Usted está aquí: miércoles 24 de diciembre de 2008 Opinión El arte jubiloso de Jazzamoart

Carlos Montemayor*

El arte jubiloso de Jazzamoart

La cuna de Diego Rivera fue también la de Jesús Chávez Morado. Igualmente la de Jazzamoart. Tres pintores diferentes. Tres generaciones. Tres vastas tendencias y escuelas. Diferentes momentos históricos y políticos. Diversas participaciones sociales e ideológicas, más semejantes los casos de los dos primeros. Los tres, necesarios para entender la plástica del México que nace en el Bajío, que desde el centro del país llama, crea, concluye con sus colores de minerales y de agricultura, de sierras y valles, de llanuras y presencias humanas.

Rivera y Chávez Morado estuvieron atentos al paisaje y a numerosos motivos del México popular. Jazzamoart también, pero al paisaje social que se descubre y emerge desde un motivo central del México que sigue siendo asimismo popular: la música.

Jazzamoart, como el tercer “grande” de los pintores del Bajío, obtuvo en 1982 la mención honorífica en el Salón Nacional de Pintura. En 1985 obtuvo el Premio internacional de dibujo Joan Miró, en Barcelona. Ese mismo año expuso en México, en el Museo Tamayo, y recibió la mención honorífica en el Salón Nacional de Escultura. En 1986 mereció el Gran Premio en la Bienal de Miami, y una mención honorífica en la Bienal Rufino Tamayo. En 1987 obtuvo el Premio del Salón Nacional de Pintura y en 1989, con otro premio, instaló un taller en París. Jazzamoart ha presentado su obra en 200 muestras colectivas y 70 individuales en museos y galerías de varios continentes, como uno de los más importantes valores del arte contemporáneo y ha sido acreedor a más de 20 reconocimientos nacionales e internacionales.

Su arte se ha volcado en numerosos materiales: óleo, gráfica, tinta, acrílico, acuarelas, pastel, lápiz, carbón, madera, metal, cerámica, juguetes, judas, tapices, máscaras, escenografías, ofrendas, piñatas, tótems, arte objeto, cajas, maletas de viaje, corbatas, vestidos, muebles. En los años 90, Jazzamoart realizó obras monumentales de pintura en la Universidad Autónoma Metropo- litana y de escultura en West Hollywood, California, y en 1992 creó escenografías para los legendarios B.B. King y Ray Charles.

La música, habíamos dicho, es un motivo esencial en su arte, a grado tal que lo ha incorporado en su nombre artístico. A ello se debe que haya producido una pintura vertiginosa en muchas facetas: por sus trazos, su cromatismo, su rapidez visual, su compleja pero siempre tensa y móvil composición; por la atmósfera donde se fusionan tiempo, música, movimiento, color. Es la pintura concierto, la pintura auditiva, la urdimbre del silencio fugaz que antecede o que en verdad sucede al compás vívido de la música que avanza en los instantes mínimos y vertiginosos de silencios y voces, de timbres y tonalidades.

El vértigo de esta pintura es su resonancia auditiva, que envuelve las imágenes y los colores en los lienzos de sueños, de humo, de luz, de brillantez, de júbilo, con que la pintura crece y se entrega como un gran surtidor de vida, de juego, de agua viva que llena de color la vida, que llena de color la música, que nace del color y para el color, que se debe a ese universo brillante y altivo, íntimo y público, alborozado y locuaz. Nunca la pintura había sido, como en el arte de Jazzamoart, fiesta y júbilo, un encuentro a puerta cerrada y a tambor batiente con la música de la vida colectiva y ruidosa; la música como lluvia que desciende sobre las almas que en estos cuadros viven y se reúnen, que desde esos cuadros alcanzamos a oír en su día de fiesta, su día del arte, la fiesta colectiva y generosa de la pintura. En esa danza, en esa música, en esa libertad firme del color y la sabiduría, la pintura de Jazzamoart es una celebración para todos, el día de fiesta que nos reúne a todos.

Como la música que se tiende en el espacio que ella misma crea y en sí misma avanza, busca, recobra en el vacío primordial la escala exacta, sorpresiva, los ecos y silencios que la forman y la pronuncian y la tornan sonora, así, de semejante manera, la pintura de Jazzamoart avanza en sí misma, busca, recobra las escalas cromáticas y naturales del mundo. Su búsqueda musical, su fino oído, su atención renovada es su propio arte, su propia revolución plástica, su propio concierto constante y permanente que nos congrega y nos festeja.

*Presentación del libro Jazzamoart, que próximamente publicarán Ediciones La Rana y el Instituto de Cultura de Guanajuato.

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.