Usted está aquí: lunes 5 de enero de 2009 Cultura Falleció Carlos García Estrada, grabador, fiel creyente en la riqueza de su técnica

■ A lo largo de su vida obtuvo diversos premios y fue maestro de generaciones de artistas

Falleció Carlos García Estrada, grabador, fiel creyente en la riqueza de su técnica

■ En la madurez de su vida artística elimina cualquier concesión halagadora para el espectador, señaló Jorge Alberto Manrique

■ Su última voluntad, descansar junto a José María Velasco

Merry MacMasters

Ampliar la imagen Carlos García Estrada impactó a escala mundial por su manejo del negro Carlos García Estrada impactó a escala mundial por su manejo del negro Foto: tomada del catálogo Metamorfosis gráfica, editado por el Museo Nacional de la Estampa

El grabador Carlos García Estrada falleció ayer a las 3:15 horas de un paro respiratorio, a los 74 años. Llevaba un mes internado en el hospital Primero de Octubre del ISSSTE.

Dueño de una obra más bien abstracta, experto en el manejo del negro, en 1977 García Estrada recibió el primer Premio Nacional de Grabado, en la primera Bienal Gráfica 77, celebrada en el Palacio de Bellas Artes, y en 1980 se le otorgó el primer premio en la segunda Bienal Iberoamericana de Gráfica Domecq, efectuada en el Museo de Arte Carrillo Gil.

Maestro de varias generaciones de artistas, de 1980 a 1983 fue director del desaparecido Centro de Investigación y Experimentación Plástica del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), y en 1987 dirigió el Taller Profesional de Grabado del Bosque.

Hace cuatro años, García Estrada fue homenajeado por una asociación internacional de grabadores en Urbina, Italia, por su medio siglo de trayectoria. En el monasterio de Santa Clara se montó una exposición de más de 30 piezas suyas, así como obra de 30 colegas de otras partes del mundo. Quiso plasmar en la incisión de su obra toda la fuerza de México “heredada por nuestros antepasados”, expresa su viuda, Ana Padilla.

De acuerdo con la entrevistada, García Estrada dejó inconclusa una obra “acerca del humo”, de gran dimensión, alrededor de dos metros. Hizo varios dibujos, de 60 por 80 centímetros. Como la impresión era muy cara, “buscó patrocinador”. La idea era exponer la obra en la calle, pero enfermó y ya no hubo tiempo.

En estas páginas, el crítico de arte Jorge Alberto Manrique escribió que García Estrada “ha recorrido, por decirlo así, todos los caminos de la gráfica, probado todas las aguas y arriesgado en numerosos caminos”.

Manrique acotó: “En la madurez de su vida artística el grabador se concentra en una especia de ascetismo; hace a un lado su amplio bagaje de conocimientos y elimina cualquier concesión halagadora para el espectador.

“Utiliza exclusivamente la ‘ruleta’, esa rueda con dentículos usada por los grabadores de antaño para crear efectos de luz y sombra, y la más antigua y noble técnica de la punta seca, que hiere el metal por la mano del artista, sin el auxilio del ácido.”

Padilla señala que “de lo oscuro sacaba la luz y del claro lo oscuro, mientras la mayoría lo hace a la inversa. A escala internacional impactó su uso del negro; la gente no creía posible que lo hiciera con punta seca, porque el formato era muy grande.

“Le decía que parecía gato, porque se pasaba horas arañando en la placa. Hacía todo desde el bosquejo hasta la impresión. Era muy exigente con él. Le decía: ‘sólo tú ves dónde está el error. ‘Los demás no lo van a descubrir’. Entonces lo rompía y lo repetía hasta quedar satisfecho.”

Del guiñol al grabado

García Estrada nació el 15 de marzo de 1934 en la colonia Morelos, frente a la frábrica de chocolates La Azteca. Se introdujo al arte vía el teatro guiñol. A los 16 años “se enamoró” de éste al ver “unos muñecos que hablan” (La Jornada, 6/6/02).

Como ser titiritero implicaba diseñar muñecos y hacer las escenografías, y ya que el joven Carlos “no tenía muy adiestrada la mano para dibujar”, en 1952 empezó a asistir a las clases que impartía el grabador Mariano Paredes, en las pérgolas de Chapultepec, donde ahora está el Museo de Arte Moderno. Continuó en las escuelas de iniciación artística del INBA y luego en La Esmeralda, en una época en que “nadie quería ir al taller de grabado”.

En una entrevista realizada en 2002, García Estrada aseguró que el grabado “va a despegar a pesar de todos: de los que quieren y no pueden, de los que hablan mal, de los que lo desdeñen”. Ahora sus deudos esperan que le hagan “por lo menos” un homenaje en el Museo Nacional de la Estampa, donde hay obra suya.

Al cierre de esta edición, García Estrada era velado en la calle de Miguel Schultz 124, colonia San Rafael. Hoy a las 9 horas serán cremados sus restos. Su última voluntad es que sus cenizas descansen en el panteón del Tepeyac, donde está enterrado José María Velasco, para estar junto a “los grandes”.

 
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