Usted está aquí: viernes 12 de diciembre de 2008 Cultura Antoni Tàpies cumple 85 años; ahora se dedica “a explorar su mundo interior”

■ La obra más reciente del pintor catalán se muestra en una galería de Madrid

Antoni Tàpies cumple 85 años; ahora se dedica “a explorar su mundo interior”

■ La filosofía y las sabidurías asiáticas, como el budismo zen, marcan su quehacer estético

■ Está considerado por la crítica uno de los creadores contemporáneos más universales

Dpa

Ampliar la imagen Antoni Tàpies, pintor y escultor catalán Antoni Tàpies, pintor y escultor catalán

Madrid, 11 de diciembre. A Antoni Tàpies le siguen encantando los experimentos. Su obra más reciente, que se puede ver estos días en la galería Soledad Lorenzo de Madrid, así lo certifica: huesos, tacos de madera, restos de tela, un viejo jersey o huellas de manos forman parte de los 17 cuadros allí expuestos.

A Tápies siempre le ha gustado inventarse materiales nuevos. “Cuando empecé, recuerdo que me fui a la cocina de mi casa y cogí una tierra que tenían para pulir las cacerolas y la mezclé con una goma que se llamaba sinteticón”, contó en una ocasión el gran pintor y escultor catalán, que este sábado cumple 85 años. “Soy como un científico que prueba sus potingues”, dice.

Y esa curiosidad la ha mantenido, pese a los achaques de la edad, como la sordera, un problema de la vista que teme pueda convertirse en ceguera o su débil corazón, que hace unos meses hizo necesaria la implantación de un marcapasos.

Estas limitaciones también se reflejan en la obra de Tápies, artista muy influenciado por la filosofía y las sabidurías asiáticas, como el budismo zen. “Las dificultades físicas que han ido apareciendo me han obligado a concentrarme más en mí mismo y a explorar más mi mundo interior”, reveló en una reciente entrevista con el crítico Daniel Giralt-Miracle.

Del derecho a la pintura

Nacido en Barcelona el 13 de diciembre de 1923, e hijo del abogado Josep Tàpies Mestres y de Maria Puig Guerra, a su vez procedente de una familia de libreros y políticos catalanistas, Atoni comenzó primero a estudiar derecho, como su padre, pero en 1945 abandonó la carrera para dedicarse a su verdadera pasión: la pintura. Hoy por hoy está considerado uno de los creadores contemporáneos más universales.

Y eso que, como autodidacta, sus primeros dibujos y acuarelas resultaban más bien convencionales. Pero a partir de los años 50 la obra de Tápies comenzó a surgir como una propuesta muy personal, con la que se dio a conocer también a escala internacional.

Para elaborar sus cuadros utiliza tierra, polvo de mármol y cola, materiales inéditos para aquella época en el mundo del arte y que dan una textura muy especial a sus “pinturas matéricas”, muchas veces grises o monocromáticas.

Al dolor y al dramatismo que habitualmente expresan sus cuadros, en los años pasados se ha unido un mensaje más positivo, de amor.

En sus comienzos, y gracias a una beca del gobierno francés que en 1950 le permitió abandonar algún tiempo la España de la dictadura franquista, Tàpies conoció a artistas como Joan Miró y Pablo Picasso, que inspiran su obra, al igual que los trabajos de Paul Klee, Jean Fautrier, Marcel Duchamp o Jean Dubuffet.

Con Salvador Dalí y otros surrealistas, sin embargo, siempre mantuvo una agria polémica. “La mayoría de ellos siguen pintando como unos escolares o menos que los académicos”, afirmaba.

Por ello, hoy ve con cierto distanciamiento su etapa surrealista y dadaísta, en la que junto con otros artistas y escritores, como su amigo el ya fallecido poeta Joan Brossa, fundó la revista Dau al Set (Dado al Siete). “Quizás no fue una influencia benéfica, porque me distrajo de mi orientación espontánea”, sostuvo en una ocasión.

Como otros intelectuales, sufrió la represión de la dictadura de Franco. Por su oposición al régimen, fue arrestado. Eso ocurrió en 1966. “Yo pensaba que lo mío era una función social que tenía como artista”, relata.

Su protesta contra la dictadura quedó plasmada en una serie de grabados que tituló Suite catalana (1972).

“Cuando él (Franco) desapareció, surgió con mucha facilidad la democracia, porque éramos muchos los que estábamos poniendo nuestro grano de arena”, recuerda Tàpies.

En contra de lo que afirman muchos críticos, no se considera un artista abstracto. “Creo que soy tanto o más realista que los que se llaman realistas. Muchas veces me he negado a que me llamen pintor abstracto, porque en mis cuadros siempre hay unas imágenes, desde el principio hasta hoy.”

A partir de los años 70, los signos utilizados por Tàpies se volvieron cada vez más identificables. A las cruces, que aparecen en casi todas sus obras, se sumaron como elementos autónomos la letra “A”, por Antoni, y “T”, por Teresa, su esposa. A ella le dedicó una serie de 56 obras, la única que ha numerado. Realizadas en distintas técnicas sobre papel de estraza, algunas tienen un carácter marcadamente erótico.

Siempre le ha gustado trabajar el papel y el cartón, que rasca, pinta, arruga o dobla. Además, incorpora en sus obras objetos de la vida cotidiana, como platos rotos o una tabla de planchar. Esto, unido a su influencia oriental, da a su obra un aire de misterio y de enigma, que anima al que la contempla a hacer sus propias interpretaciones.

Pero pese a su fama dentro y fuera de España, Tàpies suele considerarse “un simple aficionado”.

Al año sigue pintando una media de 60 cuadros, con lo que su obra asciende ya a más de 8 mil creaciones. Aun así, afirma tener la sensación de no hacerlo bien. “Cada día me levanto y pienso si haré ese cuadro fundamental, definitivo”, dice.

 
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