Usted está aquí: martes 2 de diciembre de 2008 Cultura Explora investigador la “liminalidad” del pintor y grabador Emilio Amero

■ Realizó su quehacer entre México y Estados Unidos, dice Ariel Zúñiga a La Jornada

Explora investigador la “liminalidad” del pintor y grabador Emilio Amero

■ Mediante una monografía reivindica la versatilidad del artista y lo rescata del olvido

■ Abrirán una exposición alusiva, el jueves, en el Museo Estudio Diego Rivera y luego viajará a Oaxaca

Merry MacMasters

Ampliar la imagen Joven, 1960, litografía de Amero, perteneciente a una colección privada. Imagen tomada de la monografía escrita por Ariel Zúñiga Joven, 1960, litografía de Amero, perteneciente a una colección privada. Imagen tomada de la monografía escrita por Ariel Zúñiga

Una de las escuelas de artes gráficas más relevantes en Estados Unidos fue fundada por un mexicano.

En 1946, Emilio Amero fue invitado por la Universidad de Oklahoma, en Norman, para enseñar pintura mural y artes gráficas.

Radicado desde 1941 en Seattle, Washington, Amero trasladó su enorme y pesada prensa en ferrocarril para establecer “un taller aún hoy conocido como uno de los más importantes entre las instituciones académicas de Estados Unidos”, expresa el cineasta e investigador Ariel Zúñiga.

Para tomarse un respiro en su trabajo de una década de organizar los últimos volúmenes del catálogo razonado de su padre el escultor, Francisco Zúñiga, Ariel emprendió tres investigaciones.

Una ya está concluida y vertida en la monografía Emilio Amero, un modernista liminal (Albedrío), que antecede a la exposición Amero: resistiendo el olvido, curada por Ariel Zúñiga y Sophia Vackimes, que este jueves será inaugurada a las 20 horas en el Museo Estudio Diego Rivera (calle Diego Rivera, esquina Altavista, San Ángel). En 2009 itinerará al Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca.

Entre dos territorios

Pero, por qué Amero, pintor y grabador, nacido el 22 de mayo de 1901 en Ixtlahuaca, estado de México, y fallecido el 12 de abril de 1976 en Norman, Oklahoma. Dos fueron las inquietudes. Por un lado, a Ariel Zúñiga le pareció “muy escultórica” la obra litográfica de Amero, entonces, preguntó si no habría hecho escultura.

El otro fue su carácter de extranjero. “Amero se marchó a Estados Unidos y era extranjero –expresa Ariel, quien se formó siendo hijo de un artista foráneo (Francisco Zúñiga, quien nació en Costa Rica)– “al que le han regateado muchísimo su calidad, su capacidad; le quitan la obra del museo, la meten en la bodega, le hacen toda una serie de cosas. Entonces, me pareció muy interesante abordar otro artista que tuviera características similares.

“Eso me condujo a encontrar el meollo del asunto Amero, que era su liminalidad, esto que está entre dos territorios, que está como en el umbral de otra cosa, es decir, que ni era mexicano ni estadunidense. Hubo un momento en que dejó México, pero a la vez sin dejar de ser mexicano. Se produce esta ambivalencia.”

Arbitrariedad de Vasconcelos

Zúñiga relata cómo en un principio buscaba a “un Amero fotógrafo porque, digamos, es más conocido como tal”, aunque la fotografía le era muy secundaria. De pronto, el estudioso advirtió que las pinturas de Amero “ni se conocen en México.

“Hay dos cuadros sin terminar que están en la colección de Ricardo Pérez Escamilla, pero cuadros completos, de relevancia, están en Estados Unidos, aunque tampoco están en salas permanentes, sino en bodegas”.

Seattle, Washington, de hecho, es el lugar donde hay más obra de Amero. El Museo Metropolitano de Arte de Nueva York también posee obra del artista mexicano que recibió en donación por Jean Charlot, quien fue muy amigo del artista.

El Museo Meadow, en Lousiana, posee cerca de 25 litografías suyas, ya que en los años 60 del siglo pasado, “hubo una inmigración de personas de Oklahoma a Lousiana, entre ellas, varios coleccionistas de obra de Amero”.

Acerca del legado de Amero, Zúñiga destaca su versatilidad: “Hizo cine (García Lorca escribió un guión para su película 777) y fotografía experimental, después pintó e hizo obra muralística. Su primer mural se lo paró Vasconcelos en la Secretaría de Educación Pública, donde está la biblioteca.

“En los años 40 Charlot, quien preparaba un libro sobre el muralismo, pidió a Amero escribir un texto, que se produce de forma completa en Un modernista liminal. En el texto Amero explica cómo al día siguiente de que apenas esbozaba la primera de las dos paredes, llegó Vasconcelos y le dijo que ya estaba ‘cansado de tantos indios que están siendo pintados’, quiero que hagan otras cosas, y paró el mural de manera arbitraria.”

Ariel Zúñiga está convencido de que el mural que pintó Amero en 1937 para el hospital Bellevue no fue destruido, sino recubierto con cal. Su último mural sobrevive en Norman.

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.