DIRECTORA GENERAL: CARMEN LIRA SAADE
DIRECTOR FUNDADOR: CARLOS PAYAN VELVER
SUPLEMENTO MENSUAL  DIRECTOR: IVAN RESTREPO  
EDICIÓN: LAURA ANGULO   LUNES 1 DE DICIEMBRE 2008 
NUMERO ESPECIAL

Portada

Presentación

De la república bananera a la crisis alimentaria

El imperio de las agroexportadoras

Engaños de la revolución verde

El medio ambiente en las plantaciones de América Central

La triste historia del DBCP


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El medio ambiente en las plantaciones de América Central

Las consecuencias medioambientales del cultivo a gran escala resultan ser muy graves, imprevisibles y normalmente inevitables. Las tierras que albergan el cultivo del banano, los bosques y selvas que ven pasar y avanzar la frontera agrícola, y las tierras que alguna vez disfrutaron de la agricultura tradicional y de la rotación de cultivos están en este momento hipotecadas por las prácticas salvajes que las empresas trasnacionales impusieron para la producción masiva del banano. Algunos de los problemas detectados en los países centroamericanos con plantaciones de bananos son los siguientes:

  1. Se han talado bosques primarios y secundarios. El 30 por ciento de las fincas bananeras se instalaron en tierras donde antes existían selvas y bosques primarios. En la provincia del Limón (Costa Rica), el 12.4 por ciento de la zona cultivable está copada por fincas de banano. Esto, además de la consiguiente pérdida de biodiversidad, puede acarrear a fuertes problemas de erosión y desertificación una vez las fincas son agotadas y consecuentemente abandonadas para el cultivo.
  2. La tala indiscriminada también se realiza en las laderas de los ríos, provocando erosiones, derrumbes y desbordes de los mismos. La madera talada en muchas ocasiones se ha desaprovechado, dejándola podrir, quemándola o simplemente abandonándola en los lechos de los ríos. La poda masiva de masa forestal también puede modificar los microclimas particulares de cada zona, alterando gravemente el equilibrio ecológico y económico.
  3. La pérdida de diversidad agrícola es otra consecuencia negativa de las prácticas industriales. La agricultura tradicional descansa en una cantidad impresionante de variedades de una misma especie. En la India , por citar un ejemplo, existen decenas de miles de variedades de arroz. Los mismos agricultores obtienen semillas nuevas a través de cruces, seleccionando aquellas semillas con características mejores. Así se han ido mejorando los cultivos y modificando ligeramente los métodos de producción. Igual sucede en el caso del maíz mexicano. Esta práctica milenaria y artesanal choca frontalmente con la agricultura intensiva que, por el contrario, propone muy pocas variedades de una especie, que además suelen ser híbridas y patentadas. A esta reducción del germoplasma se le denomina erosión genética. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés), el 75 por ciento de la diversidad genética agraria se ha perdido en el transcurso del último siglo.
  4. Al ser el monocultivo intensivo e industrial, se requiere de una gama inacabable de químicos (fertilizantes, plaguicidas, herbicidas, fungicidas, nematicidas e insecticidas). Además, las banalidades del mercado exigen siempre un banano grande y sin manchas negras. Amarillo y cosméticamente perfecto, desechando los que no alcanzan unos estándares estéticos mínimos. Los bananos se someten a una especie de cirugía estética a base de agroquímicos. Tan antinatural como destructiva. Prima la cáscara amarilla y brillante, frente a un interior atiborrado de residuos de plaguicidas. Este cóctel de químicos implica un riesgo para las personas, los ecosistemas, agrosistemas, ríos, fuentes, acuíferos, suelos, etc. El problema adquiere dimensiones preocupantes, si se tiene en cuenta que la actividad bananera consume el 35 por ciento de los agroquímicos que se emplean en Costa Rica.
  5. De la producción de banano proviene basura de diversa índole. Desde miles de toneladas de banano dañado, hasta más de 2 mil 500 toneladas de bolsas de plástico impregnadas por insecticidas, o los propios recipientes de los agroquímicos. Muchas veces, la forma de eliminación más habitual es la incineración incontrolada y clandestina, sin tener en cuenta los daños ambientales y sociales que ocasiona. Se estima que cada tonelada de bananos que se exporta, genera dos de residuos.
  6. De las empacadoras de las bananeras, salen grandes cantidades de agua a los canales. Contienen excesivos químicos que matan peces y otros animales.
  7. Pérdida de productividad de las tierras por el abusivo uso de químicos que acaban con los microorganismos del suelo. Es un hecho reconocido hasta por las mismas empresas, que huyen de esas tierras en busca de otras fértiles, dejando tras de sí un medio ambiente contaminado y desnaturalizado.
  8. Resistencia por parte de las plagas. El monocultivo y la utilización de químicos provoca en las plagas mutaciones de defensa, lo cual las hace más resistentes a los químicos que las matan. El agricultor cae entonces en una espiral. Aumenta las cantidades de químicos. Las plagas vuelven a evolucionar para sobrevivir. El final es terrible: tierras contaminadas y plagas más resistentes.
  9. Las plantas pueden tomar algunos agroquímicos del suelo y moverlos hasta diferentes partes que se consumen como alimentos. En Panamá, según comunicación de Jorge Martínez, de la Dirección de Asuntos Ambientales de la Defensoría del Pueblo, en el año 1994 “…los investigadores Rodríguez, J.A. Y Lamoth, L., realizaron estudios de residuos de alimentos en Panamá, que se efectuaron en el Laboratorio de Sanidad Vegetal del Ministerio de Agricultura de Costa Rica, revelaron que 22 por ciento de las muestras de alimentos examinadas contenían residuos de plaguicidas y el 20 por ciento de éstas presentaron violaciones a las normas internacionales. Un estudio del Instituto de Investigaciones Agropecuarias de Panamá (IDIAP, 1997) advierte que el uso descontrolado de los plaguicidas en el agro estaba causando muertes entre asalariados y campesinos por causas difíciles de definir”.

