italiano. Comisionada por Cosme el viejo de Medici, en una fecha todavía incierta (anterior a 1443, cuando fue a Padua) y puesta en el centro del patio de honor en su residencia (Palacio Medici-Riccardi).

Escultura efébica, de un adolescente (la primera estatua de desnudo, desde la antigüedad) que se yergue noble y orgulloso, mientras pisa la enorme cabeza del gigante. Las proporciones, la belleza del cuerpo, la perfección del modelado, los magníficos detalles de su sombrero toscano, de las sandalias y de la decoración del casco alado del gigante, yacen con potencia magistral.

Dos años de trabajo le han restituido el esplendor que un siglo entero sin restauración le había quitado; todo gracias a tecnología de vanguardia y al uso de instrumentos láser, que permitieron despojarlo de incrustaciones y de la pátina oscura que lo cubría sin invadir aún el bronce. Una copia exacta del David está puesta por detrás para permitirnos entenderlo.

Una peculiaridad de la restauración consistió en que la estatua no se movió de su lugar; el público presenció toda la “acción”.

Asimismo, en Roma se muestra El crucifijo, de Miguel Ángel.

Después de dos años de consultas, el Estado italiano compró por 3 mil 250 millones de euros, a un anticuario turinés, el pequeño crucifijo policromo, en madera de tilo, de 41.3 centímetros atribuido al joven Miguel Ángel (1475-1564) por el experto Giancarlo Gentilini.

El director de los Museos Vaticanos, Antonio Paolucci, dijo: “Si la mano de Miguel Ángel fuera certificada no hubieran bastado cien millones de euros”. Por su parte el secretario de Cultura, Sandro Bondi, señaló: “Esta adquisición era un deber y representa un enriquecimiento de nuestro patrimonio histórico y artístico, que ha evitado el riesgo de un posible expatrio”.

Desde el pasado 23 de diciembre, y por un mes, será expuesto gratuitamente al público en la sala de la Reina de la Cámara de Diputados. Después será albergado en la colección del Museo del Bargello, en Florencia.

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.