Usted está aquí: lunes 15 de diciembre de 2008 Política Amigos de los Cárdenas Solórzano, en la última guardia de honor a doña Amalia

■ Recuerdan el activismo, refinamiento y sensibilidad de la viuda del general

Amigos de los Cárdenas Solórzano, en la última guardia de honor a doña Amalia

Alonso Urrutia

Ampliar la imagen Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, su esposa Celeste Batel, sus hijos Camilia, Cuauhtémoc y Lázaro, y amigos, ayer en la última guardia de honor antes de partir hacia el Panteón Francés Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, su esposa Celeste Batel, sus hijos Camilia, Cuauhtémoc y Lázaro, y amigos, ayer en la última guardia de honor antes de partir hacia el Panteón Francés Foto: Cristina Rodríguez

Cerca de las 10 de la mañana, la familia Cárdenas en pleno se alistó para hacer la última guardia a doña Amalia Solórzano viuda del general Lázaro Cárdenas, cuya pintura, al fondo del lobby donde se realizó el acto, atestiguaba la escena. Era la ceremonia del adiós, previa a la salida hacia al Panteón Francés, donde finalmente se cremaron sus restos, concluyendo así, prácticamente tres días de su velorio.

Las notas del Canon, de Johann Pachelbel, interpretadas por un violinista, acompañaron el adiós en la residencia de las Lomas de Cahpultepec, adonde este domingo sólo acudieron amigos, familiares y ex colaboradores cercanos de Cuauhtémoc Cárdenas Solorzano. Su hija, Camila, fue la que mostró más aflicción en momentos en que un prolongado aplauso rubricó la última guardia de honor antes del traslado.

El cortejo realizó un corto trayecto entre las Lomas y el Panteón Francés, al cual llegó un grupo de políticos, antiguos colaboradores de Cárdenas: César Buenrrostro, Porfirio Barbosa, Salvador Nava, Cristina Barros, Ildefonso Aguilar y Marco Rascón, entre otros. También un panista llegó al cementerio, el ex canciller Luis Ernesto Derbez.

Ya en el cementerio, Cárdenas Solórzano –siempre acompañado por su esposa Celeste y sus hijos Lázaro, Cuauhtémoc y Camila– recibió las condolencias no sólo de sus conocidos, sino de personas que sólo llegaban hablándole de que sus abuelos habían vivido en los tiempos del general y su esposa.

Doña Amalia fue una mujer que no sólo contaba anécdotas de la historia que atestiguó, también estaba informada de la política más actual, siempre bajo la distancia que la moderación obligaba, habiendo sido esposa de un ex presidente, cuentan amigos cercanos a Cárdenas Solórzano. En aquel difícil 1988, siempre estuvo con su hijo, discreta, pero siempre con él:

“En cada concentración en el Zócalo que entonces hubo, doña Amalia rentaba una habitación en el hotel Majestic; desde el balcón miraba las concentraciones”, cuenta Fernando Cano Escalante, colaborador de Cárdenas desde hace más de 25 años.

Moisés Rivera, amigo de la familia desde hace casi 50 años, confirma la prudencia que entonces tuvo la familia Cárdenas. “¿Con qué íbamos a tomar el Palacio Nacional? ¿Sólo con qué? ¿Con pedradas y resorteras?”, ironiza. Doña Amalia siempre apoyó el movimiento que encabezó su hijo, desde la creación, en su casa, de la Corriente Democratizadora que fracturó al PRI y la histórica elección de 1988.

No sólo era una mujer refinada en público también lo era en privado –narra Cano Escalante– con las secuelas que producían las disputas de la política cotidiana. Cuando las conversaciones derivaban en el comportamiento personal de un determinado político, doña Amalia atajaba con una frase: “ese hombre, tiene su historia” y no hablaba más del tema.

Otra faceta de su vida, dice Rivera, fue su activismo solidario y su visión humanista. Siempre estuvo atenta a la situación de pobreza en el sur y centro del país, particularmente en Oaxaca y Michoacán, o bien, añade, en momentos de desgracias por desastres naturales, hallaba la forma para hacer llegar ayuda a los damnificados, “sin que se supiera que era ella”.

Siempre fue elegante y femenina, cuentan. Recientemente, cuando el gobierno español la condecoró por “su virtud y mérito” con la Cruz de la Orden Carlos III, doña Amalia escuchaba serena el discurso de la secretaria de Estado para Iberoamérica, Trinidad Jiménez. Nada la perturbó hasta la indiscreta alusión a sus “más de 90 años”, que la hizo voltear súbitamente a la oradora.

Integrante del Comité de Ayuda a los Niños del Pueblo Español, tuvo un papel relevante en la acogida de 456 niños españoles que llegaron a México en junio de 1937. En aquella ceremonia Madrid hizo patente el significado de la familia Cárdenas:

“Sobre los méritos que concurren en doña Amalia para recibir el más importante reconocimiento que concede España, tampoco caben dudas. Me gustaría que en México se tuviera plena conciencia de lo que para los demócratas españoles representan los nombres de Lázaro Cárdenas y Amalia Solórzano; de cómo su participación en momentos críticos de la historia de mi país ha quedado grabada en nuestra memoria. Cómo su gesto aún se percibe como un oasis de humanidad entre tanta barbarie”, se expresó entonces.

 
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