Como se observa, la sombra letal en los humanos no es exclusiva de los consumidores. Se calcula que en el mundo anualmente fallecen cerca de 220 mil trabajadores del campo por causa de los agroquímicos. Tres millones se intoxican de forma aguda, la mayoría en los países subdesarrollados.

Leyes muy tolerantes y permisivas con agroquímicos peligrosos, defensa institucional acérrima al modelo agrícola industrial, desinformación mediática, poca información y formación en los trabajadores y ausencia de equipos de protección en los obreros, son algunas de las causas que provocan esta mortandad. El uso de químicos en la agricultura puede provocar más problemas de carácter sanitario y ambiental, cuando se contaminan fuentes de agua para consumo humano. En Nicaragua por ejemplo, el año pasado se denunció la existencia de DDT, dieldrin, cloritidifos y metil paration en las aguas de varios pozos analizados en la zona occidente del país. Se relaciona dicha contaminación con la muerte de varias personas en comunidades rurales rodeadas de campos de cultivo. Sus residuos han sido hallados incluso en leche materna y sangre. Con la fumigación aérea son contaminados colegios, comunidades, ríos, etc. Esto en parte se debe a que muchos campamentos se sitúan en la propia finca o en las inmediaciones de la misma.

Esta práctica resulta ineficaz, porque según la Escuela de Agricultura de la Región Tropical Húmeda, el 90 por ciento de los fungicidas y emulsiones acuosas lanzadas desde avionetas acaba perdiéndose o no llega a su destino. No se reporta en la documentación estudiada ningún caso en el cual la aplicación de químicos vía aérea fuera guiado desde la tierra por trabajadores que, por diversos medios, indicaran al piloto la zona donde debe vaciar los tanques. Esta práctica es real en otros cultivos y zonas y, como cabe suponer, el trabajador sufre un gran peligro al contactar directamente con grandes cantidades de químico.

Las consecuencias medioambientales del monocultivo del banano, no sólo se circunscriben a las tierras, ecosistemas, y núcleos urbanos cercanos a las fincas. La presencia de químicos derivada de la actividad agrícola intensiva se ha detectado a muchos kilómetros de las mismas.

El agua contaminada de los ríos desemboca en el litoral Atlántico, motivo por el cual la pesca artesanal ha disminuido. En análisis efectuados desde 1993 hasta 1996, se encontraron 11 plaguicidas diferentes en aguas del Parque Nacional Tortuguero. Llegaron allí a través del lecho del río Suerte. Hace 5 años, 3 mil litros del químico “Bravo” se filtraron a las aguas del Río Pascuare y terminaron en las aguas del Caribe. No han sido los únicos casos.

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